¿Hemos encontrado la auténtica fotografía de Cristo a los dos mil años de su muerte?
Por: P. Jorge Loring | Fuente: Catholic.net
Conferencia pronunciada por el P. Jorge Loring,
S.I., en el Teatro Campoamor de Oviedo, el Viernes Santo de 1978)
Señoras, señores:
Les voy a presentar a un reportaje interesantísimo, como ustedes podrán
comprobar, sobre el lienzo que cubrió el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Pablo
VI dijo de la Sábana Santa de Turín ante la televisión europea en 1973: «Es la
reliquia más importante de toda la historia de la Cristiandad».
Desde tiempos remotos se creía que este lienzo había cubierto el cadáver de
Cristo.
Tiene unas manchas que a simple vista no se ven gran cosa, pero al ser
fotografiadas toman un enorme relieve, y se ve la figura de un hombre de cuerpo
entero. Esto despertó un interés apasionante en el mundo. ¿Es que hemos encontrado la auténtica fotografía de
Cristo a los dos mil años de su muerte? Pues así es.
Tenemos la satisfacción de que a los dos mil años de haber muerto Cristo,
podemos decir con verdad y con seriedad, que vamos a ver la auténtica
fotografía de Jesucristo: su estructura atlética,
su armonía de proporciones, su robustez y su prestancia.
Yo he dado esta conferencia más de cien veces por toda España: en cines, teatros,
casinos, etc. Cuando la puse en el Teatro Falla de Cádiz, asistieron unas dos
mil personas, como aquí ahora. Allí había entre el auditorio una docena de
médicos. Los médicos son los que más disfrutan viendo esto. Porque lo que vamos
a ver es un estudio médico de la Pasión de Cristo. Por las huellas que han
quedado en este lienzo, los médicos estudian cómo fue la Pasión de Cristo. Y
claro, para los médicos es de un interés apasionante.
Pues bien, uno de los médicos que asistió a la conferencia en Cádiz, fue D.
Venancio González, muy conocido allí, primero como médico, y además como
escultor, y porque también dibuja y da conferencias de toros, etc. Es un hombre
muy polifacético y muy popular en Cádiz. Él, después de asistir a esta
conferencia quedó tan impresionado que escribió en la revista «Estandarte», un
artículo que tituló así: «Una conferencia
impresionante». Y decía D. Venancio González: «He
asistido en el Teatro Falla, a la conferencia de la Sábana Santa y he de decir
dos cosas: primero, como profesional de la Medicina, he de decir que el estudio
médico fue perfecto». Ahora añado yo que sé muy poco de Medicina; yo soy un
puro aficionado. Lo único que he hecho es que me he leído veinte libros de
médicos sobre el tema, y he grabado en cinta magnetofónica lo que he leído en
los libros. Por lo tanto, si lo que hago es leer lo que dicen los médicos, es
lógico que el estudio médico esté bien hecho.
Proseguía D. Venancio González: «y como católico he
de decir que después de la conferencia me fui a mi casa, y sentado ante el
crucifijo que tengo sobre la mesa de mi despacho, hice esta oración: “Señor,
gracias porque has querido quedarte en la Eucaristía para ser nuestro alimento
y nuestro fortaleza; pero gracias también porque dos mil años antes que el hombre
inventara la fotografía has querido dejar tu Sagrado Rostro estampado en este
lienzo, para que nosotros tengamos la dicha de ver la cara que tenías”».
Porque es así: vamos a tener la dicha de ver la cara que tuvo Jesús. No la que
pintó Velázquez o El Greco; porque por muy artista que sea un hombre, jamás un
artista ha podido pintar una cara de Cristo mejor que la que Él tuvo. Vamos a
ver la cara que tuvo Jesús.
Voy a presentaros dos rostros de Jesús. Uno, es un rostro deforme (ver foto
pág.OJO). Deforme, porque la cara de Cristo en la Pasión estaba deforme. A
Cristo le habían dado un estacazo en la cara; tenía un pómulo hinchado y tenía
el rostro deforme. Pero deforme también porque son las manchas que un rostro
deja en un lienzo. Y estas manchas no dan un rostro perfecto como una
fotografía sacada con una cámara fotográfica. Pero aunque sea deforme, tiene la
enorme emoción de que sabemos que eso es lo que dejó en el lienzo el rostro de
Cristo, sin que mano de hombre lo haya tocado jamás. Y claro, pensar que ésas
son las huellas del rostro de Cristo, es emocionante. Es impresionante.
Pero después voy a presentar otro rostro de Jesús. Una reconstrucción hecha por
Bruner, fotógrafo pontificio (ver foto pág. OJO): una
foto-robot. Lo mismo que hace la policía que cuando busca a un
individuo, aunque no lo haya visto nunca, con los datos que recoge, reconstruye
su rostro y hace una foto-robot de enorme parecido; esto es lo que ha hecho
Bruner. Por las manchas que han quedado en el lienzo ha reconstruido el rostro
de Jesús. Y nos presenta un rostro natural, un rostro tal como debió ser en la
realidad; no un rostro deforme como el otro. Podríamos decir que tenemos la
dicha de ver la misma cara de Jesús que vio María Santísima, pues es una foto
robot sacada de la huella que dejó en el lienzo la misma cara de Jesucristo.
Bruner nos presenta un rostro de una majestad, de una grandiosidad, de una
nobleza, de una unción, de una serenidad, de una amabilidad, de una bondad, de
una dulzura; y al mismo tiempo de una enorme virilidad. El Dr. D. Gregorio
Marañón, especialista en Sexología, como todo el mundo sabe, dice de este
rostro: «Así debió ser el rostro del varón
perfecto». Es un rostro escalofriante, que nos sobrecoge de emoción. Uds.
después lo podrán apreciar. Como dice el Padre salesiano, José Luis Carreño:
«Jamás se vio tan transido de vida el rostro de un muerto. Quizás porque su
muerte era fuente de nuestra vida».
Pero antes de seguir adelante quiero decir que esto que vamos a ver no es de
fe. No hay ninguna obligación de creer en esto. La Iglesia no me impone esto. ¿Por qué? Porque la
Iglesia sólo me impone las verdades dogmáticas que han sido reveladas por Dios.
Si alguien negara la existencia del infierno, automáticamente él mismo se pone
fuera de la Iglesia. Porque la existencia del infierno es dogma de fe: verdad
revelada por Dios. Si alguien negara la presencia real de Cristo en la
Eucaristía, automáticamente se pone él mismo fuera de la Iglesia. Porque la
presencia real de Cristo en la Eucaristía es dogma de fe: verdad revelada por
Dios.
Pero no creer en esta Sábana no es ningún pecado. Esto no es objeto de
Revelación. Esto no entra en el contenido de la Revelación. Es algo así como si
ahora nos encontráramos un registro civil donde se empadronaron José y María,
cuando fueron a Belén. Tendría un enorme valor histórico, pero no pertenece al
contenido de la Revelación.
La Iglesia no nos impone el Principio de Arquímedes. El Principio de Arquímedes
es verdad, y por el Principio de Arquímedes flotaban los galeones del Imperio
Romano, y flotan los superpetroleros de hoy. Es un principio de la Física, y es
la Física la que me impone el Principio de Arquímedes, no la Iglesia. La
Iglesia no se mete en si es verdad o deja de serlo. Hay cosas que no son de fe,
pero son verdad.
Y lo mismo voy a decir de las verdades históricas. La Iglesia no nos impone las
Pirámides de Egipto, ni el Partenón de Atenas o el Coliseo de Roma. Es la
Historia, es la Cultura. La Iglesia no se mete. Quien no crea en la Sábana
Santa no comete ningún pecado contra la fe. Lo comete contra la Historia y
contra la Cultura. La Sábana Santa al ser un documento histórico, es algo que
apoya a nuestra fe. Pero nuestra fe no se basa en ella. Si algún día se
demostrara que la Sábana Santa es falsa (lo cual no es nada probable dados los
estudios científicos realizados sobre el lienzo), nuestra fe quedaría intacta.
Porque nuestra fue no se basa en la Sábana Santa, sino en los Evangelios.
Habríamos perdido un documento histórico, pero nuestra fe no habría sufrido
ningún detrimento.
Entonces digo: la Sábana Santa no es de fe. Pero
el hecho de que no sea de fe no significa que no sea verdad. Significa que no
es verdad revelada, que es un documento histórico. Ahora, un documento
histórico que tiene todas las garantías de autenticidad. Esta Sábana Santa está
estudiada minuciosamente.
Segundo Pía, un abogado italiano, fue el primero que fotografió la Sábana
Santa. En 1898, al descubrirse la fotografía, Segundo Pía pide permiso para
fotografiar aquella Sábana. Fueron fotos muy malas —yo las he visto—. Primero
porque Segundo Pía era un abogado, aficionado a la fotografía, pero no era un
profesional. Y entonces la fotografía estaba en sus comienzos. Se había
inventado en 1840. La técnica era muy imperfecta. Y además tuvo unos
contratiempos en la iluminación. El hecho es que las fotos de Segundo Pía son
bastante malas.
Las que vamos a ver son de José Enrie, que es un fotógrafo profesional, y ha
hecho unas fotos perfectas con técnica mucho más avanzada. Las fotos de Segundo
Pía aunque imperfectas, tuvieron el enorme interés de que mostraron al mundo
entero que aquellas manchas en el lienzo, que a simple vista no se veían gran
cosa, al ser fotografiadas tomaban enorme relieve y mostraban la figura de un
hombre de cuerpo entero. Por eso se despierta en el mundo un gran interés por
estudiar la Sábana Santa.
El Papa Pío XI encargó a la Academia de Ciencias de París que hiciera un
estudio científico de esta Sábana. La Academia de Ciencias de París en su
estudio llega a esta conclusión: «El lienzo que hoy
se conserva en Turín es el mismo que cubrió el cadáver de Jesús de Nazaret».
Esto tiene especial importancia: Primero, por la
categoría científica de la Academia de Ciencias de París; pero además, porque
algunos miembros de esa Academia no eran creyentes, eran descreídos,
librepensadores, racionalistas: un Delage, un
Berthelot. Ellos prescindían de si Cristo es Dios. Naturalmente
aceptaban a Cristo-Hombre. Cristo es un personaje de la Historia que ha
existido, como sabemos que han existido Napoleón, Julio César o Alejandro
Magno. Cristo vivió en un país concreto: Palestina. Y en un tiempo determinado:
en tiempos de Poncio Pilatos. Y estos hombres, que no eran creyentes, después
de analizar el lienzo te dicen: «El lienzo que hoy se
conserva en Turín es el mismo que cubrió el cadáver de Jesús de Nazaret».
Ives Delage —famoso biólogo francés, agnóstico—, dijo lo
siguiente al tratar estas cuestiones: «Quise
permanecer fiel al espíritu y a las exigencias de la Ciencia. Me he esforzado
en encontrar la verdad sin preocuparme de que gustase o no a cualquier partido
religioso, ya que el que se deja influir en semejantes consideraciones sería un
traidor a los métodos científicos». El mismo Delage en solemne reunión
en la Academia de Ciencias de París no se recató en proclamar: «Es Cristo mismo quien se imprimió en esta Sábana
funeraria». «Yo reconozco a Jesús como personaje histórico, y no veo razón
alguna para que nadie se extrañe de que existan todavía huellas tangibles de su
vida en la tierra». «Si en lugar de tratarse de Cristo, se tratara de otro
personaje histórico, a nadie se le hubiera ocurrido poner las objeciones que
algunos ponen a la Sábana Santa».
El doctor Barbet, Profesor de Anatomía y prestigioso cirujano de París escribe:
«He aquí el resultado de mis investigaciones
anatómicas y demás estudios sobre las llagas de Cristo. Espero haber dado la
sensación, de acuerdo con la realidad, de haberlas realizado con independencia
de espíritu y con la máxima objetividad científica. Las empecé con cierto
recelo y escepticismo. O al menos con dudas cartesianas, muy dispuesto a
contrastar las huellas del sudario y negarle autenticidad si no coincidían con
la realidad anatómica. Por el contrario, los hechos iban paulatinamente
agrupándose en un haz de pruebas cada vez más convincentes. No solamente las
imágenes se explicaban con una sencillez y una claridad que consagraban su
veracidad, sino que hasta cuando parecían anormales la experiencia enseñaba que
eran tales como debían ser, y que no estaban a la manera como las hubiera
realizado un farsante siguiendo las tradiciones iconográficas corrientes. La
anatomía da testimonio en favor de su autenticidad, en pleno acuerdo con los
textos evangélicos. Poseemos por tanto el sudario de Cristo, legado de la
efigie de su cuerpo y de las huellas de su sangre. Ésta es la reliquia más
insigne del mundo. Reliquia corporal del Divino Redentor. Para quien sabe
interpretarla y gusta de reflexionar es la más hermosa y emocionante de las
meditaciones de la Pasión».
Los dos mayores impugnadores de la autenticidad de la Sábana Santa de Turín
fueron los sacerdotes católicos Ulysse Chevalier, francés, y Herbert Thurston,
inglés, que escribió contra la autenticidad de esta Sábana en la revista
mensual «The Month» y en la Catholic Encyclopedia de 1912. Los dos afirmaban
que la imagen era una pintura fraudulenta, lo cual hoy, después de los estudios
microscópicos realizados sobre el lienzo, es algo absolutamente inadmisible,
pues entre hilo e hilo no hay pintura. Si yo con un pincel hago una raya en un
lienzo, dejo pintura entre los hilos.
Otro famoso impugnador de la Sábana Santa fue el Obispo de Troyes, Pierre
D’Arcys, que pidió al Papa Clemente VII prohibiera la exhibición de la Sábana
Santa por ser una pintura fraudulenta. El Papa no le hizo caso, y hoy sabemos
que no es pintura, pues entre los hilos, mirados al microscopio, no hay
pintura. Su predecesor, Henry de Poitiers, llegó a decir que conocía al pintor.
Sin duda se refería a una de las muchas copias pintadas de la Sábana Santa que
entonces circulaban por Europa.
Por cierto, que tenéis en Oviedo el complemento de la Sábana Santa de Turín.
Vosotros la llamáis Sudario, traducción literal del latín evangélico, pero en
español sudario suena a sábana, y de hecho se trata de un pañuelo. El sudario
de los antiguos era un pañuelo para secarse el sudor. Lo que está aquí en
Oviedo tiene manchas de sangre, pero no tiene imagen. Monseñor Ricci, que es
uno de los hombres que más sabe en el mundo sobre la Sábana Santa de Turín, ha
estado dos veces en Oviedo estudiando este pañolón, su tejido, las manchas de
sangre, etc., y ha dicho que ha quedado favorablemente impresionado.
Este pañuelo que mide unos 90 x 50 cms. se descubrió en una arqueta con otras
reliquias escondida en el Monsacro por el año 800. Se la trajeron los
cristianos que venían huyendo de la invasión árabe. Estaba en Toledo, a donde
llegó desde Cartagena, a donde llegó por mar de Cartago al ser invadida por los
árabes. A Cartago la llevaron por el norte de África desde Jerusalén, los
discípulos de los Apóstoles en un arca de madera con otras reliquias por temor
a los persas de Cosroe II que habían invadido Palestina el año 614. Es decir,
que tenéis en Oviedo el complemento de la Sábana Santa de Turín. ¡Ya podéis estar orgullosos!
Como decía, nuestra fe se basa en el Evangelio, no en la Sábana Santa. Si algún
día se demostrara que la Sábana Santa de Turín es un fraude, habríamos perdido
un documento histórico, pero nuestra fe quedaría en pie. Pero no es fácil que esto
se demuestre. El Padre Mauricio Iriarte, un sabio jesuita, que es un hombre muy
serio, muy profundo, auténtico investigador, en un trabajo que publicó en el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dice de este lienzo:
«1.º Los estudios científicos realizados sobre este lienzo
excluyen toda posibilidad de fraude: esto, desde luego, no es un fraude.
2.º Todo lo
que muestra el lienzo está perfectamente de acuerdo con lo que dicen los Santos
Evangelios.
3.º La
trayectoria histórica de este lienzo goza de numerosos documentos que se
conservan en los archivos.
4.º Ni el
análisis intrínseco del lienzo ni los testimonios extrínsecos dan ningún
argumento razonable para que esto sea rechazado».
Esto no es obligatorio creerlo. No. Y el que no quiera creerlo no comete ningún
pecado. Pero no tiene razones. No hay razones serias para rechazar esto. Porque
todos los estudios realizados confirman su autenticidad. Por lo tanto, el que
no quiera aceptarlo, que no lo acepte; pero que sepa que no tiene razones
serias para no aceptarlo.
Bien. Pues voy, brevemente —me estoy extendiendo mucho— a decir algunas razones
por las cuales la Academia de Ciencias de París afirma que este lienzo es
auténtico:
PRIMERO. Este lienzo es contemporáneo de Cristo, pues se tejió
en unos telares que dejaron de funcionar después del siglo I de nuestra era.
Por lo tanto este lienzo es de los tiempos de Cristo.
Y algunos preguntan: -«Padre, y ¿cómo se puede
conservar un lienzo dos mil años?»
Pues sí. Porque el lino en ambiente seco se conserva indefinidamente. En el
museo del Louvre de París, se conservan telas que tiene 3.000 años de
antigüedad, y conservan todavía esa aspereza de superficie propia de un tejido
nuevo.
En las excavaciones de Rebenhausen, en Suiza, se han encontrado trozos de lino,
que datan 3.000 años antes de Nuestra Era, y ostentan un diseño en la textura
muy parecido al de la Sábana Santa.
Lo mismo sucede en las excavaciones de Palmira, a 300 kms. de Jerusalén, cerca
de Damasco; y Antinoe, en Egipto, donde se han encontrado lienzos fúnebres de
estructura y grandeza semejantes a los de la Sábana Santa.
SEGUNDO. Dice la
Academia de Ciencias de París: la imagen que hay en
este lienzo no está pintada por ningún hombre.
¿Por qué? Porque es
un negativo. Y es imposible que un medieval pintara en negativo. El
hombre medieval no conocía lo que es un negativo. Ya sabéis que el negativo es
la inversión del blanco y del negro. Nosotros, después que el siglo pasado se
inventara la fotografía en 1840, hemos tenido en nuestras manos un cliché
fotográfico. Nosotros fácilmente interpretamos la inversión del blanco y del
negro; pero un medieval, que no conocía la fotografía, ¿cómo iba a pintar
invirtiendo el blanco y el negro? Sería absurdo. Cuando un medieval pintaba un
ojo, pintaba la pupila negra y el globo blanco. Pero, ¿cómo
iba a pintar la pupila blanca y el globo negro? Sería absurdo. Sería
grotesco. Nadie en la Edad Media pudo pintar en negativo. Hoy sí. Porque la
fotografía nos ha familiarizado con la técnica del negativo y ésta se emplea
continuamente en tipografía. Pero en la Edad Media, nadie.
Mirad, una anécdota que tiene gracia. Uno de los mejores libros que hay
escritos en español sobre la Sábana Santa, es de un Padre salesiano, José Luis
Carreño. Se titula: «El Retrato de Cristo». Está
muy bien hecho. Recoge lo que otros libros dicen. Pero tiene una cosa original
que tiene su gracia. Para demostrar que es imposible que un medieval pintara en
negativo, dice: «Para un medieval pintar en
negativo es tan absurdo como para nosotros leer al revés. ¿Es que hay alguien
de nosotros que se entretenga en leer al revés? Nadie lee al revés, porque no
se entera de nada. Pues lo mismo que nosotros no leemos al revés porque no
entenderíamos nada, los medievales no pintaban al revés porque no se
enteraban».
Y él pone este ejemplo. Vamos a ver si hay alguien que sea capaz de entender lo
que voy a decir leyendo al revés.
Sanirdnolog sarucso sal nárevlov
ragloc a sodin sus nóclab ut ed.
He leído en castellano, pero al revés. ¡Si parece ruso! Ruso, no. Lo que he
leído son los conocidísimos versos de Bécquer:
Volverán las oscuras golondrinas
de tu balcón sus nidos a colgar.
Leído al derecho, suena a Bécquer; y leído al revés suena a ruso.
Pues dice el padre Carreño: «Lo mismo que es grotesco
para nosotros leer al revés, porque no nos enteramos; lo mismo para un medieval
pintar al revés, invirtiendo el blanco y el negro».
Lo que tenemos en la Sábana Santa es un negativo fotográfico. Esto desde luego
no es pintura. Esto no lo ha hecho ningún hombre. Un medieval no podía pintar
en negativo.
Hay por el mundo unas cuarenta copias de la Sábana Santa. Varias de ellas en
España. Pero la mayoría son regulares. Son muy buenas las que se conservan en
Santiago del Estero (Argentina) y en la residencia de los Jesuitas de Génova
(Italia). En España, una de las mejores que yo he visto está en Campillo de
Aragón, cerca del Monasterio de Piedra, por Calatayud. Fue regalada por el Gran
Maestre de la Orden Hospitalaria de Malta, hijo del pueblo.
Cuando pronuncié esta conferencia en el cine Goya de Alicante me preguntaron
que qué opinaba yo de la Santa Faz de Alicante. Y cuando di esta conferencia en
Jaén, que qué opinaba yo del Santo Rostro de Jaén.
Yo contesté: -Mirad, es elemental no opinar de lo
que no se conoce. Yo la Sábana Santa de Turín la he estudiado a fondo;
pero ni la Santa Faz de Alicante, ni el Santo Rostro de Jaén los he estudiado.
Por lo tanto no opino. No sé.
Ahora, lo que sí puedo decir es que tanto la Santa Faz de Alicante, como el Santo
Rostro de Jaén no pretenden ser de la Sábana Santa. Dicen que son de la
Verónica. Es otra cosa. ¿Es verdad o no? No
sé. Prescindo. No lo he estudiado. Pero desde luego son otra cosa.
Y además son pinturas. Algún artista de aquel tiempo tuvo el mal gusto -no lo
culpamos, gustos de la época; y quizás por mandato de alguien- al ver que en
aquel lienzo los rasgos de Cristo se veían poco, los remarcó pintando encima.
Claro, lo estropeó.
Ahora, lo que yo veo en la Santa Faz de Alicante y en el Santo Rostro de Jaén
es un rostro pintado. ¿Qué es lo que hay debajo? No sé. No lo he estudiado.
Hay otro paño de la Verónica en la Basílica de San Pedro en Roma.
Y termino ya diciendo que esto es tan serio que al Dr. Hyneck, que se llamaba a
sí mismo «ateo rabioso», encontró la fe estudiando este lienzo. Yo he leído su
libro donde lo dice.
Me acuerdo que cuando puse esta conferencia en Málaga, después alguien
preguntó: -Padre, ¿esta Sábana ha hecho algún
milagro? Contesté: -Que yo sepa no. Pero
me acordé. -Bueno, uno. Fenomenal. La conversión de un ateo. Eso es más
milagroso que todo milagro de orden físico: un
milagro de orden moral. Un hombre que no creía, un hombre que era ateo,
y que tiene una página preciosa, delicadísima, en su libro, donde dice cómo
encontró la fe estudiando la Sábana Santa de Turín.
Esto que van a ver es una meditación maravillosa de la Pasión. No fruto de una
imaginación calenturienta, sino fruto del estudio médico sobre el lienzo.
Es muy frecuente que después de esta conferencia haya gente que quiera
confesarse. Varias veces me lo han pedido. Han sentido verdadero dolor y
arrepentimiento de su vida ante los sufrimientos que Cristo pasó por nosotros.
Por eso se me vienen a la cabeza aquellas palabras de San Ignacio de Loyola en
los Ejercicios: «Viendo lo que Cristo ha hecho por
mí, ¿qué voy yo, en adelante, a hacer por Cristo?»
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