domingo, 26 de febrero de 2023

EL HOGAR FELIZ QUE TODOS QUEREMOS

Un buen hogar siempre estará donde el crecimiento sea por el mismo tronco.

Por: P. Dennis Doren, LC | Fuente: Catholic.Net

Un buen hogar siempre estará donde el camino esté lleno de “paciencia”; la almohada, de secretos; el perdón, de rosas. Estará donde el puente se halle tendido para pasar, las caras estén dispuestas para sonreír, las mentes activas para pensar y las voluntades deseosas para servir.

Un buen hogar siempre estará donde los besos tengan vuelo, y los pasos, mucha seguridad; los tropiezos tengan cordura y los detalles significación; la ternura sea muy tibia y el trato diario muy respetuoso; el deber sea gustoso, la armonía contagiosa y la paz dulce.

Un buen hogar siempre estará donde el crecimiento sea por el mismo tronco y el fruto por la misma raíz. Donde la navegación sea por la misma orilla y hacia el mismo puerto; la autoridad se haga sentir y, sin miedos ni amenazas, llene la función de encauzar, dirigir y proteger. Donde los abuelos sean reverenciados, los padres obedecidos ¡y los hijos acompañados!

Un buen hogar siempre estará donde el fracaso y el éxito sean de todos. Donde disentir sea intercambiar y no guerrear. Donde la formación junte los eslabones ¡y la oración forme la cadena! Donde las pajas se pongan con el alma y los hijos se calienten con amor. Donde el vivir esté lleno de sol y el sufrir esté lleno de fe.

Un buen hogar siempre estará en el ambiente donde naciste, en el huerto donde creciste, en el molde donde te configuraste y el taller donde te puliste.

Y muchas veces será el punto de referencia y la credencial para conocerte, porque el hogar esculpe el carácter, imprime rasgos, deja señales y marca huellas.

Con buenos hogares se podría salvar al mundo, porque ellos tocan a fondo la conducta de los hombres, la felicidad de los pueblos y la raíz de la vida.

             Señor Jesús, Tú viviste en una familia feliz.

            Haz de esta casa una morada de tu presencia, un hogar cálido y dichoso.

            Venga la tranquilidad a todos sus miembros, la serenidad a nuestros nervios, el control a nuestras lenguas, la salud a nuestros cuerpos.

             Que los hijos sean y se sientan amados, y se alejen de ellos para siempre, la ingratitud y el egoísmo.

            Inunda, Señor, el corazón de los padres de paciencia y comprensión, y de una generosidad sin límites.

 

            Extiende, Señor Dios, un toldo de amor, para cobijar y refrescar, calentar y madurar a todos los hijos de la casa.

             Danos el pan de cada día  y aleja de nuestra casa el afán de exhibir, brillar y aparecer; líbranos de las vanidades mundanas y de las ambiciones que inquietan y roban la paz.

             Que la alegría brille en los ojos, la confianza abra todas las puertas,  la dicha resplandezca como un sol; sea la paz la reina de este hogar y la unidad su sólido entramado.

             Te lo pedimos a Ti que fuiste un hijo feliz  en el hogar de Nazaret junto a María y José.

             Amén.

             El Hogar donde yo vivo:

Es un mundo de dificultades afuera y un mundo de amor adentro.

Es el sitio donde los pequeños son grandes y donde los grandes son pequeños.

Es el mundo del padre, el reino de la madre, y el paraíso de los hijos.

Es el lugar donde rezongamos más y donde somos tratados mejor.

Es el centro de nuestros afectos, alrededor del cual, se tejen nuestros mejores deseos.

Es el sitio donde nuestro estómago recibe tres comidas diarias y nuestro corazón mil.

Es el único lugar de la tierra donde las faltas y los fracasos de la humanidad quedan ocultos bajo el suave manto del AMOR.

La excelencia en el hogar implica un esfuerzo común de los esposos, y luego de los hijos, por crear un lugar con un clima de cariño y ayuda mutua, con tradiciones y personalidad propias, fruto también de unos trabajos que trascienden la cotidianidad y la materialidad. Así, nuestro hogar será bendecido, iluminado y todos seremos felices viviendo en él…

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