Me rompe el corazón el abandono que la esposa ha hecho de un amigo mío. Ella no podía haber hecho las cosas con más maldad. Allá ella. Existe una Justicia en el mundo que contempla todo en silencio, pero que cuando actúa, su sentencia es inapelable.
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Un primo
mío, con el pasar de los años, se ha convertido en uno de mis mejores amigos.
Le llamo con frecuencia. Hablo con él como con pocas personas. La amistad ha
ido creciendo y consolidándose. No tiene precio poder llamar a alguien sin
temor a abusar por haber llamado mucho, el poder alargarse sin tener nada que
contar, por el placer de hablar con el otro.
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He hablado
con el editor de México que fue el primero en publicar Summa Daemoniaca en
el año 2004. Lleva años retirado del mundo de la publicación de libros. Hemos
recordado aquellos tiempos. ¡La primera vez que se
publicó! Qué fresco era todo. Qué jóvenes éramos él, su socio y yo. Ni
él ni yo sospechábamos que iba a extenderse este título del modo que lo hizo.
Es una de las preguntas para las que no tengo respuesta: ¿cuánta gente ha leído esa obra?
En papel sí
que sé cuántas copias se vendieron y a cuántas lenguas se tradujo: está
publicado en ocho lenguas. Hoy día está incluso en audio en Youtube, en varias
versiones. Ayer me vinieron a visitar unos simpatiquísimos lectores de Zaragoza
con los que almorcé y paseé.
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He releído
un buen rato unos capítulos de La Regenta.
Leerla casi me desmoraliza. Su perfección resulta para mí tan admirable como
inalcanzable. Hay escritores y escritores, como hay montañas y montañas, cada
una con su propia altura.
Mis densos
valles de bosques demoniacos son peculiares. He necesitado una vida para que
crecieran. Bosques cuajados de peñascos novelísticos. Por aquí y por allí con
setas de ensayos.
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Por el
trabajo nunca he pospuesto la amistad con mis conocidos o el encuentro con los
lectores porque la escritura para mí ha sido algo instrumental, para conseguir
lo humano. Los libros siempre podían esperar.
No sé qué me
deparará el libro de mi vida. La existencia siempre tiene la capacidad de
podernos sorprender, incluso para bien.
P. FORTEA
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