¿Empezamos esta Semana Santa con un corazón abierto a este asombro o vamos a escuchar el mismo cuento de todos los años?
Por: Franco Lanata | Fuente: Catholic-link.com
“Existe un Rey por sobre todos los reyes, detrás de todos los
reyes, y los más grandes reyes de la tierra no son sino oscuros reflejos del
verdadero Rey. Desde la quietud el Rey pronunció la luz, las formas, la
belleza, la vida. Él creó a la humanidad a su imagen y semejanza y la humanidad
caminó con el Rey pero esta relación no duraría. Un nuevo rey ascendería al
trono de cada corazón humano. El pecado, un rey con muchos nombres: lujuria,
adicción, codicia, envidia, violencia, orgullo. Su reinado trajo miseria y
muerte pero el verdadero Rey hizo la promesa de que algún día la humanidad
encontraría refugio bajo Él. Un
día el verdadero Rey retornaría en un pueblo oscuro, recostado en un pesebre,
en medio de la pobreza, la violencia y la opresión. Esa promesa fue
cumplida, el Rey no vino como un emperador pero sí como un servidor, no para
juzgar sino para salvar rompiendo el poder del pecado, abriendo camino a los
hombres para volver a casa como hijos e hijas del Rey. ¡Él es el Rey de reyes! Su nombre es Jesús”.
Podemos imaginarnos ahora al cuenta-cuentos
cerrando su libro y levantando la mirada por sobre sus anteojos para mirar el
rostro asombrado de los niños que lo escuchan. Y es que este relato recuerda a
esos cuentos que escuchan los niños antes de acostarse: la trama es sencilla, las acciones son coherentes, aparece un problema
que intriga y que compromete, y finalmente aparece un héroe que ayuda a que la
historia termine de manera feliz.
Hasta aquí una descripción desde las formas del
relato anterior realizado por Dan Stevers, pero en realidad desde el inicio nos dimos
cuenta de qué historia se trataba. Ese cuento nos tiene
completamente implicados, esos hombres mencionados somos nosotros, esas
aparentes analogías e imágenes resultan no serlo en absoluto. Esa historia es verdadera y
permanece abierta a seguirse escribiendo.
El mundo en el que vivimos será testigo de las
celebraciones que realizaremos en esta Semana Santa cuando celebremos con fe el
misterio de la Pascua del Señor. Verán distintas manifestaciones religiosas en
las calles y cerca de las Iglesias y tal vez dirán en su interior: “Estos siguen creyendo en esos cuentos”. La
Iglesia ha recibido esos comentarios desde los inicios, basta revisar los
relatos de los Evangelios y de los Hechos de los apóstoles para constatarlo. Es que anunciar lo que anunciamos nos puede definir sólo de dos maneras:
somos unos ilusos engañados o somos testigos de la mayor maravilla del mundo.
Estamos a puertas de que nuestra Madre la
Iglesia nos cuente una vez más la mejor y más verdadera historia de todas. ¿Empezamos esta Semana Santa con un corazón abierto a
este asombro o vamos a escuchar “el mismo cuento” de todos los años? ¿Hay
todavía en nosotros un corazón como el de un niño atento capaz de quedar
deslumbrado con un relato al punto de pedir que se lo cuenten otra vez, sin
acostumbrarse y sin aburrirse? Que podamos ser parte de
aquellos sobre quienes dice el Señor: “Te alabo,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los
sabios y los inteligentes, y se las has revelado a los niños” (Mt
11, 25).
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