EL DOCTOR ANTHONY LEVATINO YA VIVÍA UN CONFLICTO MORAL CON ALGUNAS TÉCNICAS ABORTIVAS
ANTHONY LEVATINO, EN UNA CONFERENCIA EL 22 DE SEPTIEMBRE DE 2012, OFRECIÓ SU TESTIMONIO MOSTRANDO ALGUNOS DE LOS INSTRUMENTOS EMPLEADOS PARA ARRANCAR A PEDAZOS EL CUERPO DEL BEBÉ.
El doctor Anthony Levatino comenzó a realizar
abortos en 1977 en el estado de Nueva York, como parte de su formación en
Obstetricia. Tras licenciarse en 1980 continuó practicando abortos, primero en
Florida y después en Nueva York.
Llegó a practicar 1.200 abortos. Por entonces era partidario de
los "derechos de la mujer", aunque reconoce que a veces le
pesaba en la conciencia realizar ciertos tipos de aborto.
La muerte de su hija le ayudó a abrir los ojos ante las atrocidades que
había cometido. Ahora ha cambiado su forma de pensar y se arrepiente. Y además
difunde desde hace años unos vídeos explicando la técnicas
abortivas que están sirviendo
para que muchas personas se conciencien del horror de esta práctica.
En el testimonio
que el doctor ofreció en 2012 para el portal Pro Life Action, cuenta que eliminó a bebés hasta de 24 semanas
mediante técnica de envenenamiento por solución salina u otros métodos
más terribles como el que se esconde bajo las siglas “D
y E” (dilatar el cérvix
y extraer al bebé hecho trozos).
"Sé
que he hecho cientos de procedimientos… con las pinzas en la mano, introduciéndome en el
útero de alguien y arrancando a un bebé”,
dice con arrepentimiento.
PRACTICAR ABORTOS SALE
RENTABLE
¿Por qué los médicos
realizan abortos?, se pregunta Anthony. Sin dudarlo
reconoce que "en primer lugar lo hacen por dinero y
aplastando la propia conciencia
bajo un discurso que desconoce los derechos del no nacido, su calidad de ser humano
desde el momento de la concepción".
“Es rentable, sí, ¡hay mucho dinero en esto! Obtienes mucho dinero haciendo
abortos… He escuchado muchas veces a otros obstetras decir: Bueno, yo no soy
realmente pro aborto, estoy a favor de la mujer", dice.
"¿Cuántas veces hemos escuchado esto?... Que
de alguna manera la destrucción de una vida es para apoyar a la mujer. Una gran
cantidad de ginecólogos usan esa justificación para sí mismos. Yo solía
hacerlo. No es difícil convencerse de ello. Durante mi residencia de
obstetricia (formación en la especialidad), al menos una o dos veces a la
semana me correspondía hacer hasta seis abortos en una mañana usando
la técnica de aspirado conocida como D & C", recuerda.
Este es un procedimiento también conocido como de “succión
y legrado”. Dilatan el
cuello uterino de la madre hasta que es lo suficientemente ancho como para
introducir una cánula en el útero. La cánula es un tubo plástico hueco que se
conecta a un tipo de bomba al vacío mediante una manguera flexible.
Quien está realizando el aborto
desplaza la punta de la cánula por la superficie del útero causando que el bebé se despegue y sea absorbido por la bomba, ya sea completo o en
pedazos.
El líquido amniótico y la placenta se extraen de igual modo por ese
tubo. Cualquier parte que haya quedado en el interior de la madre es raspada
del útero por un instrumento llamado cureta.
Después de esto, se le da otra pasada al útero con la máquina que succiona,
para asegurarse de que ninguna parte de la criatura
quedó dentro de la madre.
REMORDIMIENTO DE
CONCIENCIA
Al realizar estos
procedimientos “tuve algunas complicaciones, como todo el mundo. Úteros perforados, sangrados, infección… Sólo Dios
sabe cuántas de esas mujeres son ahora estériles”, reconoce el profesional.
Levatino recuerda que ya en su período de formación le causaba conflicto
realizar las prácticas abortivas mediante solución salina.
En especial vivía “un conflicto tremendo”, dice, al practicar la técnica de inyectar una solución salina a la madre: “Veías nacer un bebé entero (muerto por envenenamiento y buena parte de su cuerpo quemado)... y a veces estaban vivos. Era algo aterrador que me revolvía el estómago y afectaba mi vida".
La contradicción interior era brutal, pues desde hacía algún tiempo el doctor
Levatino y su esposa habían descubierto que eran infértiles. Llevaban dos años
casados y anhelaban ser padres: “Empezamos a buscar
desesperadamente un bebé para adoptar, cuando yo estaba tirando a la basura a razón
de nueve o diez bebés a la semana…”
ES UN SER HUMANO
Normalmente la práctica
profesional de un obstetra incluye ayudar
y acompañar a las personas que desean ser padres. Una máquina de
ecografía es una herramienta habitual, de la cual se sirven para esa tarea que
busca el cuidado de la salud de la madre y del ser humano que se va gestando en
su vientre.
Levantino tiene la certeza de que "no es un mero ´producto´ lo que habita en el vientre de una madre": “Como médico sabes que son niños; que se trata de seres humanos con brazos, piernas, cabeza y que se mueven, son muy activos… Cada vez que escaneas hacia abajo en el útero de alguien lo reafirmas. ¡Porque ves los niños allí, corazones palpitantes, brazos alzándose! No hay mejor noticia para mí que mostrar un latido del corazón y decir: 'Su bebé está bien'. Como ginecólogo lo haces continuamente… Y entonces, una hora más tarde, cambias tu ropa, entras en una sala de operaciones y haces un aborto. Si tienes algo de corazón, te afecta”.
SER PADRE LE HIZO RECAPACITAR
Finalmente y después de pasar por
varias agencias de adopción sin éxito, Levatino y su esposa decidieron
contactar personalmente a los 45 obstetras de la ciudad confiando en que alguno
de ellos tuviera información de “un bebé disponible
para adopción privada”.
Tras cuatro meses de espera, la estrategia dio resultado. “Un día recibimos una llamada, nunca olvidaré ese día.
Tres días después habíamos adoptado una saludable niña pequeña.
Estábamos felices. La llamamos Heather”.
Tras graduarse, Anthony se asoció con un ginecólogo que era conocido por su
habilidad en la técnica de abortos “D&E”,
que extrae los bebés a trozos. El negocio crecía y en paralelo
la familia también, pues contra
todo pronóstico la esposa quedó embarazada y nació un hijo.
Anthony no estaba cómodo con su trabajo, pero necesitaba el dinero
-se dijo a sí mismo-, y así permaneció en ese negocio oscuro los años siguientes…
Fueron alrededor de 12.000 los abortos en cinco años que realizó el médico obstetra
Anthony Levatino. Pero hubo un hecho en su vida que lo
cambió todo: la muerte de Heather.
UNA MUERTE QUE VALE POR TODAS LAS DEMÁS
La vida parecía idílica para
Anthony y su esposa. La desgracia ocurrió el 23 de junio de 1984. "Tenía turno ese día, pero estaba aún en casa con
algunos amigos antes de partir", cuenta el médico.
Los hijos de todos ellos jugaban en el fondo del patio. “A las 7:25 de la
noche, oímos el chirrido de los frenos enfrente de la casa.
Corrimos fuera y Heather yacía en la carretera. Hicimos todo lo que pudimos,
pero ella murió. Cuando pierdes un hijo, tu hijo, la vida es muy
diferente. Todo cambia. De repente, la idea que tenías de la vida de una
persona se vuelve muy real. No es un curso de embriología más. No es sólo un
par de cientos de dólares. Es la cosa real. Es a tu hija a quien
entierras"…
Después de ver morir y enterrar a su hija de seis años, sólo pensar en tomar
las armas para eliminar vidas humanas era una tortura para este
ginecólogo. “Yo perdí a mi hija, alguien
precioso para mí, y ahora iba a tomar al hijo de alguien destrozándolo,
desgarrándolo desde su vientre. Estaría matando al hijo de alguien. Me empecé a
sentir como un asesino a sueldo. Eso es exactamente lo que era…”
A partir de este momento, Anthony abandonó
toda práctica de aborto y desde el fallecimiento de Heather comenzó a
dar su testimonio en defensa de la vida
en diversos medios de comunicación y conferencias públicas que están
disponibles online y en sitios web como Pro Life
Action League, Priests
For Life, Life News y Portaluz.
(A continuación ofrecemos subtitulada en español la
entrevista de Lila Rose al doctor Levatino en la que explica su historia
personal como abortero y ahora como médico provida.)
Artículo publicado en ReL el 29 de marzo de 2016 y actualizado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario