Las agendas parecen dominarlo todo: tiempo, familia, programas, intereses. Pero ¿realmente eso es todo?
Por: María Ducos | Fuente: New Fire
Nuestros planes cobran vida
si están escritos en ese pedazo de papel con calendarios que llevamos a todos
lados o en ese rincón del celular desde el cual se disparan alertas
continuamente. Corres
de reunión en reunión, y al salir del trabajo sigues de maratón en el
supermercado, con actividades de hijos, en el gimnasio o quién sabe en qué
ocupación extra.
Pero ¿cuántas veces
has sido creativo a la hora de diseñar tu semana y reservarte una hora para
asistir a misa, rezar el Rosario o simplemente ir a visitar a ese amigo que
está un poco triste y necesita compañía de la buena? Los cristianos sabemos que seguir a Jesús implica
unirse a él en cada cosa que hacemos pero que, sin combustible, sin grandes
dosis de empuje, todo se hace bastante cuesta arriba.
Recargando baterías
¿Dónde encontrar la fuerza,
las ganas de sobreponerse, de ser mejores, de alcanzar una vida plena en cada
cosa que hacemos? El gran secreto está mucho más cerca de lo que te imaginas. Es en
la Santa Misa y en los sacramentos donde hallarás el verdadero sentido que
tienen tus quehaceres y obligaciones, y toda tu vida se teñirá de una
trascendencia que te permitirá ver con claridad lo que realmente importa.
¿Qué hay en la Misa que no
te puedes perder? Allí se esconde algo demasiado valioso, y reservado a los que
confían: TIEMPO. Al
asistir a la celebración de la Eucaristía, el principal regalo que te regala
Dios es Él mismo, con sus mismísimos oídos y su corazón puro. Al recibirlo en
la hostia consagrada, empieza dentro del corazón una comunión muy fuerte y
única entre Creador y creatura. En este espacio, Dios se pone a nuestra
disposición para que le abras tu alma. ¿Qué no está
tan bien como quisieras? ¿En qué necesitas ayuda? ¿Cómo resolver tal o cual
problema? ¿De qué le darás gracias?
LAS
VENTAJAS DE LA ORACIÓN
Si eres capaz de dedicar un rato de oración diario a hablar con Jesús, a tener un diálogo sincero y personal, verás cómo de aquí sacarás la fuerza para enfrentar cada día y la respuesta a tantos interrogantes. “Conviene que Él crezca y que yo disminuya” decía San Juan Bautista y esta es la actitud para empezar tu amistad con Dios. Comienza por contarle tus preocupaciones, tus deseos y aspiraciones, tus dudas e incertidumbres y hazte amigo del silencio que es allí donde Jesús habla al corazón. Y de a poco sentirás que es Él quien desde hace tiempo está intentando meterse en tu alma y susurrarte esas palabras de aliento que te harán resurgir una vez más.
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