Hace unos días se llevó a cabo en varios países el «Black Friday». Una costumbre que empezó hace algunos años, en la cual los negocios venden sus productos con considerables descuentos, en algunos casos casi regalándolos.
Seguramente la conozcas, o tal
vez hasta participaste de ella alguna vez. Esta costumbre se ha vuelto una
locura en ciertos lugares.
He visto videos en redes
sociales en los que se muestran filas interminables de personas esperando a
entrar corriendo a un shopping.
Otras peleando por un
pantalón, otros revolviendo pilas enormes de ropa sin saber qué buscan,
llenándose de bolsas con cosas que probablemente no necesitan.
Imágenes de tantas y tantas
personas que entran y salen de estos negocios, dando la sensación de que, en
realidad, no les interesa comprar un producto específico, sino
conseguir «algo» al menor precio posible. Lo que sea.
Podrían hacerse muchos comentarios
sobre esto: en torno al consumismo y materialismo, o al individualismo. Sin
embargo, en medio de ese caos de black friday y de época navideña en la que se
disparan las compras, se me ocurrió otra reflexión:
DIOS NO FUNCIONA EN MODO BLACK FRIDAY
Qué diferente es el modo en
que Dios nos busca: Dios no funciona en modo «Black
Friday». A Él no le da lo mismo «qué
conseguir».
Por ejemplo, en la última
época de sale vi a una señora buscando unos zapatos negros. Como no los
encontró, compró unos azules diciendo «total están
baratos». Al final, le daba lo mismo.
Pero
Dios es diferente. Él busca al hombre, Dios me busca a mí y a ti en particular. Con nombre y apellido, y no
para de hacerlo. Nadie «le da lo mismo».
Es cierto: quiere que todos
estemos con Él, pero a cada uno lo busca y lo llama de un modo especial. La
Palabra de Dios nos lo deja muy en claro a través, por ejemplo, de numerosas
parábolas.
«Si alguien
tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo
y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?» (Lc. 15, 4).
DIOS NO NOS BUSCA UN DÍA ESPECÍFICO… ¡NOS BUSCA
SIEMPRE!
Yo también he pensado al
necesitar un producto específico: «no, mejor voy a esperar a que tenga rebaja
de precio para comprarlo». Y no está mal, pero tal vez me perdí meses sin esa
cosa que necesitaba, hasta el día en que me decidí a buscarla.
Con Dios no pasa eso, Él no
pierde ni un segundo para buscarnos. Desde toda la eternidad, incluso lo vemos
en el relato del Génesis: «¿Dónde estás?» (Gn.
3, 9).
Y si nos fijamos, todos los días nos cruzamos con realidades que nos dicen
a gritos que Dios nos invita a estar con Él.
A DIOS NO LE IMPORTA EL PRECIO QUE TENGA QUE PAGAR
Pagaría lo que fuera por
nosotros. Y de hecho lo hizo, llegó a la cruz por nosotros. ¡Entregó su vida misma! Se hizo hombre y murió por
nosotros. Porque nada le es más importante que tenernos con Él.
«Sabiendo Jesús
que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado
a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn. 13, 1).
ESPERARÍA HORAS, DÍAS, MESES, ¡AÑOS! EN «FILAS»
MUCHO MÁS LARGAS QUE LAS NUESTRAS
¡Lo hace! A veces tenemos una
lista de cosas por hacer o de prioridades en nuestras vidas, en las que Dios
está en último lugar.
Y Él espera. Permite que, en
nuestra libertad, «lo dejemos en la fila», aunque
Él sepa que nada nos haría más felices que tenerlo siempre primero en la lista.
Y nunca se va de la fila, esté
en el lugar que esté. Nos espera, y se alegra cuando volvemos a Él. Como el
padre en la parábola del
Hijo pródigo:
Lc. 15, 20). «Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se
conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó»
DIOS NO COMPITE, AMPLÍA EL CORAZÓN
Frente a cualquier objeto
escaso (dirían los economistas) si alguien lo compra, pasa a ser posesión de
esa persona y otra persona no puede tenerlo. Esto limita y podría llegar a
hacernos egoístas y competitivos.
En cambio, si Dios «nos consigue», si somos su posesión, logra que
nos abramos más que nunca a los demás. Que nos abramos realmente los unos a los
otros para amarnos y
hacernos verdaderamente hermanos.
¡Y realmente es
así! «Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada —absolutamente nada— de
lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Solo con esta amistad se abren
las puertas de la vida» (Benedicto XVI).
Él no quita nada, y lo da todo.
Por supuesto, vale aclarar, que no podemos comparar a ningún hombre con el
mejor de los productos que vendan en Black
Friday, ni Dios quiere «comprarnos».
Pero espero que se entienda lo
que quiero transmitir. La lógica de Dios, nunca es la de los hombres (¡menos mal!).
Este no es un artículo para
que reflexionemos sobre nuestras actitudes, sino para que nos reencontremos con
algunas de las de Dios.
Él siempre va a sorprendernos
y a llenarnos de alegría. Si estamos atentos, podremos reconocer estas actitudes
en cada una de las actividades del mundo… incluso cuando todo está «de rebaja».
Como invitación para estar más
cerca de Dios durante esta época navideña que a veces parece teñirse de otras
preocupaciones, te invito a hacer los ejercicios espirituales ignacianos de Hozana.
Una oportunidad hermosa de
conocer a Cristo a través de audios y meditaciones guiadas. ¡Espero que los disfrutes!
Artículo elaborado por Catalina Gardey.
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