LAS PROMESAS DE DIOS, UN TEMA QUE A VECES NOS PARECE TAN COMPLICADO DE ENTENDER.
Este año varias veces me topé
con la palabra «promesa» y la verdad es que
lo que me sucedió tal vez te esté pasando a ti y por eso me animo a compartirte
esta reflexión. Ya fueron muchas «dosidencias».
«DIOS, ME PIDES ALGO IMPOSIBLE»
Hace unos años estaba saliendo
de una experiencia vocacional en un monasterio, y allí sentada, sentía que Dios
me pedía estar en el mundo, con jóvenes, alegres, abiertos a sus maravillas,
caminando juntos con Él.
Me incomodó mucho, porque me
parecía imposible: «Dios, yo ni amigos tengo, no
conozco jóvenes» (ahora que lo pienso, era quizá como se sintió María
cuando le respondió a Dios: «¿Cómo voy a ser madre
si no conozco varón?»).
¡Así de
inalcanzable era para mí la idea de compartir con jóvenes! Sí, muy lindo, pero de mi
perspectiva, irreal. ¿Quería Dios burlarse de mí?
Pasó
algún tiempo y empecé a ser invitada a programas con jóvenes de varios países,
misiones hermosas.
Cada vez parece que se suman
más amigos y encuentros que me hacen pensar: «Dios
no me estaba “mandando” lograr eso, más bien me lo estaba “prometiendo”».
SUS PROMESAS SON MÁS GRANDES QUE NUESTROS MIEDOS
¡Eran sus
promesas, no mandamientos! Eran sus regalos, no mis esfuerzos. Dios no pone un deseo en nuestro
corazón para atormentarnos o por simple diversión.
No tenía que demostrarle a
Dios que podía hacerlo. No tenía que cambiar para merecer eso, eso que Dios me regalaría me iba a cambiar.
Justo hace poco, mientras
hablaba con un sacerdote de cómo antes me sentía más confiada, me dijo: «Oye, eso que me cuentas, me huele más a promesa que a
lamentación».
Solo semanas después me animé
a preguntarle por qué lo decía y me respondió: «Sí,
a veces ese lamento por lo que quisiéramos tener… es el Espíritu de Dios
diciéndonos que lo vamos a tener, pero debemos pedírselo y confiar».
«DIOS NO PIDE QUE NO TEMAS: TE PROMETE QUE NO TENDRÁS
QUE TEMER»
Esta frase de Sadie Robertson
me conmovió profundamente. Ella dice que viviendo con ansiedad se dio cuenta
que Jesús en la Biblia no nos «mandaba» a no
temer, sino que nos prometía que no deberíamos temer porque: «Estaré con ustedes todos los días hasta el fin del
mundo».
CUÁNTAS VECES LEEMOS LA VOZ DE JESÚS COMO UN LOCO
EXIGENTE QUE NOS PIDE MÁS Y MÁS DE LO QUE NO PODEMOS DAR.
Me pide confiar y vivo con
ansiedad, me pide perdonar y he sufrido tanto, me pide
caminar en comunidad y soy antisocial, me pide dar lo mejor en mi trabajo y yo
procrastino, me pide confiar y vivo con depresión…
¿Y si empezamos
a escuchar a Jesús con una voz de promesa y no de condena?, ¿y si empezamos a
confiar más en su gracia y menos en nuestras debilidades?
Hoy te animo a pensar en qué
te inquieta, qué es eso que ves como imposible o como una tarea inalcanzable.
Cuando lo tengas en mente
reflexiona: ¿veo a Dios como un castigador o como un padre que
cumple sus promesas?
Escrito por: Sandra Estrada
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