Hay que preocuparnos de la "química espiritual", que es lo que finalmente nos mantendrá unidos.
Fuente: La opción V
Más que de la “química
sexual” hay que preocuparnos de la “química
espiritual”, que es lo que finalmente mantendrá unido a un hombre y a
una mujer
Hoy en día escuchamos hablar mucho de “la química sexual”. Muchos sostienen y defienden
la idea de que es importante conocer sexualmente a la pareja antes del
matrimonio, pues es la única manera de saber si hay “química”
entre los dos.
Es más, parece hasta casi una obligación “probar la mercadería antes” pues de que de no
hacerlo se corre el riesgo de encontrar una incompatibilidad sexual que
derivaría inevitablemente en el fracaso matrimonial. ¿Qué
de cierto hay en esto?
¿Alguna vez te has
preguntado por qué algunas personas nos atraen y otras nos resultan
absolutamente indiferentes? ¿O por qué surge el romance y la pasión en unas
ocasiones y en otras no se produce, por más que la otra persona nos parezca
atractiva?
Lo que responde a todas esas preguntas se llama “QUÍMICA”. La química se da o no se da desde el
principio, es así de simple. Muchas veces nos ha pasado o quizás se lo hemos
escuchado decir a otras personas: “Ayer me
presentaron a un chico lindo, súper agradable, súper buena persona,
inteligente, educado, pero no sé qué por qué no hicimos ‘click’.”
Ese “click” es
lo que normalmente llamamos “química”, y es
lo que definirá si la relación con esa persona tiene oportunidad para un
segundo encuentro o se queda en el primero, si se enrumba hacia algo más serio
o no.
La química entre dos personas se da ya desde la
primera mirada, y es algo que incluso se refleja físicamente con la dilatación
de las pupilas.
Cuando hay química entre dos personas sus
cerebros segregan dopamina y el sistema endocrino segrega adrenalina, lo cual
hace que fluya más sangre de lo normal al estómago, causando esa sensación de “mariposas en el estómago”. Al fluir más sangre
también por todo el cuerpo nos sonrojamos, y se incrementa el rojo de nuestros
labios y mejillas.
Esto responde a nuestra pregunta inicial: es tonto y poco científico pensar o argumentar que es
necesario tener relaciones sexuales antes del matrimonio para ver si existe
química sexual en la pareja, pues esta puede darse incluso sin contacto físico.
La química sexual se inicia con una atracción
desde la primera mirada, llegando a despertar el deseo sexual hacia la otra
persona, deseo que debe ser regulado por la virtud de la castidad.
Sin embargo, si bien el sexo es importante, no
es lo único ni lo más importante en el matrimonio. Un buen matrimonio, como un
buen entendimiento sexual entre los esposos, no es algo que viene hecho: hay que irlo construyendo.
Para eso es importante conocer bien a la persona
antes de dar esos pasos. Nos referimos no a un “conocimiento”
que se da por la “exploración del cuerpo”, sino
un conocimiento profundo, del alma y del corazón.
En otras palabras, es necesario amar
inteligentemente, no dejarse distraer por la atracción y química sexual, e
inclusive por los sentimientos y emociones intensas.
Se debe poner el raciocinio primero, analizar si
esa es la persona que te hará feliz con sus defectos y virtudes, y sobre todo
entablar una muy buena amistad que se forja mediante el continuo diálogo y
profunda comunicación de las existencias.
Este conocimiento y comunión profunda es posible
sólo en el Señor, en la medida en que se le conoce y se le ama a Él. De Él
procede la luz para conocer el misterio más profundo que es el ser humano, que
es el otro, y que soy yo mismo, y al mismo tiempo Él es la fuente inagotable
del verdadero amor humano.
Así que más que de la “química sexual” hay que
preocuparnos de la “química espiritual”, que
es lo que finalmente mantendrá unido a un hombre y a una mujer en el amor que
no acaba.
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