Quien registra un
perfil para comenzar a interactuar con otros usuarios en Facebook puede darse
cuenta de que a la base de las relaciones posibles en esa red social está un
valor: la amistad.
Por: Jorge Enrique Mújica, L. C. | Fuente: http://www.regnumchristi.org/ Revista In-formarse No. 54
Quien registra un perfil para comenzar a interactuar con otros usuarios
en Facebook puede darse cuenta de que a la base de las relaciones posibles en
esa red social está un valor: la amistad.
La dinámica de la comunicación entre usuarios en Facebook parte de las
relaciones entre amigos y para que esas relaciones sean posibles precisan de
que los interesados sean «amigos» en esa red social. Ese «ser amigo» sigue un procedimiento antes de llegar
a ser una realidad digital: un usuario pide amistad a otro por medio de la
opción «solicitud de amistad». Pero no basta solicitar: la petición debe ser confirmada por el otro usuario a través de la
opción «confirmar amistad» para que cobre efecto. Hecho esto último hay
una nueva relación de amistad en el ambiente que Facebook ofrece.
Es cierto que no pocas veces esa «nueva
amistad» es sólo la prolongación de una serie de relaciones previas
surgidas en el ámbito de las relaciones cara a cara. Otras tantas supone el
reencuentro con conocidos de antaño mientras que en otras más es el desenlace
de una serie de experiencias de conocimiento humano surgidas en el contexto del
mismo Facebook (gracias a la compatibilidad en torno a intereses u otro grupo
de afinidades).
Al profundizar el tema de la amistad en Facebook se puede descubrir, por
un lado, que lo que tradicionalmente consideramos «amistad» ha encontrado un
nuevo escenario de prolongación vivencial; y, por otro, que la experiencia
misma de lo que hoy allí muchos asocian al concepto «amistad»
supone, por lo menos, una mutación de significado.
Acerca de esto último, es sobre todo en el grupo de quienes nacieron
cuando internet ya existía en los que el valor amistad implica unas dimensiones
de relación distintas a las tradicionales: piénsese
en que ahora las interacciones mediadas por la tecnología son el modo más
generalizado por el que los nativos digitales expresan su cercanía, muestras de
afecto y otros gestos propios de los amigos. Estas «formas sociales» están pasando a ser la manera
ordinaria de relación también para muchos inmigrantes digitales.
Si consideramos internet como lo que es, un ambiente, podemos decir que
entonces el lugar donde la amistad se manifiesta simplemente ha cambiado de
escenario o al menos que ha encontrado uno nuevo. Pero internet no es un ambiente
sustitutivo sino complementario o, mejor dicho, a integrar en la vida humana
que es una sola. Considerando esto es como podemos advertir que la «amistad»
que Facebook posibilita y muchos viven supone una mutación de significado.
Mutación porque en definitiva la «amistad» pierde características que le son
propias como la dimensión física del trato personal entre humanos. No es que
Facebook en particular, o las redes sociales en general, no constituyan
auténticas plataformas donde la amistad es una realidad vivida y vivible; lo
que sucede es que por su misma naturaleza presentan limitantes que la llevan a
ser un espacio imperfecto de amistad. Esto en razón de no ser áreas físicas
donde la gestualidad y la palabra hablada pueden fortalecer las relaciones o el
simple hecho de que el radio de amigos difícilmente puede llegar a las dos mil
personas, como tantas veces sucede a quienes más que amistad buscan
popularidad.
La experiencia «imperfecta» de
amistad en Facebook, sin embargo, apunta a la perfección. Es así como podemos
apreciar mejor el hecho de que las redes sociales como Facebook han acercado a
las personas. Ciertamente tampoco podemos dejar de reconocer que se ha
dado una cierta banalización ya no sólo del concepto sino de la misma experiencia
de amistad.
Las personas con más amigos en Facebook son percibidas como más
populares. Y en la búsqueda de esa popularidad los usuarios aceptan a tantas
personas como «amigos» cuando en realidad lo
que en el fondo se quiere es potenciales dadores de «me
gusta» para las propias publicaciones. El otro no es visto como «amigo» sino como un simple número al servicio del
propio ego.
Uno de los momentos en que el valor de la amistad queda más al
descubierto en el Evangelio es cuando Jesucristo dice a sus apóstoles: «Ya no os llamo siervos sino amigos». No es una
declaración cualquiera sino una transformación de relaciones: el que antes era
un servidor ahora es llamado amigo. No se trata sólo de un cambio
denominacional sino un auténtico cambio de relaciones con todas las
implicaciones que eso supone: ya no es una relación vertical sino horizontal.
De esta manera Dios indica cómo debe ser tratado el ser humano: como amigo. Y tal vez sea esta la cristianización
que se pueda hacer de la amistad en Facebook.
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