Por Hank Kunneman
Cuando
recibimos una profecía, tenemos que alinear nuestros hábitos, nuestras
decisiones y nuestros planes para ayudar a que la palabra profética se
manifieste.
A veces las
profecías parece que no llegan a ocurrir por las decisiones erróneas de los que
oyen o reciben la profecía. Nuestras malas decisiones pueden cambiar nuestro
destino, aunque Dios quisiera otra cosa diferente para nosotros. Las malas
decisiones pueden abortar una profecía. Moisés tomó una mala decisión que
comprometió su destino, ya que se suponía que debía guiar al pueblo no sólo
sacándolo de Egipto, sino también adentrándolo en la Tierra Prometida. Sin
embargo, golpeó a la roca en vez de hablarle, como Dios le había ordenado: “Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su
vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus
bestias. Y Yahvé dijo a Moisés y a Aarón: Por
cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel,
por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado.”
(Números
20:11-12) Esta costosa decisión hizo que Moisés
abortara una parte de su destino. El momento de ira de Moisés le hizo perder lo
mejor de Dios. Ignoró las instrucciones y pautas que le fueron dadas. A veces,
lo que Dios habla o planifica proféticamente no sucede por las decisiones que
toma la gente. Muchas veces la gente puede recibir una palabra profética, pero
como sus decisiones no están en línea ni apoyan la palabra profetizada, la
profecía queda abortada.
Cuando
hacemos algo diferente de lo que Dios dice, respondiendo en la carne, la
operación de lo profético puede verse afectada de una forma negativa. Incluso
naciones pueden abortar la palabra del Señor cuando no obedecen lo que Dios
habla. Eso ocurrió con la nación de Israel. Dios profetizó muchas veces a
través de sus profetas cuál era su plan para Israel. Era un plan profético de
bendición, pero debido a las decisiones del pueblo, las palabras profetizadas
fueron cortadas. Esto nos sucede también a nosotros en lo personal.
Cuando
recibimos una profecía, tenemos que alinear nuestros hábitos, nuestras
decisiones y nuestros planes para ayudar a que la palabra profética se
manifieste. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de abortar la profecía. No
significa que la profecía no sea certera, sino que no obedecimos la profecía y,
por tanto, tuvo que ser abortada.
Apocalipsis 22:18-19 nos advierte de no añadir a la palabra profética de Dios
ni quitar nada de Otra razón por la que las profecías parece que no se cumplen
es simplemente porque no las entendimos o las interpretamos mal. A veces
añadimos a la profecía sin darnos cuenta. Creo que por eso ella. A veces lo
hacemos al oír sólo de la profecía las cosas que nos gustan o queremos oír. En
otras palabras, nos gusta la parte que nos dice que vamos a prosperar y ser
bendecidos, pero no nos gusta oír palabras que nos avisan de que cambiemos. ¡En este caso, es fácil poner de nuestra propia cosecha
en la profecía!
A veces,
cuando oímos una palabra, simplemente no escuchamos con atención, y sólo oímos
una porción de lo que se dijo, corriendo así el riesgo de no manejarla bien
porque solamente respondemos a parte de ella. Por ejemplo, Dios profetiza que
va a bendecirnos si oramos diligentemente. Puede que sólo oigamos su idea de
bendecirnos, pero si fallamos en sintonizar con la parte sobre la oración,
puede que terminemos sin orar por ello y luego nos preguntemos dónde fue a
parar su bendición. Sería fácil suponer que la profecía era errónea cuando, de
hecho, probablemente era correcta.
Interpretar
mal la profecía ha hecho que mucha gente suponga erróneamente que una profecía
no sucedió. A veces interpretamos mal porque no oímos sobre ella cuando ésta se
cumple. Yo he dado ciertas profecías sobre eventos mundiales, pero como la
gente no ha oído de ese acontecimiento en las noticias o en algún otro
reportaje, automáticamente suponen que no era cierto. Si
queremos juzgar bien la palabra, necesitamos estar muy seguros de oírla bien,
asegurarnos de que entendemos totalmente el mensaje y luego orar por ello.
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