jueves, 1 de noviembre de 2018

¿POR QUÉ ESTE CAOS EN EL MUNDO?


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Nos cuesta comprender lo que está pasando. Si los cristianos somos la semilla del Nuevo Reino: ¿Por qué esta pérdida de fe global y este desconcierto en la Iglesia?  
La respuesta más razonable es que Dios está podando a la Iglesia, usando al “mundo” para hacerlo.
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Pero pronto se instalará entre nosotros el juicio al mundo.
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Lo que se ha dado en llamar el “juicio a las naciones”.
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Cuando cada uno de los no creyentes, de los paganos, deberá dar cuenta a Él de su actuar.
De eso se trata el “aviso” a la humanidad que se está cerniendo.
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Y el caos progresivo que está atrapando a todos los soportes de la vida en el planeta.
Pero vayamos paso por paso considerando algunos puntos centrales.

HAY UNA TRANQUILIDAD QUE SOLO PUEDE SER EXPLICADA POR LA INCONSCIENCIA
Los seres humanos tenemos la costumbre de pensar que somos eternos.
Por los menos, inmortales. Cada vez que hacemos proyectos, los hacemos a largo plazo, para años, lustros y a veces décadas por venir. Y esa misma condición auto adquirida de semidioses, va convenciendo al hombre de su propia autoridad para decidir lo que es cierto y lo que no es. Esa arrogancia va, paulatinamente, alejando al hombre de Dios y haciéndolo negar la maravilla de Su Creación, realizada de la nada y en un instante. Y para justificar la perfección de la naturaleza y el cuerpo humano, se inventa un pasado de millones y millones de años, lo que justificaría para el incrédulo de hoy, la perfección de lo creado. Siendo parte de una humanidad que a pesar de toda su soberbia sólo ha podido crear plástico, nos atrevemos a ser muy desagradecidos con el Altísimo. Y la soberbia nos lleva al colmo de pensar que Dios no existe porque si existiera no pasarían las cosas que ocurren. Dejando de lado la propia responsabilidad de la especie humana a través de los siglos, culpamos a Dios de las guerras, el odio, las maldades, las penas. Y se oyen voces por doquier que se burlan de las profecías, diciendo que los que anuncian desastres no saben de lo que hablan. Sin embargo, Dios ha actuado siempre para frenar el mal. Nos horrorizamos, por ejemplo, ante la destrucción de la ciudad de Pompeya que desapareció en un instante por la erupción del Vesubio. Los descubrimientos arqueológicos han demostrado por qué a Pompeya se le llamaba el “lupanar de Roma”. Conociendo la inmoralidad de las costumbres romana, podemos imaginar cómo sería una ciudad dedicada al pecado. Se han encontrado en las paredes frescos divinizando al erotismo en todas sus formas, lo que podría asemejarse a lo que sucede en nuestros días. Pero, de la misma manera en que Jesús profetizó la caída de Jerusalén “no quedará piedra sobre piedra”, lo mismo sucedió en Pompeya.
Y recordando al Maestro, y la parábola del trigo y la cizaña, podemos tener la certeza de que el Señor está dejando crecer las dos, para darnos oportunidad a todos de convertirse en buen trigo.
Los que no se den por aludidos, sufrirán a su propia responsabilidad, las consecuencias de sus actos. Y convendría tal vez recordar, que entre los siglos XV y XVI, la ciudad de Nagasaki en Japón, fue el lugar donde se masacraron y martirizaron miles de cristianos. Aún hoy se puede hablar de ejemplos de la ira de Dios. Y de la misma manera que en el pasado, el Altísimo puede utilizar a buenos y malos para ejecutar Su ira. Y tomemos un tiempo para escuchar nuevamente lo que el Señor profetizó a los israelitas a través del profeta Sofonías: En aquel tiempo tomaré una lámpara y registraré Jerusalén. Castigaré entonces a la gente que se siente tranquila, como el vino reposado y que se dice a sí misma: “El Señor no hará nada, ni bueno ni malo” (Sofonías 1, 12). ¿No es lo mismo que el mundo dice ahora?

¿DIOS NUNCA ACTÚA CONTRA LA MALDAD DESENFRENADA?
Hay una creencia bastante fuerte, aún entre los católicos, que esto seguirá así, deteriorándose casi indefinidamente.
Una de las razones por las que algunos no creen en Dios es que señalan que el mundo está cada vez más lleno de pecado a sus ojos y que  Dios no ha hace nada, no enjuicia.
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Sin embargo no tienen en cuenta que el Dios de la Biblia es lento para su ira y que su juicio no se retrasa para siempre.
El Antiguo Testamento está lleno de historias de maldad en el antiguo Israel y de lo que Dios hizo al respecto.
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Una de ellas es lo que sucedió con la pérdida del Reino del Norte y la destrucción y expulsión de lo que son llamadas las diez tribus perdidas de Israel. Ver 2 reyes 17.
Entonces el rey de Asiria avanzó contra todo el país [de Israel], marchó contra Samaría y la cercó durante tres años. El año noveno de Oseas, el rey de Asiria conquistó Samaría [que era entonces parte de Israel]. Deportó a los israelitas a Asiria y los estableció en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos. (2 reyes 17: 5-6).

El Reino del Norte de Israel se había dividido del Reino del Sur de Judá en el año 930 antes de Cristo, luego del reinado de Salomón y de su sucesor Roboam. Las tribus que formaban el reino del norte eran Asher, Dan, Ephraim, Gad, Isacar, Manasés, Napthtali, Rubén, Simeón y Zabulón. Algunos de Levi también se establecieron allí. Los sobrevivientes de la guerra fueron deportados en gran parte a Asiria y se “perdieron” por el matrimonio con la gente de allí.
Después de la pérdida del Reino del Norte, sólo las tribus de Judá y Benjamín se mantuvieron en el sur y la tribu de Benjamín fue absorbida por Judá.
¿Por qué sucedió esto? ¿Cómo una nación bendecida por Dios había perdido esa bendición?

La Sagrada Escritura nos ofrece esta respuesta:
Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra Yahvé, su Dios, que los había sacado de la tierra de Egipto, sustrayéndolos a la mano del faraón, rey de Egipto.
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Habían dado culto a otros dioses y seguido las costumbres de las naciones que Yahvé había expulsado ante ellos.
(2 Reyes 17: 7-8).
Estas consecuencias no vienen sin previo aviso.
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El libro de Deuteronomio (Dt 28: 15-68) hace mucho tiempo había advertido lo que sucedería si rompían su vínculo del pacto con el Señor.
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Las consecuencias descritas son aterradoras, es exactamente lo que pasó a Israel en el año 721 aC y en Judá en el 587 aC.
Además de esta antigua advertencia hubo más advertencias contemporáneas de los profetas: Yahvé había advertido a Israel y a Judá por boca de todos los profetas y videntes: “Volveos de vuestros malos caminos y guardad mis mandamientos y decretos, conforme a la Doctrina que prescribí a vuestros padres y que les transmití por mano de mis siervos los profetas.” Pero no hicieron caso y mantuvieron rígida la cerviz como habían hecho sus padres, que no confiaron en Yahvé, su Dios. Despreciaron sus leyes y la alianza que había establecido con sus padres y las exigencias que les había impuesto. Caminaron tras dioses que eran nada y se volvieron nada, imitando a las naciones de alrededor, cuando Yahvé les había prescrito no actuar como ellas. Yahvé se encolerizó sobremanera contra Israel y los apartó de delante de su rostro. No quedó sino sólo la tribu de Judá. (2 Reyes 17: 13-15, 18).
Incluso después de todo esto, Judá no aprendió la lección bien, cayendo cada vez más en la infidelidad y el pecado. Y los babilonios conquistaron Judá en el año 587 antes de Cristo, lo que llevó a la destrucción del Templo y a la pérdida del Arca de la Alienza.
Historias como estas pueden parecer lejanas, pero sus elementos son tristemente familiares para nosotros en tiempos como estos.
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En los que se ha producido una disminución de la obediencia a las leyes de Dios y un gran alejamiento de la fe.
Esto es cierto en occidente, en el resto del mundo e incluso en un grado dentro de la Iglesia, donde un gran número ha caído. San Pablo lo describió así: Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades (2 Tim 4: 3).
Es por eso que estamos en estos tiempos difíciles, tiempos de poda y purificación en la Iglesia y tiempos del gran juicio al occidente una vez cristiano.
Como dice San Pablo, las historias del Antiguo Testamento son lecciones y advertencias para nosotros: Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos, a quienes han alcanzado la plenitud de los tiempos. Así que el que piensa que está de pie debe tener cuidado de no caer (1 Cor 10: 11-12).
Hoy hay ideas distorsionadas de la misericordia basadas en la creencia de que Dios nunca va a castigar; nunca va a decir: ‘¡Basta!.
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Pero eso no es misericordia.
Porque si la maldad de nuestro tiempo no disminuye, se perderán muchos más. El número de muertos y el dolor derivado de aborto, la eutanasia, la guerra, la confusión sexual, la codicia, el odio serán cada vez más altos. En algún momento, Dios aplica una doloroso – aunque necesario – fin a la soberbia y maldad sin arrepentimiento. No digas “He pecado, y sin embargo ¿qué me ha pasado?” porque el Señor es lento para la ira.
Por lo tanto, presta atención a las lecciones de estas antiguas historias.
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Vivimos en tiempos de soberbia, en la que muchos racionalizan su pecado y desdeñan a Dios y piensan que su amor se opone a la pena o el juicio.
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Pero tal noción del amor en incompleta, porque amor se regocija en la verdad no en lo que es malo y dañino.
Dios tiene más en mente que simplemente nuestra propia felicidad. Él está pensando en otras personas y las generaciones futuras. Él es paciente y espera nuestro arrepentimiento, pero él no es un cándido. Llega un momento en que incluso los mejores viñedos deben ararse con el arado, si de ellos se obtienen uvas agrias.

LA PODA DEL PUEBLO DE DIOS POR LOS ENEMIGOS
Como Isaías establece, Dios permitió a las naciones perseguir a Israel con el fin de purificarse.
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Pero la maldad y el pecado de las naciones y de este mundo no pueden durar para siempre; la maldad debe terminar.
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El Señor juzgará a las naciones, no sólo purificará a Israel.
En este pasaje Dios dice (a través de Isaías) que, aunque había utilizado Asiria como una herramienta para purificar a Israel, Asiria no escaparía castigo por su pecado: ¡Ay, Asiria, bastón de mi ira, vara que mi furor maneja! Contra gente impía voy a guiarlo, contra el pueblo de mi cólera voy a mandarlo, a saquear y pillar , y hacer que lo pateen como el lodo de las calles. Pero él no se lo figura así, ni su corazón así lo estima, sino que su intención es arrasar y exterminar gentes no pocas. Pues dice: “¿No son mis jefes todos ellos reyes? ¿No es Calnó como Carquemis? ¿No es Jamat como Arpad? ¿No es Samaría como Damasco? Como alcanzó mi mano a los reinos de los ídolos – cuyas estatuas eran más que las de Jerusalén y Samaría -, como hice con Samaría y sus ídolos, ¿no haré asimismo con Jerusalén y sus simulacros?” Pues bien, cuando hubiere dado remate el Señor a todas sus empresas en el monte Sión y en Jerusalén, pasará revista al fruto del engreimiento del rey de Asiria y al orgullo altivo de sus ojos. Porque dijo: “Con el poder de mi mano lo hice, y con mi sabiduría, porque soy inteligente, he borrado las fronteras de los pueblos, sus almacenes he saqueado, y he abatido como un fuerte a sus habitantes. Como un nido ha alcanzado mi mano la riqueza de los pueblos, y como se recogen huevos abandonados, he recogido yo toda la tierra, y no hubo quien aleteara ni abriera el pico ni piara.” ¿Acaso se jacta el hacha frente al que corta con ella?, ¿o se tiene por más grande la sierra que el que la blande?; ¡como si la vara moviera al que la levanta!, ¡como si a quien no es madera el bastón alzara! Por eso enviará Yahvé Sebaot, entre sus bien comidos, enflaquecimiento, y, debajo de su opulencia, encenderá un incendio como de fuego. (Isaías 10: 5-16).
Aunque Dios usó a Asiria como un hacha para podar a Israel, eso no hizo que el hacha fuera buena.
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Y ahora es el momento para que el hacha también sea podada por el fuego.

LA PODA DE LA IGLESIA
¿Qué tienen que decirnos hoy historias como éstas? Mucho, especialmente si vemos a Israel como imagen de la Iglesia, y al mundo que nos rodea como algo similar a Asiria y Babilonia.
Porque de hecho la Iglesia está pasando por una gran poda y purificación.
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La vid del catolicismo y el cristianismo en Occidente, una vez exuberante, se reduce.
El número de los católicos que van a misa se reduce constantemente. La indiferencia a la fe y a Dios está muy extendida. Muchos son católicos sólo de nombre. Sin embargo, para los que se quedan allí aparece una experiencia cada vez más ferviente de la fe. A causa de la duda y de la persecución, muchos de nosotros tenemos en realidad más claro lo que creemos y por qué lo que estamos pasando. Ha habido un gran florecimiento de la apologética católica y los medios de comunicación católicos laicos. Los católicos que permanecen son cada vez más claros, más devotos y más creativos. Aquí vemos una poda y purificación que tan a menudo es necesaria en la Iglesia. Reformanda Ecclesia semper (la Iglesia siempre tiene necesidad de la reforma). Esta purificación se efectúa porque Dios está permitiendo al mundo cada vez más secular y hostil depurar a la Iglesia. Estas aflicciones toman muchas formas: burlas sencilla sobre nuestras creencias, la diseminación interna del error para alejarnos de la fe, la criminalización de las viejas creencias de nuestra fe, e incluso la martirización pura y simple de los creyentes.
Por el momento Dios parece estar permitiendo que la “Asiria” de la cultura moderna y decadente nos ataque.
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Pero ya se ven algunos signos de que la poda también llega al podador
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LA PURIFICACIÓN LLEGA AL ‘MUNDO’
Incluso si Dios parece estar blandiendo el hacha de la modernidad ahora, esto no hace que el hacha sea sagrada. Muy pronto el hacha tendrá que responder por su maldad.
Ese ‘muy pronto’ parece estar llegando, porque parecen haber señales de que el Juicio a las Naciones está comenzando.
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Es decir el juicio a los paganos, al mundo.
San Mateo (Mt 25: 32) y el profeta Sofonías (Sof 3: 8) y el profeta Jeremías (Jer 25: 29) mencionan que Jesús juzgará a las naciones y apartará a las unas de las otras como el pastor separa corderos de cabritos, según hayan trabajado con Dios o con el enemigo.
No es por una simple casualidad que todos los soportes de la vida en la tierra se están degradando.
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Es la evidencia que tenemos sobre:
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-el espiral de caos en que ha entrado la naturaleza;
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-los pecados cada vez más profundos que hay en la humanidad ahora convertidos progresivamente en leyes;
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-la maldad imperante que vemos en el accionar de los terroristas islámicos;
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-las discordias a nivel personal que azotan cada vez más a las sociedades y las familias;
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-y muchas más cosas como los desórdenes civiles en los países, las constantes crisis económicas, etc…

¿SEGUIRÁ ESTO ASÍ HASTA EL JUICIO UNIVERSAL, HASTA EL FINAL DE LOS TIEMPOS?
Si nos atenemos a las manifestaciones de la Virgen María en las apariciones de Garabandal y Medjugorje pronto habría un Aviso a la humanidad y se produciría una corrección de rumbo.
Sin embargo está en discusión si eso implicará una renovación de vida en la Tierra, que traería un reinado de Jesucristo o una segunda venida o venida intermedia antes del juicio final.
La mayoría de los teólogos católicos consideran que Cristo no tendrá esta venida intermedia luego de la triada aviso, milagro y castigo que predicen las apariciones marianas. Y es esto lo que mantiene a los sacerdotes impávidos ante el caos que crece en el mundo, porque no visualizan un pronto desencadenamiento de nada. Sin embargo el Padre Stefano Gobbi recibió un mensaje de la Virgen María la Noche Santa de 1978 que decía:
“Semejante a la primera venida de Cristo será su segunda venida.
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Como fue su nacimiento en esta Noche Santa, será el retorno glorioso de Jesús en gloria.
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Antes de su tercera y última venida para el Juicio Final, cuya hora está escondida en los secretos del Padre.
En su segunda venida, el mundo se hallará envuelto en las tinieblas de la negación de Dios, en su obstinado rechazo, en rebelión contra su Ley de amor. Entonces, vendrá Jesús de improviso, y el mundo no estará preparado para su llegada. Vendrá a instaurar su Reino, una vez que haya derrotado y aniquilado al anticristo y a quienes lucharon contra Dios. También es esa segunda venida, el Hijo vendrá a nosotros a través de su Madre. Por ello, esta es la hora del Corazón Inmaculado de María, porque se está preparando ya la venida del glorioso Reino de amor de Jesús”.

¿QUE PUEDEN HACER LOS FIELES EN ESTE MOMENTO?
Muchas familias más jóvenes están optando por atrincherarse y vivir como aislados de nuestra cultura tóxica como sea posible: educación en el hogar, la restricción de la televisión, y limitar el acceso a Internet. Otros han optado por participar con valentía en la cultura con el fin de tratar de lograr su conversión y rescatar el mayor número posible de las garras del mal. Lo que es claro que va a ser cada vez más difícil preservar la fe en las familias, porque no se puede sellar totalmente un hogar, no se puede crear una burbuja permanentemente.
Más allá de que participemos en las batallas culturales o tratemos de desengancharnos del mundo, nuestro desafío es igual que en los días de Noé.
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Será preservar la fe en medio de la rebelión contra Dios y el caos que está produciendo la reingeniería que están haciendo en el mundo.
Nuestra firmeza son la escritura, los sacramentos y la oración, en especial el Santo Rosario.
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Mientras veremos cómo el juicio de Dios pone fin a los males de las culturas y las naciones que nos rodean.
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En un ambiente que será cada vez más caótico y destructivo a todo nivel.

María de los Ángeles Pizzorno

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