La creciente
popularidad del yoga radica en esto: es una disciplina y espiritualidad fácil,
libre de compromisos religioso.
Por: Gerardo García | Fuente: SoyGerardoGarcia.com
En 2016 un centro escolar privado hizo la
invitación para un evento denominado “¡Yoga en
Red!”, cuyo eslogan era: “Una práctica,
mismo día, misma hora, muchas ciudades, ¡TODOS SOMOS UNO!”. Me enteré de
ello porque una madre de familia de firme fe católica, cuyos hijos estudian en
esa institución, me llamó para exponerme su preocupación, así como el buscar
una posible solución ante dicha problemática. En tal centro escolar privado se
imparte educación laica, pero a la vez enseñanza católica, porque se prepara a
los estudiantes para la recepción de sacramentos como la Eucaristía y la
Confirmación, de ahí la extrañeza del caso.
Aunque una vez más no falte quien diga que veo
enemigos donde no los hay, pero sí los hay y muchos, quiero decir que al yoga
equivocadamente se le ha tomado sólo como deporte, gimnasia o hasta como
terapia corporal, meditativa y de respiración, con el fin de reducir los
niveles de estrés y ansiedad, logrando con ello la realización por medio de “la armonización de la persona con su ser y su entorno”.
UNA ‘DISCIPLINA’ FASCINANTE
La fascinación creciente por el yoga radica en esto:
es una disciplina y espiritualidad fácil, libre de compromisos religiosos,
basada en la satisfacción del ‘Yo’, anulando
el ‘Nosotros’, que es fruto de la caridad
cristiana enseñada, alimentada y acrecentada por medio de la oración, la
penitencia y el ayuno.
En mucha de la publicidad con la que se anuncian
los cursos de yoga pueden leerse frases como las siguientes: “Un camino hacia la realización interna…”, “No mires
hacia lo que te causa sufrimiento. Observa lo que te hace sentir bien y haz lo
que te haga vivir mejor”. Tales frases son más llamativas cuando se les ilustra
con una persona atractiva físicamente realizando la postura de la ‘flor de
loto’ o la del ‘árbol de pie’.
¿Bonito, no? Pero
raramente se le habla a la gente que esta disciplina de origen oriental trata
de la liberación del alma a través del ciclo de la reencarnación, lo que a
kilómetros es incompatible con la fe cristiana en la Resurrección, que es de
una sola vez y para siempre ya sea para la salvación o para la condenación
eterna.
¿CUÁL ES, PUES, EL PROBLEMA?
Según la creencia de la reencarnación, para que
ésta libere de manera definitiva (samsara) a una persona que se somete al yoga,
a la meditación trascendental y demás disciplinas afines que en la mayoría de
los casos son parafernalias (igual son dañinas y desastrosas), deben de
sucederse en la misma persona 167 reencarnaciones o ‘transmigraciones’
de manera consecutiva por medio de la causa y efecto (karma). Si lo
ponemos en años humanos, esto significa que -de ser cierto- una persona que en
promedio viva 70 años le tomará 11,690 (once mil seiscientos noventa) años
-reencarnando continuamente- para alcanzar la perfección y liberarse de una vez
por todas de los sufrimientos de la vida terrena. Ridículo.
No se nota su efecto nocivo para el espíritu de
la persona porque ésta siente efectos benéficos inmediatos en su organismo, los
que pueden conseguirse con cualquier otro ejercicio corporal, teniendo buenos
hábitos alimenticios y de costumbres, etc. Pero las experiencias ‘benéficas’ del yoga son aparentes: poco a poco y
sin que la misma persona lo advierta, van seduciéndola de acuerdo al nivel en
que se encuentre y le invita a penetrar en su enseñanza. Los hindúes y budistas
saben que estos ejercicios corporales son inseparables del proceso mental, pues
conducen a otro tipo de ejercicios sobre el conocimiento de sí mismos, sobre
técnicas del dominio del espíritu y del alma, hasta que finalmente lleva a
aceptar las creencias paganas y anticristianas de tales religiones naturales.
LEVITACIONES Y PÉRDIDA DE LA CONCIENCIA
He recibido testimonios de personas que han
visto a otras que practican yoga levitar varios centímetros o metros del suelo,
en una especie de trance hipnótico que nada tiene que ver con los arrobamientos
místicos de Santa Catalina de Siena o San Juan de la Cruz, por citar a algunos
cuya santidad, amor y unión con Dios les ganaba del Cielo este don que
sobrepasa las leyes de la física y la naturaleza.
Entiéndase: el yoga
se trata de una autosatisfacción personal y egoísta basada en el propio mérito
y esfuerzo. Puede además atraer a espíritus inmundos mediante la
opresión, la obsesión, la infestación y hasta la posesión diabólicas: “Los paganos ofrecen algo en sacrificio, se lo ofrecen a
los demonios, y no a Dios”. (1Co 10,20).
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