EN EL
AÑO 1830 COMENZO LA ERA DE MARÍA --> Celebración de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa,
Francia (27 de noviembre). Mensaje de la Virgen a Sor Catalina Labore.
"...Los
tiempos son muy calamitosos... Venid a los pies de este altar, donde se
prodigaran gracias a todos los que las pidan con fervor; a todos, grandes y
pequeños, ricos y pobres. Deseo derramar gracias sobre tu comunidad; lo deseo
ardientemente... Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos
la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán mas abundantes
para los que la lleven con confianza..."
En 1830 tiene
lugar en París la primera aparición moderna de la Virgen Santísima. Comienza lo
que Pío XII llamó la “era de María”, una etapa de repetidas visitaciones
celestiales. Entre otras: La Salette, Lourdes, Fátima…
La Virgen se
apareció en París a Santa Catalina Labouré para darnos dos mensajes: El
primero, decirnos que fue concebida sin pecado, INMACULADA. El segundo, para regalarnos
su tercera arma de Madre, su MEDALLA MILAGROSA. Las dos primeras armas eran el
Rosario y el Escapulario.
Las
apariciones de Nuestra Señora a Santa Catalina Labouré, marcaron el inicio de
un ciclo de grandes revelaciones marianas: La
Salette (1846), Lourdes (1858) y Fátima (1917)…
“La Señora de la Gruta se me
ha aparecido tal como está representada en la Medalla Milagrosa”, declaró Santa Bernardita, que la llevaba al cuello.
La invocación “Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que
recurrimos a Vos”, difundida por todas partes por la Medalla
Milagrosa, contribuyó notablemente a crear un clima de fervor generalizado
relacionado con el privilegio mariano de la Inmaculada Concepción. Ese clima favoreció que
el Papa Pío IX definiera solemnemente ese dogma en 1854. Cuatro años más tarde,
la aparición de Nuestra Señora en Lourdes confirmaba de manera inesperada la
definición de Roma. También hay una íntima
relación entre la Medalla Milagrosa y Fátima.Un mes antes de morir, en 1876, Santa Catalina Labouré anunció grandes
catástrofes, pero aseguró que por medio de la Virgen se alcanzaría la salvación
y la paz. Del mismo modo, el 13 de julio de 1917, Nuestra Señora de Fátima, después de anunciar
terribles castigos como consecuencia de los pecados de la humanidad,
prometió: “Por fin, mi Inmaculado Corazón
triunfará”.
LOS SUEÑOS DE CATALINA
Catalina
nació el 2 de mayo de 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña (Francia). Entró a la
vida religiosa con la Hijas de la Caridad el 22 de enero de 1830 y después de
tres meses de postulantado, 21 de abril, fue trasladada al noviciado de París,
en la Rue du Bac 140. Cierto día Catalina tuvo un sueño extraño. Se veía en la
Iglesia de Fain-les-Moutiers, en su lugar acostumbrado, mientras un sacerdote desconocido celebraba
la misa de una mirada suave y profunda que le dice: “es bueno, hija mía visitar a los enfermos. Hoy, usted se
me escapa: pero, un día vendrá hacia mí. Sepa que Dios tiene designios sobre
usted. No lo olvide”. Ya en
París, cuando llega a la casa de las Hermanas de la Caridad de la Rue de Bac:
un anciano sacerdote la mira con bondad, era el Padre San Vicente de Paul, su
fundador. Cuando trasladaron los restos de San Vicente de Paul a la nueva
iglesia de los Padres Paules oyó interiormente una voz: “el corazón de San Vicente está
profundamente afligido por los males que van a venir sobre Francia”. La misma voz añadió un poco mas
tarde: “El corazón de San Vicente está mas
consolado por haber obtenido de Dios, a través de la intercesión de la
Santísima Virgen María, el que ninguna de las dos congregaciones perezca en
medio de estas desgracias, sino que Dios hará uso de ellas para reanimar la
fe”. Durante los 9 meses de su noviciado en la Rue du Bac, sor
Catalina tuvo también la gracia especial de ver todos los días al Señor en el
Santísimo Sacramento.
LA VIRGEN SE LE APARECE
El domingo
18 de Julio 1930, víspera de la fiesta de San Vicente de Paúl, les habían
distribuido a cada una un pedacito de lienzo de un roquete del santo. Catalina
se lo tragó y se durmió pensando que S. Vicente, junto con su ángel de la
guarda, le obtendrían esa misma noche la gracia de ver a la Virgen como era su
deseo. Cerca de las 11:30 PM oyó que por tres
veces la llamaban por su nombre. Se despertó y apartando un poco las cortinas
de su cama miro del lado que venía la voz y vio entonces un niño vestido de
blanco, que parecía tener como cuatro o cinco años, y el cual le dijo: “Levántate pronto y ven a la capilla; la Santísima Virgen
te espera”.
Sor Catalina vacila; teme ser notada de las otras novicias; pero el niño
responde a su preocupación interior y le dice: “No
temas; son las 11;30 p.m.; todas duermen muy bien. Ven yo te aguardo”. Ella no se detiene ya ni un
momento; se viste con presteza y se pone a disposición de su misterioso guía, “que permanecía en pie sin separarse de la columna de su
lecho.” Vestida Sor Catalina, el niño comienza a andar, y ella lo sigue
marchando a “su lado izquierdo”. Por donde quiera que pasaban las luces
se encendían. El cuerpo del niño irradiaba vivos resplandores y a su paso todo
quedaba iluminado. Al llegar a la puerta de la capilla la encuentra
cerrada; pero el niño toca la puerta con su dedito y aquella se abrió al
instante. Dice Catalina: “Mi sorpresa fue más
completa cuando, al entrar a la capilla, vi encendidas todas las velas y los
cirios, lo que me recordaba la Misa de media noche”. El niño la llevó al
presbiterio, junto al sillón destinado al P. Director, donde solía predicar a
las Hijas de la Caridad, y allí se puso de rodillas, y el niño permaneció de
pie todo el tiempo al lado derecho. La espera le pareció muy larga, ya que con
ansia deseaba ver a la Virgen. Miraba ella con cierta inquietud hacia la
tribuna derecha, por si las hermanas de vela, que solían detenerse para hacer
un acto e adoración, la veían. Por
fin llegó la hora deseada, y el niño le dijo: “Ved
aquí a la Virgen, vedla aquí”. Sor Catalina oyó como un rumor, como el
roce de un traje de seda, que partía del lado de la tribuna, junto al cuadro de
San José. Vio que una señora de extremada belleza, atravesaba majestuosamente
el presbiterio, “fue a sentarse en un sillón sobre
las gradas del altar mayor, al lado del Evangelio”. Sor Catalina
en el fondo de su corazón dudaba si verdaderamente estaba o no en presencia de
la Reina de los Cielos, pero el
niño le dijo: “Mira a la Virgen“. Le
era casi imposible describir lo que experimentaba en aquel instante, lo que
paso dentro de ella, y le parecía que no veía a la Santísima Virgen. Entonces el niño le habló, no como niño,
sino como el hombre mas enérgico y palabras muy fuertes: “¿Por ventura no puede la Reina de los Cielos aparecerse
a una pobre criatura mortal en la forma que más le agrade?”. Entonces,
mirando a la Virgen, me puse en un instante a su lado, me arrodille en el
presbiterio, con las manos apoyadas en las rodillas de la Santísima
Virgen. “Allí
pasé los momentos más dulces de mi vida; me sería imposible decir lo que
sentí”.
INSTRUCCIONES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Fueron
muchas las confidencias que Sor Catalina recibió de los labios de María
Santísima, pero jamás podremos conocerlas todas, porque respecto a algunas de
ellas, le fue impuesto el más absoluto secreto.
Luego
continuó diciéndole: Dios quiere
confiarte una misión; te costara trabajo, pero lo vencerás pensando que lo
haces para la gloria de Dios. Tu conocerás cuan bueno es Dios. Tendrás que
sufrir hasta que los digas a tu director. No te faltaran contradicciones; más
te asistirá la gracia; no temas. Háblale a tu director con confianza y
sencillez; ten confianza no temas. Veras ciertas cosas; díselas. Recibirás
inspiraciones en la oración. Los tiempos son muy
calamitosos. Han de llover desgracias sobre Francia. El trono será derribado.
El mundo entero se verá afligido por calamidades de todas clases (al decir esto
la Virgen estaba muy triste). Venid a los pies de este altar, donde se
prodigaran gracias a todos los que las pidan con fervor; a todos, grandes y
pequeños, ricos y pobres. Deseo derramar gracias sobre tu comunidad; lo deseo
ardientemente. Me causa dolor el que haya grandes abusos en la observancia, el
que no se cumplan las reglas, el que haya tanta relajación en ambas comunidades
a pesar de que hay almas grandes en ellas. Díselo al que está encargado de ti,
aunque no sea el superior. Pronto será puesto al frente de la comunidad. El
deberá hacer cuanto pueda para restablecer el vigor de la regla. Cuando esto
suceda otra comunidad se unirá a las de ustedes. Vendrá un momento en que el
peligro será grande; se creerá todo perdido; entonces yo estaré contigo, ten
confianza. Reconocerás mi visita y la protección de Dios y de San Vicente sobre
las dos comunidades. Mas no será lo mismo en otras comunidades, en ellas habrá
víctimas… (lagrimas en los ojos). El clero de París tendrá muchas víctimas.
Morirá el señor Arzobispo. Hija mía, será despreciada la cruz, y el Corazón de
mi Hijo será otra vez traspasado; correrá la sangre por las calles ( la Virgen
no podía hablar del dolor, las palabras se anudaban en su garganta; semblante
pálido). El mundo entero se entristecerá. Ella piensa: ¿Cuándo
ocurrirá esto? y una voz interior asegura: Cuarenta
años y diez y después la paz.
La Virgen,
después de estar con ella unas dos horas, desaparece de la vista de Sor
Catalina como una sombra que se desvanece. La
misión de Dios pronto le fue indicada con la revelación de la medalla
milagrosa. Una semana después de esta aparición estallaba la revolución.
Los revoltosos ocupaban las calles de París, saqueos, asesinatos, y finalmente
era destronado Carlos X, sustituido por el “rey ciudadano” Luis Felipe I, gran
maestro de la masonería. El P. Aladel (director) es nombrado en 1846 Director
de las Hijas de la Caridad, establece la observancia de la regla y hacia la
década del 60 otra comunidad femenina se une a las Hijas de la Caridad. En 1870
(a los 40 años) llegó el momento del gran peligro, con los horrores de la
Comuna y el fusilamiento del Arzobispo Mons. Darboy y otros muchos sacerdotes. En cuanto a la Inmaculada Concepción,
fue declarado dogma de fe 24 años después, en 1854, por el Papa Pío IX; y en
Lourdes la Virgen se apareció 4 años después, en 1858, diciendo “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
APARICIÓN DEL 27 DE NOVIEMBRE DEL 1830
La tarde el
27 de Noviembre de 1830, sábado víspera del primer domingo de Adviento, en la
capilla, estaba Sor Catalina haciendo su meditación aparece la Virgen
Santísima, vestida de blanco con mangas largas y
túnica cerrada hasta el cuello. Cubría su cabeza un velo blanco que sin ocultar
su figura caía por ambos lados hasta los pies. Cuando quiso describir su rostro
solo acertó a decir que era la Virgen María en su mayor belleza. Sus pies
posaban sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior, y
aplastaban una serpiente verde con pintas amarillas. Sus manos elevadas a la
altura del corazón sostenían otro globo pequeño de oro, coronado por una
crucecita. La Stma. Virgen mantenía una actitud suplicante, como
ofreciendo el globo. A veces miraba al cielo y a veces a la tierra. De pronto
sus dedos se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que brillaban
y derramaban su luz en todas direcciones, circundándola en este momento de tal
claridad, que no era posible verla. Tenía
tres anillos en cada dedo; el mas grueso junto a la mano; uno de tamaño mediano
en el medio, y uno mas pequeño, en la extremidad. De las piedras preciosas de
los anillos salían los rayos, que se alargaban hacia abajo; llenaban toda la
parte baja. Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, ella la miró y dijo
a su corazón: Este globo que ves (a los pies
de la Virgen) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma
en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que
las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no
piden. Con estas palabras La Virgen se da a conocer como la mediadora de las
gracias que nos vienen de Jesucristo. El globo de oro (la riqueza de gracias)
se desvaneció de entre las manos de la Virgen. Sus brazos se extendieron
abiertos, mientras los rayos de luz seguían cayendo sobre el globo blanco de
sus pies.
LA MEDALLA MILAGROSA
En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en
el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: “María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que
acudimos a ti”. Estas palabras formaban un semicírculo que comenzaba a la altura de la
mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la Santísima Virgen, terminando
a la altura de la mano izquierda. Oyó
de nuevo la voz en su interior: “Haz que se
acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán
grandes gracias. Las gracias serán mas abundantes para los que la lleven con
confianza”. La aparición, entonces, dio media vuelta y quedo formado en
el mismo lugar el reverso de la medalla. En el aparecía una M, sobre la cual
había una cruz descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta
un tercio de su altura, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los
cuales el primero estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo
traspasado por una espada. En torno había doce estrellas. La misma aparición se
repitió, con las mismas circunstancias, hacia el fin de diciembre de 1830 y a
principios de enero de 1831. La Virgen dijo a Catalina: “En adelante, ya no veras, hija mía; pero oirás mi voz en
la oración”. Un día que Sor Catalina estaba inquieta por no saber que
inscripción poner en el reverso de la medalla, durante la oración, la Virgen le
dijo: “La M y los dos corazones son bastante
elocuentes”.
SÍMBOLOS DE LA MEDALLA Y MENSAJE ESPIRITUAL
En el Anverso:
-María aplastando la cabeza de la serpiente que esta
sobre el mundo. Ella, la Inmaculada, tiene todo poder en virtud de su gracia
para triunfar sobre Satanás.
-El color de su vestuario y las doce estrellas sobre su cabeza: la
mujer del Apocalipsis, vestida del sol.
-Sus manos extendidas, transmitiendo rayos de gracia, señal de su
misión de madre y mediadora de las gracias que derrama sobre el mundo y a
quienes pidan.
-Jaculatoria: dogma de la Inmaculada Concepción (antes de la
definición dogmática de 1854). Misión de intercesión, confiar y recurrir a la
Madre.
-El globo bajo sus pies: Reina del cielos y tierra.
-El globo en sus manos: el mundo ofrecido a Jesús por sus manos.
En el reverso:
-La cruz: el misterio de redención, precio que pagó
Cristo; obediencia, sacrificio, entrega
-La M: símbolo de María y de su maternidad espiritual.
-La barra: es una letra del alfabeto griego, “yota” o I, que es
monograma del nombre, Jesús.
Agrupados ellos:
La Madre de Jesucristo Crucificado, el Salvador.
-Las doce estrellas: signo de la Iglesia que Cristo funda sobre los
apóstoles y que nace en el Calvario de su corazón traspasado.
-Los dos corazones: la corredención. Unidad indisoluble. Futura
devoción a los dos y su reinado.
EL NOMBRE DE LA MEDALLA
La Medalla se llamaba
originalmente: “de la Inmaculada Concepción”, pero
al expandirse la devoción y haber tantos milagros concedidos a través de ella,
se le llamó popularmente “La Medalla Milagrosa”. La Medalla organizó un gran
alboroto en todo el mundo con tantos reportes de maravillas y gracias
recibidas, pero nadie supo que la Virgen la había dado a través de Santa
Catalina, hasta después de muerta; solo lo sabía su confesor, ni siquiera las
hermanas del convento nunca supieron nada de sus apariciones. El día 30 de junio las Hermanas de la
Caridad reciben las primeras 1.500 medallas que inmediatamente comienzan a
distribuir… y los enfermos se curan. “¡La medalla es milagrosa!” –exclaman a
una voz. La noticia se difunde, y la medalla y los milagros también. De ahí
proviene el nombre con el que se la conoce hasta hoy. A la vista de
tantos hechos fuera de lo común el Arzobispo de París, Mons. Jacinto de Quélen
–quien había autorizado acuñar la Medalla y obtenido para sí mismo una gracia
extraordinaria– mandó hacer una investigación oficial sobre el origen y los
hechos relacionados con la portentosa insignia. He aquí sus conclusiones: “La rapidez extraordinaria con la cual
esta medalla se ha propagado, el número prodigioso de medallas que han sido
acuñadas y distribuidas, los hechos maravillosos y las gracias singulares que
los fieles han obtenido confiando en ella, parecen verdaderamente los signos
por los cuales el Cielo ha querido confirmar la realidad de las apariciones, la
veracidad del relato de la vidente y la difusión de la medalla”. Por otra parte, en Roma, en 1846, como
consecuencia de la súbita y resonante conversión de un ilustre judío, Alfonso
Ratisbone –que presenta notables analogías con la del apóstol San
Pablo en el camino a Damasco– el Papa Gregorio XVI confirmaba con su autoridad
las conclusiones del Arzobispo de París. Posteriormente,
en 1876, año de la muerte de Santa Catalina Labouré, más de mil millones de
Medallas Milagrosas ya derramaban sus gracias por el mundo. Casi veinte
años después, en 1894, la Santa Iglesia instituyó la fiesta litúrgica de
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, fijando la celebración el día 27 de
noviembre. A los 56 años de muerta fue abierto el féretro
y se pudo ver su cuerpo incorrupto. El cuerpo fue trasladado entonces a la
calle de Bac. Catalina Labouré fue canonizada el 27 de Julio de 1947, por Pío
XII.
Publicado por Unción Católica y Profética
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