Con motivo del
cincuenta aniversario del fallecimiento del Padre Pío entrevistamos al escritor
Laureano Benítez Grande-Caballero, autor
de cuatro libros sobre el P. Pío (y un quinto en camino), gran devoto y
perfecto conocedor del santo y su espiritualidad.Concretamente vamos a
centrarnos en su libro El Padre Pío:
mensajes del santo de los estigmas.
«Todas las
extraordinarias cosas acaecidas (y que siguen acaeciendo a través del Padre
Pío, son obra visible clamorosa de Jesucristo viviente (como las marcas en su
propia carne). Y son la prueba de que Jesús resucitó verdaderamente al alba de
aquel 9 abril del año 30, y está verdaderamente presente, de forma poderosa,
entre nosotros. Esta es la gran prueba. Como las heridas en las manos, en los
pies, en el costado del fraile, en las que los hombres de esta generación han
podido meter sus dedos, al igual que el incrédulo Tomás». (Antonio Socci)
¿QUIÉN ERA EL PADRE PÍO?
El Padre Pío de Pietrelcina
(1887-1968), fraile capuchino durante 61 años, es mundialmente conocido porque
llevó los estigmas de Cristo durante cincuenta años exactos, siendo el único
sacerdote estigmatizado de la historia de la Iglesia, y el que más tiempo llevó
los estigmas. Además, fue portador de otros muchos dones místicos (éxtasis,
visiones, clarividencia, levitación, bilocaciones, olor de santidad y
sanaciones milagrosas).
Aunque las gracias
sobrenaturales son comunes a muchos santos, en el Padre Pío llama la atención
el hecho de que las tuviera todas, en una concentración de carismas única en la
historia de la Iglesia.
A la sobrecogedora cantidad y
variedad de sus milagros, hay que añadir una característica más de sus hechos
extraordinarios: su actualidad. En efecto, el Padre Pío sigue hoy día
derramando a manos llenas los maravillosos dones que Dios le concedió a todo
aquel que le invoca con fe, y en cantidad incluso mayor que cuando vivía entre
nosotros. Son innumerables los testimonios de personas que afirman haber
recibido alguna gracia a través de su intercesión, confirmándose la predicción
que realizó antes de su muerte: «Tú les dirás a
todos que, después de muerto, estaré más vivo que nunca. Y a todos los que
vengan a pedir, nada me costará darles. ¡De los que asciendan a este monte,
nadie volverá con las manos vacías!»
SUS INCONTABLES PRODIGIOS HAN HECHO DEL PADRE PÍO
EL SANTO MÁS POPULAR DE LA CRISTIANDAD.
De hecho es el santo al que
más se pide su intercesión para conseguir algún favor o gracia de la
misericordia divina, hasta el punto de que su tumba en san Giovanni Rotondo es
visitada por cerca de 8 millones de peregrinos, con lo cual es el segundo
santuario más visitado de la Cristiandad, sólo por detrás del santuario de
Guadalupe, y por delante de la mismísima Basílica de san Pedro. Estas
muchedumbres de fieles y peregrinos han producido el fenómeno de conversión de
masas más impresionante de la historia del cristianismo.
El Padre Pío (Francesco
Forgione era su nombre antes de hacer sus votos como capuchino), nació el 25 de
mayo de 1887 en Pietrelcina, un humilde pueblo del sur de Italia, enclavado en
una zona rural y agreste. Hizo profesión de sus votos perpetuos como fraile
capuchino en 1907, y recibió la ordenación sacerdotal en agosto de 1910. En
setiembre de 1916 entró en el convento capuchino de San Giovanni Rotondo, del
que nunca salió.
Dentro de su vocación
sacerdotal, descubrió muy pronto que su carisma particular era entregarse para
la salvación de las almas, en una auténtica misión corredentora: «Desde hace tiempo siento una necesidad, la de
ofrecerme al Señor como víctima por los pobres pecadores y por las almas del
purgatorio. Este deseo ha ido creciendo cada vez más en mi corazón, hasta el
punto de que se ha convertido, por así decir, en una fuerte pasión. Ya he hecho
varias veces ese ofrecimiento al Señor, presionándole para que vierta sobre mí
los castigos que están preparados para los pecadores y las almas del
purgatorio, incluso multiplicándolos por cien en mí, con tal de que convierta y
salve a los pecadores, y que acoja pronto en el paraíso a las almas del
purgatorio».
ESA VOCACIÓN SACRIFICIAL DEL PADRE PÍO TENDRÁ SU
CONSUMACIÓN EN LOS ESTIGMAS.
A finales de agosto de 1910,
es decir, a los pocos días de su ordenación, empieza a sentir los primeros
dolores en las manos y en los pies. Aunque al principio eran ocasionales, estos
estigmas invisibles se hicieron permanentes más tarde, aunque sin mostrarse al
exterior, hasta que el 20 de septiembre de 1918 se hicieron sangrantes y
continuos. Estuvo como “un crucificado sin cruz”, participando
en los padecimientos de Cristo, durante cincuenta años exactos, ya que los
estigmas le desaparecieron el 20 de septiembre de 1968, tres días antes de su
fallecimiento.
Desde el fenómeno de la
estigmatización comenzaron a acudir multitudes de peregrinos a San Giovanni
Rotondo, hasta que, al cabo de poco tiempo, el capuchino de los estigmas era
mundialmente conocido. Entre esas masas de peregrinos el Padre Pío pudo llevar
a cabo su tarea de salvar almas, pues muchos de los que acudían atraídos por lo
sobrenatural o por pura curiosidad acababan de rodillas a sus pies, en
conversiones fulminantes.
EN ESTA MISIÓN SACRIFICIAL EL PADRE PÍO LA
CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA TUVO SIEMPRE UN PAPEL CENTRAL…
Si la celebración eucarística
es la renovación del sacrificio redentor de Cristo en la cruz, el Padre Pío, “crucificado sin cruz” durante cincuenta años,
encarnó durante toda su vida esa actualización de la Pasión del Señor en el
sacrificio de la Misa, de la cual hizo el eje de su ministerio sacerdotal, pues
su asombrosa manera de celebrarla movía a la confesión y a la conversión. Pablo
VI dijo que «una misa del Padre Pío vale más que
toda una misión».
Aparte del valor sacrificial
de sus estigmas, el Padre Pío pudo ejercer su misión de alma-víctima porque
durante toda su vida fue un auténtico “varón de dolores”. A los sufrimientos
corporales que le causaban las continuas enfermedades que arrastraba desde la
infancia, se añadirán las agotadoras jornadas en el confesionario (de hasta 16
horas diarias), que debilitaban un cuerpo ya de por sí martirizado por los
estigmas, y por la escasez de comida y descanso. Por otro lado, empezó a
padecer bien pronto los devastadores efectos de una “noche
oscura” persistente, que le producía sufrimientos morales y
espirituales: «No se trata de desesperanza –le
decía en una carta a su confesor–, pero no lo
entiendo. Es terrible. No sé cómo el Señor puede permitir todo esto. Me veo a
disgusto en todo, y no sé si obro bien o mal. No se trata de escrúpulos, sino
de que la incertidumbre de agradar o no al Señor me aplasta».
LA OTRA GRAN PRUEBA QUE EXPERIMENTÓ FUERON LAS DOS
PERSECUCIONES QUE SUFRIÓ EN DOS ETAPAS DE SU VIDA (DE 1923 A 1933, Y DE 1960 A
1964).
Con esta experiencia de ser un
“varón de dolores” el Padre Pío elaboró una
mística de la Cruz, que constituye el centro de su espiritualidad, el tema
fundamental de su magisterio, y el núcleo de su misión: «El prototipo, el ejemplar en el cual es preciso mirarse y modelar
nuestra vida es Jesucristo; pero Jesús ha escogido por bandera la cruz, y por
ello quiere que todos sus discípulos sigan la senda del calvario, llevando la
cruz para después morir en ella. Sólo por este camino se llega a la salvación».
En esta teología de la cruz
afirma que el sufrimiento, aceptado en la fe y ofrecido en el amor, se
convierte en una cruz que nos purifica de nuestros pecados, nos conforma con
Jesús, y nos hace participar en la misión de redimir almas.
Junto a la celebración de la
Eucaristía, confesar era su principal vocación, la que le permitía apaciguar su
insaciable sed de almas. El confesionario será el lugar donde desarrollará su
verdadero carisma: salvar almas. Sus innumerables conversiones constituyen sin
duda el más grande de sus milagros, ya que puso todos sus dones místicos al
servicio de vocación de convertir almas.
El Padre Pío nunca salió de su
convento, no escribió libros, no era un teólogo erudito, ni tuvo títulos de
dignidad… su existencia fue la de un simple sacerdote que decía misa y
confesaba: «¡Mirad qué fama ha tenido, qué
clientela mundial ha reunido en torno a sí! ¿Por qué? ¿Quizá porque era
filósofo o sabio o tenía medios a disposición?… No, sino porque decía Misa
humildemente, confesaba desde la mañana hasta la noche… ¡Era un hombre de
oración y sufrimiento!»(Pablo
VI)
El 2 de mayo de 1999, Juan
Pablo II ofició la ceremonia de su beatificación en la Plaza de San Pedro. El
16 de junio 2002, fue canonizado.
¿CUÁL FUE LA MISIÓN DEL PADRE PÍO? ¿ES CASUAL QUE
DIOS NOS REGALARA UN SANTO TAN EXTRAORDINARIO EN LA ÉPOCA MÁS DIFÍCIL Y OSCURA
DE LA IGLESIA?
El Padre Pío es un santo con
el que la Divina Providencia quiere hacer una llamada a la conversión en una
época marcada por el laicismo y el materialismo, promoviendo esos dones
maravillosos con el fin de contrarrestar el poder omnipresente y retador de las
sombras que hoy acechan a la humanidad: «La
misión del Padre Pío fue el sufrimiento por el pecado de los hombres. Quizá si
el pecado del mundo no se manifestara en todas direcciones, grave, pesado,
opresor, con malicia satánica, su caso habría sido otro, y quizá Dios le
hubiera otorgado sus dones místicos sin obligarle a estar medio siglo en la
Cruz. Pero no ha sido así: ha sido un signo de Dios». (Cardenal Siri, en una homilía
pronunciada el cuarto aniversario de su fallecimiento)
El cardenal Corrado Ursi
resumía así la misión del Padre Pío: «¿Un hombre
que ha permanecido crucificado durante medio siglo? Todo eso ¿qué quiere decir?
¿Sabéis por qué subió Jesucristo a la Cruz? Subió a la Cruz por los
pecados de los hombres, y cuando en la historia aparece algún crucifijo, eso
quiere decir que el pecado de los hombres es grande y que para salvarlo es
necesario que alguien regrese otra vez al Calvario, vuelva a subir a la Cruz y
allí permanezca sufriendo por sus hermanos. Nuestro tiempo tiene necesidad de
gente que ofrezca lo que el Hijo Unigénito sufrió. El Padre Pío recibió los
estigmas en su cuerpo, como Cristo, para destruir los pecados y los
sufrimientos del mundo contemporáneo. En eso consiste toda la cuestión del
Padre Pío.
PERO, ¿POR QUÉ RECIBIÓ EL PADRE PÍO LOS ESTIGMAS
VISIBLES, ALGO QUE HIZO DE ÉL UNA SEÑAL PÚBLICA Y QUE DESENCADENÓ UN AMPLIO
MOVIMIENTO DE CONVERSIÓN?
Hay toda una historia que nos
queda por contar. Porque esa oferta propiciatoria de la víctima fue la semilla
plantada en el momento inicial del más colosal cataclismo espiritual de la
historia cristiana. Tendrá que ver con la Primera Guerra Mundial, la gran
catástrofe a partir de la que se desencadenó todo (las ideologías del mal, los
totalitarismos con sus genocidios, la Segunda Guerra Mundial, esas
persecuciones contra la Iglesia nunca vistas en la historia). Y tendrá que ver
con la gravísima crisis de la Iglesia, la apostasía de nuestro tiempo, el
apocalíptico derrumbe del sacerdocio».
¿CUÁL ES EL MENSAJE ESENCIAL QUE EL SANTO DE LOS
ESTIGMAS PROPONE COMO SOLUCIÓN A LA APOSTASÍA DE LOS TIEMPOS ACTUALES Y A LA
PROFUNDA CRISIS QUE SUFRE LA IGLESIA?
Después de 3 libros publicados
sobre el santo, de investigar y reflexionar sobre su vida y su obra, he llegado
a la conclusión de que la solución a la crisis que atraviesa la Iglesia pasa
por restaurar en su plenitud el patrimonio espiritual que el cristianismo ha
aportado a la humanidad, hoy amenazado por el modernismo y el laicismo;
retornar a esas prácticas devocionales y conductuales tradicionales que tantos
frutos de santidad han dado en la historia de la Iglesia, y de las cuales el
Padre Pío es un perfecto modelo.
Pues precisamente lo que
emociona y cautiva de la vida del Padre Pío es el comprobar con asombro que un
humilde capuchino perdido en una zona marginada de Italia alcanzara tan elevado
grado de santidad y una cantidad tan portentosa de dones sobrenaturales y
carismas místicos por el simple hecho de vivir en su plenitud las devociones
tradicionales del cristianismo, utilizando solamente el sencillo medio de
practicar a fondo la espiritualidad más genuina de la Iglesia: una
espiritualidad que comprenda el inmenso significado de la Misa como
actualización del sacrificio del Calvario, al cual debemos asistir —para
decirlo con las palabras del mismo Padre Pío— «como
asistieron María y san Juan al pie de la Cruz»; Una espiritualidad que
ponga en práctica el enorme poder de la simple recitación del Rosario; que tome
conciencia del enemigo que nos acecha, de las trampas que el Diablo opone a
nuestro progreso; que redoble el amor a la Virgen María, corredentora con
Cristo; que se arroje a los pies de Jesús misericordioso en el confesonario
como penitente contrito; que experimente la necesidad de contactar con el ángel
custodio; que haga de la meditación en la Pasión el eje de la vida de oración;
una espiritualidad, en suma, que llame al pecado por su nombre, sin componendas
ni artificios, a la vez que se esfuerce en practicar las virtudes heroicas que
deben ser este que distintivo de todo cristiano… En una palabra, que viva la
pureza de la fe en toda su radicalidad.
PARA FINALIZAR, ¿PODRÍA SINTETIZAR EN POCAS
PALABRAS LA MISIÓN DEL P. PÍO?
El Padre Pío vino a llenar el «vacío de Dios» que sufre el mundo contemporáneo,
a hacer presente al Jesús vivo y resucitado, que se manifestaba a través de él,
que volvía a sangrar en sus estigmas, que volvía al Calvario en sus
eucaristías, que retornaba para sanar a los enfermos, para salvar almas. En
palabras de Fidel González, Consultor de la Congregación para las Causas de los
Santos, «para muchos pecadores, el Padre Pío
representó el abrazo de Cristo que hace renacer al hombre».
El Padre Pío se encarnó en
este mundo para proclamar la gracia y la misericordia de Dios, y para hacer
creíble esta misión recibió la más extraordinaria concentración de dones y
carismas sobrenaturales de la historia de la Iglesia, los cuales constituyeron
a los ojos de los fieles y peregrinos la prueba incontrovertible de que la
gracia de Dios estaba con él, que sus obras estaban bendecidas por el Cielo, de
que el mismo Cristo, 20 siglos después, volvió a caminar entre nosotros para
derramar su poder sanador sobre nuestras enfermedades, su misericordia sobre
nuestros pecados, su gracia sobre los corazones rotos por el sufrimiento… para
hacer cercano y palpable el amor de Dios a este mundo atribulado por el mal y
el dolor.
Fue otro Cristo sobre esta
tierra, un Cristo entre nosotros, que se ofreció como víctima para quitar los
pecados del mundo y reconciliar a los hombres con Dios, identificado a través
de sus estigmas con el Cordero inmolado, crucificado sin Cruz, asociado a la
Pasión salvadora de Cristo, mártir de la misericordia… sacerdote santo y
víctima perfecta.
Les dejamos con un vídeo en
donde Laureano sintetiza para Agnus Dei Prod los aspectos esenciales de la
espiritualidad del Padre Pío. Las personas interesadas en contactar con el
autor pueden hacerlo en este correo:
laure.grande@hotmail.com
Javier Navascués Pérez
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