El CVII pidió dejar íntegra la
doctrina tradicional sobre el tema
El presidente de la fundación
pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), Cardenal Mauro Piacenza, afirmó
que la libertad religiosa «es la roca firme» sobre
la que se fundamentan los derechos humanos. Cabe recordar que el Concilio
Vaticano II pidió mantener íntegra la doctrina tradicional de la Iglesia sobre
el deber de los hombres y las sociedades para con la verdadera religión y la
única Iglesia.
(ACI Prensa/InfoCatólica) Durante la presentación del
Informe de Libertad Religiosa 2018 de AIN en Roma, el Cardenal afirmó que la libertad religiosa es, sobre todo, «la roca firme sobre el cual se fundamentan los derechos
humanos, ya que tal libertad revela
de modo particular la dimensión de la persona humana y la absoluta
inviolabilidad de la dignidad de la persona. Por ello, la libertad religiosa pertenece a la esencia de toda persona, de todo
pueblo y de toda nación».
Aseguró que «un Estado
verdaderamente avanzado no es aquel en el cual se limite la libertad religiosa
de los ciudadanos, o en el que se margina el factor religioso de la
sociedad».
«La esfera
humana verdaderamente evolucionada es aquella en la que el anhelo universal trascendente del ‘yo’
encuentra un adecuado espacio de desarrollo en el respeto de las
tradiciones sociales y culturales, y sobre todo en la constante recuperación de
la razón», recordó.
Asimismo, aseguró que «la falsa ruptura entre razón y fe solo se produce en
aquellas culturas que han perdido la correcta idea de razón, o que todavía no
la han asimilado o madurado adecuadamente».
«El factor
determinante, en esta continua recuperación de la centralidad de la razón en el
bagaje cultural de nuestra sociedad y de nuestros Estados, debe ser la correcta maduración de la idea de libertad.
En este sentido, y mi permito subrayarlo, el cristianismo ha desempeñado, y
tiene, un papel dominante no sólo a nivel religioso, sino también a nivel
histórico y cultural».
En este sentido, «debemos trabajar conjuntamente para que siempre haya espacios más amplios de libertad que se
reconozcan en toda región y para todo hombre, sobre todo en aquello que
afecta a ese elemento central de la existencia humana, representado por el
sentido religioso».
«En la libertad están incluidos,
necesariamente, la libertad de pensamiento y la libertad de palabra, la
libertad de expresión y la libertad de culto, la libertad de conversión y
también la libertad de distanciarse del elemento religioso», precisó el también
Penitenciario Mayor.
«Quien defiende la libertad religiosa,
defiende al hombre, promueve la paz y la comprensión entre los pueblos y
entre los hombres en el contexto internacional en el que vivimos», concluyó.
LA VERDADERA
ENSEÑANZA CATÓLICA SOBRE LA LIBERTAD RELIGIOSA
La cuestión de la libertad
religiosa fue abordada en Dignitatis Huamanae, uno de los documentos del
Concilio Vaticano II. En el mismo se afirma lo siguiente: Ahora bien, puesto que la libertad religiosa que exigen los hombres para el cumplimiento
de su obligación de rendir culto a Dios, se refiere a la inmunidad de coacción en la sociedad civil, deja íntegra la doctrina tradicional católica
acerca del deber moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera
religión y la única Iglesia de Cristo.
Por tanto, para ayudar a
discernir la enseñanza conciliar teniendo en cuenta la hermenéutica de la
continuidad, citaremos dos documentos magisteriales previos al Concilio sobre
esta cuestión:
...Y contra la doctrina de las
sagradas letras, de la Iglesia y de los Santos Padres, no dudan afirmar: «que es la mejor la condición de aquella sociedad en que
no se le reconoce al Imperante o Soberano derecho ni obligación de reprimir con
penas a los infractores de la Religión católica, sino en cuanto lo pida la paz
pública.» Con cuya idea totalmente falsa del gobierno social, no temen fomentar aquella errónea opinión sumamente
funesta a la Iglesia católica y a la salud de las almas llamada delirio
por Nuestro Predecesor Gregorio XVI de gloriosa memoria (en la misma Encíclica
Mirari), a saber: «que la libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo
hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda
sociedad bien constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a la libertad
omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus conceptos, sean
cuales fueren, ya de palabra o por impresos, o de otro modo, sin trabas
ningunas por parte de la autoridad eclesiástica o civil.» Pero cuando
esto afirman temerariamente, no piensan ni consideran que predican la libertad de la perdición
(San Agustín, Epístola 105 al. 166)
Encíclica Quanta Cura, Pìo IX
Y: En
primer lugar examinemos, en relación con los particulares, esa libertad tan contraria a la virtud de la
religión, la llamada libertad de cultos, libertad fundada en la tesis de
que cada uno puede, a su arbitrio, profesar
la religión que prefiera o no profesar ninguna. Esta tesis es contraria a la
verdad. Porque de todas las obligaciones del hombre, la mayor y más
sagrada es, sin duda alguna, la que nos manda dar a Dios el culto de la
religión y de la piedad....
... Por esto, conceder al
hombre esta libertad de cultos de que estamos hablando equivale a concederle el
derecho de desnaturalizar impunemente una obligación santísima y de ser infiel
a ella, abandonando el bien para entregarse al mal. Esto, lo hemos dicho ya, no
es libertad, es una depravación de la libertad y una esclavitud del alma
entregada al pecado....
Considerada desde el punto de
vista social y político, esta libertad de cultos pretende que el Estado no
rinda a Dios culto alguno o no autorice culto público alguno, que ningún culto
sea preferido a otro, que todos gocen de los mismos derechos y que el pueblo no
signifique nada cuando profesa la religión católica. Para que estas
pretensiones fuesen acertadas haría falta que los deberes del Estado para con
Dios fuesen nulos o pudieran al menos ser quebrantados impunemente por el
Estado. Ambos supuestos son falsos.
Encíclica
Libertas praestantissimum, León XIII
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