Se ha suscitado en los últimos
días la cuestión de la celebración de la misa de cara a la gente o de espaldas
a ella. Permítaseme dar mi opinión, pero no como un artículo plenamente
fundamentado, sino como mera opinión.
Antes debo hacer un preámbulo.
Previamente al año 2000, yo defendía ante algunos sacerdotes de mi diócesis, en
una comida, que sería mejor que los dos modos de celebrar fueran posibles en la
actual liturgia, ya que cada uno tenía su simbolismo y valor. Recuerdo muy bien
la cara que me puso un sacerdote muy ortodoxo y piadoso, ahora profesor en San
Dámaso. Una cara como de que había que tener mucha paciencia conmigo porque yo
no entendía ni las cosas más básicas.
Otra cosa que, antes de dar mi
opinión, es conveniente saber es que en mis parroquias y capillas siempre he
celebrado la misa en latín al menos una vez al mes. Sea dicho de paso, incluso
en la capilla del hospital hoy y ayer celebré en latín y de espaldas al pueblo.
Así que mi opinión no es la de un
progresista que odia la tradición. Pero yo que siempre he defendido que
reviviera la posibilidad de celebrar la misa de espaldas al pueblo, tampoco
deseo que sólo se celebre de esa manera. La misa celebrada cara al pueblo
refuerza la idea de cena, de banquete, de mesa de la que todos participamos. La
misa celebrada de espaldas al pueblo refuerza el aspecto sacrificial, el
aspecto visual de imaginar que todos oramos en la misma dirección hacia el
Padre.
Como se ve, los dos modos son
lícitos, cada uno tiene sus ventajas. Yo creo que lo mejor es que las cosas
sigan como están ahora: que se pueda celebrar de un modo de otro. Pero no que
un modo se imponga sobre el otro.
Lo mismo vale para el latín.
También el uso del latín tiene su simbolismo y belleza, la sensación de estar
inmerso en una tradición ininterrumpida. Pero no me gustaría que las misas sólo
se celebraran en latín o sólo en lengua vernácula.
A mí me gusta mucho concelebrar,
pero también me gusta que se respete el derecho a celebrar la misa uno solo sin
pueblo si ese día otro sacerdote ha venido a celebrar la misa en mi parroquia o
en mi capilla. He ido con gran alegría a las concelebraciones catedralicias, he
concelebrado en mis parroquias con otro sacerdote con mucho gusto y también he
celebrado completamente a solas con una persona o dos asistiendo a mi misa sin
pueblo. Todas esas formas me gustan. No me gustaría que sólo se impusiera una
sola de ellas.
Incluso me gusta que haya rito
ordinario y rito extraordinario. Hasta los ritos orientales y occidentales de
la misa católica son una riqueza a la que me gusta asistir.
Mi opinión por tanto es enriquecer, aceptar todos los estilos y
posibilidades, no la de eliminar opciones lícitas. Yo creo que la visión de un
Dios comprensivo, bondadoso, amante de la libertad, se concreta en un modo
multiforme de entender la liturgia.
P.
FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario