III Domingo de Cuaresma (Ciclo B)
Juan 2, 13-25
El Evangelio del tercer domingo de Cuaresma tiene como tema el templo.
Jesús purifica el antiguo
templo, expulsando del mismo, con un látigo de
cuerdas, a
vendedores y mercaderías; entonces se presenta a sí mismo como el nuevo templo de Dios que los hombres destruirán, pero que Dios
hará resurgir en tres días.
Pero esta vez desearía detenerme en la primera lectura (Éxodo 20, 1-17), porque contiene un texto
importante: el decálogo, los diez mandamientos de Dios. El hombre moderno no comprende los mandamientos;
los toma por prohibiciones arbitrarias de Dios, por límites puestos a su
libertad. Pero los mandamientos de Dios son una
manifestación de su amor y de su solicitud paterna por el
hombre. Cuida de practicar lo que te hará feliz" (Dt 6, 3; 30, 15 y ss.): éste, y no otro, es
el objetivo de los mandamientos.
En algunos pasos peligrosos del sendero que lleva a la cumbre del Sinaí, donde los diez mandamientos fueron dados por
Dios, para evitar que algún distraído o inexperto se salga del camino y se
precipite al vacío, se han colocado señales de peligro, barandillas o
se han creado barreras. El objetivo de los mandamientos no es diferente a eso.
Los mandamientos se pueden
comparar también a los diques o a una presa. Se sabe lo que ocurrió en los años
cincuenta cuando el Po reventó los diques en
Polesine, o lo que sucedió en 1963 cuando cayó la presa de Vajont y
pueblos enteros quedaron sumergidos por la avalancha de agua y barro. Nosotros
mismos vemos qué pasa en la sociedad cuando se pisotean sistemáticamente
ciertos mandamientos, como el de no matar o no robar...
Jesús resumió todos los mandamientos, es más, toda la Biblia, en un único
mandamiento, el del amor a Dios y al prójimo. "De estos dos mandamientos penden toda la Ley y
los Profetas" (Mt 22, 40). Tenía razón San Agustín al
decir: "Ama y haz lo que quieras".
Porque si uno ama de verdad, todo lo que haga será para bien. Incluso si
reprocha y corrige, será por amor, por el bien de otro.
Pero los diez mandamientos hay que observarlos en conjunto; no se pueden observar cinco y violar los otros cinco, o
incluso uno solo de ellos.
Ciertos hombres de la mafia
honran escrupulosamente a su padre y a su madre; pero se permitirían "desear la mujer del prójimo", y si un
hijo suyo blasfema le reprochan ásperamente, pero no matar, no mentir, no
codiciar los bienes ajenos, son tema aparte.
Deberíamos examinar nuestra vida
para ver si también nosotros hacemos algo parecido, esto es, si
observamos escrupulosamente algunos mandamientos y transgredimos alegremente
otros, aunque no sean los mismos de los mafiosos.
Desearía llamar la atención en particular sobre uno de los mandamientos que, en
algunos ambientes, se transgrede con mayor frecuencia: "No tomarás el nombre de Dios en vano". "En vano" significa sin respeto, o peor, con desprecio, con ira, en resumen, blasfemando.
En ciertas regiones hay gente que
usa la blasfemia como una especie de intercalación en sus conversaciones, sin
tener en absoluto en cuenta los sentimientos de quienes escuchan. Además muchos
jóvenes, especialmente si están en compañía, blasfeman repetidamente con la
evidente convicción de impresionar así a las chicas presentes. Pero un chaval
que no tiene más que este medio para causar impresión en las chicas quiere
decir que está realmente mal.
Se emplea mucha diligencia para
convencer a un ser querido de que deje de fumar, diciendo que el tabaco
perjudica la salud; ¿por qué no hacer lo mismo para
convencerle de que deje de blasfemar?
Por: Raniero Cantalamessa
No hay comentarios:
Publicar un comentario