POSEÍDO TRAS UNA VIDA DE ADICCIÓN, NEW AGE, CONCUPISCENCIA Y BRUJERÍA, LA FE ESPERABA PARA ACOGERLE
`Las iglesias tienen que estar abiertas a todos
para recibir a quienes están heridos, pero combatiendo a los perversos
ideológicos que quieren pervertir la Iglesia´.
Argentina, Marcha del Orgullo Gay
de 2015. Para Javier solo era una ocasión más de divertirse. Pero esta vez fue
distinta, porque empezó a ser consciente de cómo lo vivía la multitud.
"Como una
película, en blanco y negro, a cámara lenta: una mujer desnuda y enloquecida en una carroza, travestis insultando y
drogándose, políticos, familias que aplaudían… y mucha podredumbre", relata.
Incapaz de aguantar las "nauseas" que le producía, huyó y entró
en la primera iglesia que vio. Comenzaba una misa. En ese preciso instante,
tras años de acoso diabólico,
posesión y adicción, supo que "no había
vuelta atrás": "Ahí comenzó el cambio, renuncie a mi homosexualidad".
Con estas palabras, el argentino
relata en sus redes sociales, el momento en que su vida cambió.
Javier recibió educación católica en los mejores colegios durante
su infancia, pero no se consideraba católico.
Cuenta en El rosario de las 11 pm que, en la adolescencia, "entré
en el mundo de la noche y la
promiscuidad, era adicto a todas las drogas que se puedan imaginar y me hice homosexual, prostituyéndome,
manteniendo relaciones con cualquiera y drogándome a todas
horas".
El primer
"cambio radical", una promesa a
Jesús
Tras una extraña experiencia
durante una noche que trató de paliar con mantras budistas, recordó una estampa de la Virgen que le regalaron tiempo atrás, le
hizo un altar en su casa y, sin ser siquiera católico, comenzó a rezar. Acto
seguido, recuerda percibir "una imagen de Jesús misericordioso" que le llevaría a impulsar el primer "cambio radical" de si vida.
"Le prometí a Dios que nunca más iba a fumar
marihuana. Fue la primera sensación de amor que sentí, sin conocer a
Dios. Y desde ese momento dejé de fumar marihuana, los cigarros y las malas
compañías", relata.
Prácticamente de forma inmediata,
Javier comenzó a involucrarse con dos médiums en prácticas de relajación con cuencos tibetanos.
Nunca olvidará cuando una de ellas le pasó el cuenco por el pecho. "No sé bien qué pasó, pero sentí un gran dolor, como si algo se
hubiese salido, seguido de una sensación de éxtasis, miedo y amor a la vez", relata.
Más tarde sabría que aquellas mujeres eran algún tipo de brujas que
también le introdujeron al mundo del reiki, la meditación y
la nueva era,
aprendiéndolo y practicándolo con otros.
"Iba todo
perfecto hasta que empecé a sentir ruidos
en mi casa, entré en una depresión
tremenda y las brujas me decían que era por mi purificación. Seguía
haciendo reiki y cada vez estaba peor: mi casa era una ruina, todo se rompía y cada vez había más ruidos", relata.
"Una figura oscura
se lanzó sobre mi pecho"
Tras un nuevo contacto con las
médiums, los ataques empeoraron. "Fue de
película", afirma al recordar como "todos
los demonios" parecían atacarle. Recuerda concretamente una noche,
cuando ya acostado comenzó a escuchar nuevamente esos ruidos: "Enfrente de mí había una figura, humana pero oscura, que se lanzó sobre mi pecho. Sentí
un calor que me quemaba y ardía. No entendía nada y [las mediums] me dejaron solo".
Tras una semana sin apenas
dormir, sintiendo un intenso ardor
cada vez que trataba de rezar y con nuevas tentaciones sexuales
llamando a la puerta, Javier volvió a casa de la señora, en busca de ayuda.
"Me regaló una
cruz de plástico y la traje a casa. Cuando escuché nuevos ruidos y pasos,
busqué la oración a San Miguel
mezclada con símbolos reiki, piedras y cuarzos y cogí la cruz
mientras rezaba", relata desde el mismo punto donde
tuvo lugar el nuevo episodio.
Lejos de mejorar lo sucedido,
cuenta que entonces "comenzó el infierno".
"El demonio me
atacó. Sentí como fuego entrando
por la espalda, quemándome como si estuviese en una hoguera. Perdí todas
mis fuerzas y no podía caminar. Salí a la calle en un estado deplorable y sentí
que entraban más demonios mientras me debilitaba más", comenta.
Su cuerpo y mente no fueron las
únicas víctimas del ataque. Su casa, impracticable, se había llenado
repentinamente de ratas y
cucarachas, con las que tenía que convivir mientras trataba de lidiar
con "pinchazos
e insoportables voces" en la cabeza.
Acudió a un exorcista
Javier, que ya había empezado a
rezar aún sin considerarse católico, buscó la ayuda de un exorcista.
Primero encontró a Gustavo Seivane, asesor espiritual de
los Grupos de Oración del Padre Pío en Argentina. De él recibió oraciones de
liberación, la unción de enfermos, conversación espiritual durante horas e
incluso un exorcismo.
También le requisó todos sus artefactos relacionados a
la nueva era y la brujería, pirámides energéticas, los budas ante los
que Javier se postraba, piedras, cuadros de mandalas… "Si no estás muerto, es porque el Señor no lo
ha querido", le decía el sacerdote.
Después, Seivane le derivó a otro
exorcista, Gustavo Chamorro,
quien pronto supo que las médiums estaban también "dedicadas
a la brujería" y sabían todo lo que le había ocurrido. Fue Chamorro
quien le dijo que estaba poseído
por dos demonios y que también había sido maldecido por su abuela.
Pero había algo que no terminaba
de "funcionar". Y es que el mismo
Javier reconoce que, además de no confesarse, había continuado practicando reiki consigo mismo mientras
recibía las oraciones de liberación de los exorcistas.
Una promesa a la
Virgen, y una confesión
"Hasta que un
día me postré ante una imagen pequeña de la Virgen y sentí que no le estaba
siendo fiel. Le prometí que lo sería, le llevé lo poco que me quedaba de Nueva
Era al padre Gustavo y desde entonces empecé mi camino de conversión", relata. Prácticamente al mismo tiempo decidió confesarse.
La conversión de Javier comenzó
realmente cuando admitió no estar `siendo fiel´ a la Virgen. Entonces `empezó
el cambio´.
Renunció a la
homosexualidad en la Marcha del Orgullo Gay
Solo entonces, habiendo comenzado
su transformación en tales circunstancias, pudo darse el desenlace descrito en
la Marcha del Orgullo Gay de 2015. Fue buscando diversión, pero ahora lo que veía le repugnaba.
"No podía creer que hubiese participado
durante años en eso. Lo que veía era horroroso. Salí corriendo y me metí
a una iglesia. Necesitaba hablar con un sacerdote, que rezase conmigo. Sentía
asco y angustia. Ahí comprendí todo. Me quedé en la misa y vino el cambio
total. Ahí renuncie a la
homosexualidad", rememora.
Poco después de comenzar su nueva
vida conoció al sacerdote de la Renovación Carismática Fabián Barrera,
también exorcista. "Con él seguí combatiendo contra el demonio,
aún sin liberarme. Serví como monaguillo, estuve 5 años creciendo en la fe y
empecé a rezar todo el tiempo, día y noche, hasta que un día me quedé
dormido y escuché: `El Señor
reconfortará tu alma´".
El sacerdote y exorcista Fabián Barrera, que apoyó a Javier durante su
liberación.
Aunque "no
entendía nada", pronto acudió a un retiro en el que tendría su "primer
encuentro con Jesús". "Y no me cabe duda de que desde ese
momento comencé a vivir mi verdadera conversión", agrega.
Hoy, Javier es un activo
evangelizador en sus redes sociales. Desde entonces, admite vivir dedicado a la adoración al Santísimo y la
oración, enfrentando las tentaciones propias de la homosexualidad y
viviendo en castidad desde hace siete años.
En la batalla, pero
contento
En ocasiones es consciente de
sufrir fuertes tentaciones e incluso una cierta "persecución
diabólica" en este sentido, pero también se ve reconfortado por
una intensa devoción a su ángel de
la guarda, con el que asegura haber tenido una experiencia en plena
adoración al Santísimo que le dio "fuerza para
mantenerse en la fe".
Admite "estar contento, librando mil batallas",
sabiendo que no es "ningún santo" pero
con la convicción de "librar la batalla hasta
el final de los brazos de María".
"Tenemos que
tener compasión. La Iglesia debe
estar abierta para a todos, pero diciendo siempre la verdad. La única
bandera que debe haber es la de Jesús, no de ideologías, la bandera gay o de
partidos. Las iglesias tienen que estar abiertas a todos para recibir a quienes
están heridos, pero combatiendo a
los perversos ideológicos que quieren pervertir la Iglesia. Nuestro
deber es rezar, orar y ayudar a los hermanos que llegan heridos a nuestras
comunidades", concluye.
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