Los milagros de Jesús.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
MANIFESTACIÓN DE JESÚS
La segunda Pascua que pasa Jesús en Jerusalén va a ser el momento oportuno para
dar un paso adelante en la manifestación de sí mismo y de su misión. Al subir a
Jerusalén le precede la voz de ha resucitado al hijo de la viuda de Nain. Sin
palabras, se ha declarado Señor de la vida. La expectación ante lo que va a
decir, o a hacer, es grande. Un milagro va a ser la ocasión de avanzar en la
manifestación; se trata de la curación del paralítico de la piscina de Betzata,
también llamada de Siloé, lugar donde se agrupaban muchos enfermos con la
esperanza de ser curados al entrar en las aguas, removidas por el ángel, una
vez al año.
Veamos los hechos: "Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las
ovejas, una piscina, llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos. En
estos yacía una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos."
"Había allí un hombre que padecía una
enfermedad desde hacía treinta y ocho años". Es fácil intuir la mezcla de esperanza y
desaliento de este hombre. Está allí, porque queda una ligera posibilidad. Pero
son tantos los años de fracaso que poco le queda esperar ya. Está solo, y los
que le rodean son competidores, no amigos. El estado de su alma no parece mejor
que el del cuerpo. Se intuye una amargura que quizá sea la causa de su soledad.
No está a bien ni con Dios, ni con los hombres. Y la vida, pocas posibilidades
le ofrece, aparte de la queja y el lamento. "Jesús,
al verlo tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser
curado?" La respuesta
parece obvia; para esto está allí; pero emerge poca esperanza "le contestó: Señor, no tengo un hombre que me
introduzca en la piscina cuando se mueve el agua; mientras voy, desciende otro
antes que yo" (Jn). No sabe quién es el que habla con él, ni
tiene fe en aquél profeta de Nazaret. Pero Jesús quiere que su enfermedad sea
ocasión de gloria de Dios. "Le dijo
Jesús: Levántate, toma tu camilla y anda. Al instante aquel hombre quedó sano,
tomó su camilla y echó a andar" (Jn).
LOS FARISEOS PROTESTAN
"Aquel día era sábado. Entonces dijeron los judíos al que había sido
curado: Es sábado y no te es lícito llevar la camilla. El les respondió: El que
me ha curado es el que me dijo: Toma tu camilla y anda. Le interrogaron: ¿Quién
es el hombre que te dijo: Toma tu camilla y anda? El que había sido curado no
sabía quién era, pues Jesús se había apartado de la turba allí reunida.
Después de esto Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: Mira, has sido
curado; no peques más para que no te ocurra algo peor. Se marchó aquel hombre y
dijo a los judíos que era Jesús quien le había curado" (Jn).
EL SÁBADO
La fiesta del sábado se extendía de sol a sol. En ella se trata de reconocer a
Dios como Señor de todo lo creado, de darle culto, y de vivir un descanso que
es ocasión de fiesta y de gozo en la creación. Dios descansó en séptimo día
dice el Génesis. El cumplimiento del descanso sabático era de gran importancia
en la piedad judía; tanto, que su incumplimiento implicaba la exclusión de la
comunidad y conllevaba el castigo divino. En los tiempos de Jesús se había
acentuado el rigor de este cumplimiento con una variada casuística. El libro de
los jubileos prohíbe casarse, encender fuego o cocinar. Los fariseos aumentaban
las prohibiciones. Jesús no es contrario a la institución del sábado; pero
coloca por delante el amor al prójimo, y, sobre todo, se declara Señor del
sábado, es decir, con potestad divina muy superior a la de las prescripciones
veterotestamentarias.
JESÚS LES RESPONDE
"Por eso perseguían los judíos a Jesús, porque había hecho esto en
sábado". La contestación de Jesús va mucho más lejos que la
validez de los preceptos humanos que interpretan la ley del sábado, pues revela
quién es Él. Y replica con claridad: "Mi Padre trabaja hasta el
presente, y yo también trabajo". Se pone en el mismo nivel que el
Padre celestial. Se manifiesta como Hijo, de una manera nueva y sorprendente.
No se trata ya de una filiación como la de todos los hombres, sino de una
filiación nueva. Lo característico de la filiación es recibir del padre el
cuerpo y la vida humana, algo de su ser, pero ningún hijo recibe toda la vida
de su padre en la tierra. La filiación plena de Jesús es recibir toda la vida
del Padre, y así es igual a Dios. ¿Lo entendieron así los judíos? Parece que sí,
pues "por esto los judíos con más ahínco buscaban matarle, porque
no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios Padre suyo,
haciéndose igual a Dios" (Jn). Estamos en el segundo año de la
vida pública de Jesús y vemos como los judíos perciben –con más claridad cada
vez- que Jesús no es un reformador religioso solamente, sino que se declara
igual a Dios. Ante esto sólo caben dos posibilidades: o creer y seguirle hasta
el final, o no creer y condenarle por blasfemo.
Y JESÚS ACLARA MÁS LA
AFIRMACIÓN INICIAL.
"Respondió Jesús y les dijo: En verdad, en verdad os digo que el Hijo
no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; pues lo que El
hace, eso lo hace del mismo modo el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le
muestra todo lo que El hace, y le mostrará obras mayores que éstas para que
vosotros os maravilléis. Pues así como el Padre resucita a los muertos y les da
vida, del mismo modo el Hijo da vida a quienes quiere. El Padre no juzga a
nadie, sino que todo juicio lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo
como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha
enviado" (Jn).
Luego como en un modo solemne declara: "en verdad, en verdad os
digo que el que oye mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna, y
no viene a juicio sino que pasa de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os
digo que llega la hora, y es ésta, en la que los muertos oirán la voz del Hijo
de Dios; y los que la oyeren vivirán, pues como el Padre tiene vida en sí mismo,
así ha dado al Hijo tener vida en sí mismo. Y le dio poder de juzgar, ya que es
el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto, porque viene la hora en la que
todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron el bien
saldrán para la resurrección de la vida; y los que practicaron el mal, para la
resurrección del juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo: según oigo, así
juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad sino la voluntad del
que me envió". La salvación lleva hasta una nueva vida de
resurrección. Las cosas están claramente planteadas. No hay ambigüedades,
aunque vendrán aclaraciones mayores aún. Esta segunda Pascua es decisiva para
el mensaje de Jesús: Él es el Hijo de Dios vivo, enviado por el Padre para
salvar a los hombres que crean en Él y darles una vida nueva.
DOBLE TESTIMONIO
Para confirmar sus palabras, señala el doble testimonio que le avala: el de
Juan Bautista y el del mismo Padre: "Si yo diera testimonio de mí
mismo, mi testimonio no sería verdadero. Otro es el que da testimonio de mí, y
sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis legados a
Juan y él dio testimonio de la verdad. Pero yo no recibo el testimonio de
hombre, sino que os digo esto para que os salvéis. Aquel era la antorcha que
ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis alegraros por un momento con su luz.
Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan, pues las obras que me ha dado
mi Padre para que las lleve a cabo, las mismas obras que yo hago, dan
testimonio acerca de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me ha
enviado, El mismo ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su
voz ni habéis visto su rostro; ni permanece su palabra en vosotros, porque no
creéis en éste a quien El envió. Escudriñad las Escrituras, ya que vosotros
pensáis tener en ellas la vida eterna: ellas son las que dan testimonio de mí.
Y no queréis venir a mí para tener vida" (Jn). Juan hablaba en el
exterior, y ha sido escuchado por los hombres de buena voluntad. El Padre habla
en el interior con luces para los que no ponen obstáculos.
ACTO DE HUMILDAD
Luego Jesús declara que esta manifestación es un acto de humildad, no una
locura de orgullo. Debe declarar la misma verdad, escandalice o no. "Yo
no busco recibir gloria de los hombres; pero os conozco y sé que no hay amor de
Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro
viniera en nombre propio a ése lo recibiríais. ¿Cómo podéis creer vosotros, que
recibís gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que procede del único
Dios? No penséis que yo os acusaré ante el Padre; hay quien os acusa: Moisés,
en quien vosotros esperáis. En efecto, si creyeseis a Moisés, tal vez me
creeríais a mí, pues él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo
vais a creer en mis palabras?"(Jn).
Las cosas han
sido clarificadas en el seno del más puro Israel. Jesús acaba de hacer la
declaración de su divinidad y de su filiación divina. Nada puede seguir igual a
partir de ahora.
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