JORGE REYES, UN HISPANO EN CHICAGO, LLEGÓ POR SORPRESA A LA VIVIENDA DE LA PERSONA QUE LO TRAICIONÓ
"Me puse a pensar cómo es que había encontrado
su casa, cómo es que di las vueltas correctas en las calles correctas para
llegar a donde él vivía (...). Supe que había sido el diablo, porque se daba
cuenta de que me estaba perdiendo", confiesa Jorge.
Jorge Alfredo Reyes Tinoco nació en 1988 en la ciudad de Moroleón, estado de Guanajuato, México. De
niño convivía en la calle con los de su barrio, a quienes admiraba. "Yo la primera vez que probé un cigarro fue a
los 8 años, la primera vez que
probé una cerveza fue a los 9, la primera vez que vi cocaína fue a los 10, y la
primera vez que me emborraché fue a los 11", recuerda.
En México no llegó a ingerir
drogas, pues "me daba mucho miedo". Pero sí inhalaba alguna vez con sus amigos thinner y pegamento. "Incluso ahora, de grande, me gusta mucho el aroma
cuando pintan con alguna lata de aerosol; no sé si será porque me recuerda a mi
infancia".
¿QUÉ
LLEVA A UN CHICO A BUSCAR UNA FAMILIA PARALELA?
La hermandad que imperaba con sus
amigos del vecindario era lo que hacía tan atractiva esa vida para Jorge: "Si comía uno, comíamos todos; si
robábamos, era para que todos comiéramos. No nos dábamos cuenta de
que éramos pobres, no nos dábamos cuenta de que había necesidad, porque siempre
estábamos para apoyarnos entre nosotros".
Ahora bien, ¿por qué a Jorge le llenaba más esa familia que la suya
propia? Responde: "Lo descubrí años
después: era el abandono que yo sentía de mi familia desde una
temprana edad, pues yo soy el mayor de mis hermanos; tengo dos hermanas después
de mí, y luego un hermano menor, que ya falleció".
'Si comía uno, comíamos
todos; si robábamos, era para que todos comiéramos', confiesa.
"Cuando nació
la primera de mis hermanas, yo andaba con ella para todos lados. Luego nació mi
segunda hermana, y las dos niñas se apegaron, y a mí, como varón, me hicieron a
un lado. Yo sentí que en la familia le daban más amor a ellas que a mí, y me
sentí orillado". "Y ahí fue donde yo encontré familia en los 'compas'
del barrio. Mi trauma psicológico desde los 5 años —continúa— ha sido el abandono.
En cambio, en esos 'marihuanos', en lo más bajo del mundo, es donde encontré mi
hogar".
EN
BUSCA DE ASILO
Cuando Jorge era un adolescente
de 13 años de edad le gustaba pelear. "Empecé
a estudiar la Secundaria, y ahí había unos chavos que me hacían bullying,
y, mientras los demás alumnos de primer grado sí se dejaban, yo no me dejaba".
"Los agresores
eran como de segundo o tercer grado, y todos les tenían miedo, pero yo no. Si
ellos me hacían algo, yo se lo devolvía. Entonces el problema se tornó tan
grave que comenzaron a llevar navajas a la escuela".
Ahí Jorge se dio cuenta de que su
vida estaba en peligro: lo seguían, lo acorralaban y llegaban a
amenazarlo con las armas dentro de la misma escuela. "Así que saqué la excusa de que quería ir a
conocer Estados Unidos".
Como tenía visa, pidió a su familia permiso para irse allá a estudiar, y una
tía que vivía en Chicago le ofreció asilo. Después su padre decidió que toda la
familia se mudara a dicho lugar, estableciéndose todos finalmente en la ciudad
de Joliet, cercana a Chicago.
UN
ENCUENTRO INESPERADO CON EL RACISMO
"Cuando
llegamos a Joliet —confiesa Jorge— me encontré con el racismo de los propios
mexicanos. Fue la primera vez que me llamaron 'mojado', 'frijolero',
'bracero'. En la escuela tenía mucho conflicto con los mexicoamericanos".
Tristemente, desde que vivía en
México había experimentado rechazos racistas, por lo cual "durante un tiempo sí odiaba a mi propia raza". En su
misma patria las muchachas llegaban a decirle: "Estás
muy guapo pero estás muy prieto (de piel morena)".
En cambio, entre las
estadounidenses, fueran rubias o morenas, "las
muchachas se me quedaban mirando y me decían que está bonito mi color de piel". Gracias a esto, Jorge fue
sanando en ese aspecto: "He pasado de odiarme
por mi color de piel a empezar a quererme".
EN
EL MUNDO DE LAS PANDILLAS
Al principio no se interesó por
el mundo de las pandillas. Sólo años después "me empecé a involucrar por aburrimiento. Nunca me metí de fondo. Hay chavos que lo
tomaban como una opción de vida, y otros lo hacían por necesidad, pero yo lo
hacía porque no tenía nada que hacer".
Cuenta Jorge: "En ese tiempo, si traías tu gorra para un lado,
indicaba que era de una pandilla. Si la traías para el otro lado, pues eras de
otra pandilla. Si tus colores eran rojo y negro pertenecías
a tal pandilla, negro y azul a otra, o café y negro, o negro y
amarillo. Se escuchaba mucho de eso".
Cuando ingresó en la escuela
secundaria, se mudó con su familia a otro vecindario. "En
el primer vecindario la pandilla de ahí usaba rojo y negro. A donde me mudé,
que es donde actualmente vivo, el color es negro con azul, y la mayoría de sus
miembros son afroamericanos".
Y con ellos encontró Jorge "una nueva zona de confort". Tanto,
que él adoptó su forma de vestir, el tipo de joyas que ellos usan, su música,
etc. "Ellos me enseñaron a hablar inglés. Me
adoptaron, creo que en parte por mi color de piel, pues soy muy moreno".
LAS
DROGAS EN SU VIDA
También fue en la escuela
secundaria cuando Jorge comenzó a consumir marihuana. "Yo era bien 'marihuano' cuando tenía entre 15 y 18 años", confiesa.
La cocaína, en cambio, "sólo la probé una vez, y no me gustó porque sacó
al Jorge con el que siempre he peleado, sacó a un monstruo, a un ogro. Me puse súper violento".
Jorge Reyes conoció a
su mujer de un modo realmente sorprendente.
ADICTO
AL SEXO
Al paso de los años Jorge tuvo
una novia mexicoamericana, la cual se enteró de que Jorge, por un reto que ella
misma había suscitado, la había engañado con numerosas
mujeres.
Jorge reconoce que ya se había
convertido en un adicto al sexo, y explica la causa: "Honestamente
es porque yo tenía muchos problemas de autoestima. Especialmente con aquella
novia me hice muy inseguro de mí mismo. Y al andar con esas mujeres yo buscaba llenar
mi autoestima".
"Algunas de
ellas me decían: '¿Por qué no dejas a tu pareja y mejor andas conmigo?', y yo
contestaba: 'Contigo me siento a gusto, y si yo estoy aquí es porque tú me das
algo que ella no me está dando, pero al final del día la amo'".
DIOS
LE HIZO UNA INVITACIÓN
"Me entró el
miedo —dice Jorge— porque mi novia también
tenía un historial de andar en pandillas y de hacer cosas
locas, y temí que me mandara golpear, o que me quemara mi automóvil. Así que yo
me quise esconder".
"Por esos días
un amigo me invitó a un retiro de hombres, donde conocería más de
Dios, y yo al principio contesté que no, que no era para mí, que no
me interesaba saber de Dios".
"Pero, cuando
iban manejando mi auto, escuché una vocecita que me dijo: '¿No me vas a regalar un fin de
semana, Yo que te he dado tantas cosas?', y le contesté: 'Vamos a
hacer algo: voy al retiro, pero primero voy a una noche de parranda'".
Así que Jorge planeó ir a
divertirse el jueves, pues ya tenía entradas para asistir a un partido nocturno
de los Cubs de Chicago, y asistiría al retiro la tarde del viernes y el sábado
y domingo completos. Pero el jueves en la mañana, cuando Jorge estaba en su
trabajo, le llamó su amigo para rectificar: "Oye,
me equivoqué: el retiro empieza hoy a las 4 de la tarde".
Jorge mintió: "Entonces no voy a poder ir, porque voy a trabajar
hoy jueves toda la noche, hasta las 2 de la mañana". Mas la
vocecita que él había escuchado antes le volvió a hablar: "Regálame todo el fin de semana". Y Jorge de nuevo puso una condición: "Si les digo en el trabajo que me quiero tomar esos
días libres y no se oponen, entonces voy".
Y aunque era requisito pedir
permisos con dos semanas de anticipación, su supervisora le dio el permiso sin
ningún problema. "Yo, como buscaba pretextos
para no ir, hasta me enojé; pero ella me dijo que cuando un buen trabajador
quiere un tiempo libre es por algo".
EL
RETIRO QUE CAMBIARÍA SU VIDA
Así que Jorge fue al retiro,
organizado por el movimiento Encuentros de Resurrección. "Éramos como 60 caballeros. Ahí es como una montaña
rusa de emociones. En la primera noche, 10 de los 60 empezaron a llorar, y yo me asusté bastante. Pero
el sábado en la tarde ya también a mí me tocó chillar como a ellos; de los 60,
unos 40 estábamos llorando". "
En esa dinámica sacaron al
Santísimo, y hasta este día es el más grande que yo haya visto. Parecía un sol
y, en el momento en que lo acomodaron, yo sentí como si se me hubieran
subido 2 personas a los hombros. Así estuve unos 10 minutos y luego
me senté, pero entonces sentí como el peso de 4 personas sobre mí; y yo me
resistía hasta que algo me dijo: '¡Dobla rodilla,
dobla rodilla!'. Y yo todavía me decía: '¡No,
no, yo no doblo nada!'".
"Estuve
peleando como 15 o 20 minutos con esa vocecita que me pedía doblar rodilla,
hasta que me cansé y lo hice. Y en el mismo momento en que mis rodillas tocaron
el piso, sentí cómo esa armadura que yo cargaba desde los 5 años
se me rompía, y que la voz me decía: '¡Jorge, esa armadura ya no la
necesitas!'. Y empecé a llorar como nunca había llorado en mi vida".
"De ahí en
adelante sentí el amor de Dios. Conocí a un Cristo de perdón, de amor. Las
personas me preguntan cómo sé que fue algo real, y les cuento que yo
antes hacía 'meditación' y me alineaba los chakras, y que con eso
sientes una energía que viene a tu cuerpo. Cuando sentí la energía de Dios fue
como cuando hacía 'meditación', pero multiplicado como por mil veces o hasta
más. Era una energía tan fuerte, tan hermosa que dije: '¡Uauh, Dios de verdad
existe y me está sanando este corazón roto que he cargado toda mi vida!'".
De ahí en adelante Jorge comenzó a hacer cambios en su vida. Para empezar, acudió al
sacramento de la Confesión.
A
PUNTO DE COMETER UN CRIMEN
Tras el retiro, Jorge trató de
enfocarse más en Dios, y atraer a su novia hacia el camino de Cristo. "Pero yo aún estaba en una batalla interna, pues
sabía lo que tenía que hacer, y estaba peleando con el otro Jorge,
al que le gustaba hacer las cosas que no están bien".
A los meses de iniciado su camino
de conversión, empezaron los rumores en el trabajo de Jorge acerca de que su novia le estaba siéndole infiel con un compañero de la misma empresa. Él
decidió no guiarse por rumores sino preguntar directamente al presunto
involucrado, enviándole un par de mensajes por redes sociales y llamándolo por
teléfono.
Pero Jorge no obtuvo respuesta;
en cambio, su oponente dijo a todos que no le importaba Jorge y que no tenía
miedo de él. Y, en un momento en que ambos se cruzaron en un cambio de
turno, el compañero sólo le dirigió una sonrisa burlona. "Eso me
causó tanto enojo —dice Jorge—, que cuando
me tocó trabajar en un mismo turno que él, hasta dejé mi máquina para ir a
hablarle, pero él se subió a un montacargas y huyó".
Entonces Jorge decidió lastimar a
ese muchacho: "Puse un destornillador en mi
bolsillo. Tomé mis llaves y me las coloqué en el puño, entre los dedos.
Pensé atacarlo con ambas cosas".
Pero su oponente vio aquello, y
fue a buscar al personal de seguridad, el cual lo ayudó a marcharse en su
automóvil sin que Jorge lo supiera. "Yo no me
di cuenta hasta que mi novia me dijo que él ya estaba en su vehículo. Así
que salí corriendo al estacionamiento a buscarlo". Y no lo encontró. "Me quedé pensando: '¿Cómo voy a hacer ahora, si no
sé dónde vive él?'".
'Y en el mismo momento en que mis
rodillas tocaron el piso, sentí cómo esa armadura que yo cargaba desde los 5
años se me rompía'.
"Yo le digo a
los chavos en mi testimonio que, así como Dios te habla, también el diablo te
habla. Porque algo dentro de mí me decía: 'Da una vuelta aquí, da
otra acá, luego una para acá', y así es como llegué a la casa de él. Miré su
auto, sus placas, los detalles que tenía el coche, y así supe que era el suyo y
que vivía en ese lugar".
Él tenía unos perros Pit Bull
grandes, y yo le tengo pavor a los perros grandes, pero mi enojo era tan grande
que no me importó y toqué a su puerta mientras los perros ladraban. Abrió la
puerta, me miró, se asustó y cerró". "Yo seguí
tocando mientras le gritaba: '¡Abre! ¿No
que no tienes miedo de mí? ¡Abre, pues!'. Y, como no salía, se me vino a
la mente esta idea: '¿Y si le quemo la casa?'. El
demonio me hablaba: '¡Quémale la casa, tienes razón!'".
LA
INTERVENCIÓN DIVINA
"En ese
momento el coche que yo traía no era propio sino rentado, porque hacía como 2
semanas que me había accidentado. Y estaba buscando en él mi cartera y no la
encontré, así que no tenía cómo comprar nada".
Jorge decidió llamar por teléfono
a los compañeros de su vieja pandilla para que lo ayudaran a realizar su plan
malvado. Les dijo: "Vamos a hacer una barbacoa", y
ellos dijeron que sí. Pero cuando le preguntaron dónde estaba, Dios
intervino haciendo que la llamada se cortara, y Jorge se dio cuenta de que su
teléfono celular estaba "muerto". Intentó
cargar la batería pero no traía cargador porque el auto no era suyo.
Entonces siguió tocando la puerta
de la casa, aún con intención de golpear a su compañero de trabajo. "Estuve haciendo eso como una hora, hasta que me
puse a pensar que tenía dos opciones: sacarle la gasolina al carro (para quemar
la casa), pero entonces no tendría modo de llegar a mi hogar porque traía muy
poco combustible. O usar esa poca gasolina para manejar hasta
mi domicilio". "
Entonces me resigné y me fui a mi
casa. De la de él a la mía se hacían entre 40 y 50 minutos. Y en esa manejada
me puse a pensar cómo es que había encontrado su
casa, cómo es que di las vueltas correctas en las calles correctas
para llegar a donde él vivía, sin yo saber que él vivía ahí. ¿Qué había sido eso que me había dicho por dónde me
debía ir y dónde dar vuelta?".
"Supe
que había sido el diablo, porque se daba cuenta de que me estaba perdiendo, pues yo estaba comenzando a seguir a Dios, yo
amaba a Dios. Y empecé a llorar porque recapacité y me dije: '¡Qué babosada
estuve a punto de hacer!'. Iba a lastimar a una persona, y yo no sabía si sus
hijos estaban ahí o no, así que pude lastimar a niños, cuando para mí hay una
regla dorada: si hay un problema con una persona mayor y trae a un niño, ahí se
acaba el asunto".
"Entonces
empecé a llorar más porque, según yo, le había dado mi vida Dios y,
en cambio, había estado a punto de hacer algo terrible".
UNA
LLAMADA DEL TRABAJO
Jorge estaba por llegar a su casa
cuando sonó su teléfono, ese mismo que rato antes estaba "muerto". Era un superior de su trabajo
quien le llamaba, y le informó que ya sabía lo que había ocurrido, y que
tendrían una reunión para discutir su futuro en la compañía.
"Yo llevaba
como 5 años en esa compañía: empecé empacando latas hasta convertirme en uno de
los operadores más grandes. Y me dije que todo mi esfuerzo de años se me
iba a ir".
EL
PRIMER AÑO ES EL MÁS DIFÍCIL
Analizando lo que ha vivido, hoy
Jorge asegura: "El primer año de la conversión es el más
difícil". Por
ejemplo, en su caso personal, los días jueves "asistía
a la reunión de Perseverancia", pero al salir de ahí "me iba a beber o a un strip club a
ver a las muchachas".
"Todos en la
Iglesia me decían que tenía que cambiar y hacer tal o cual cosa. Pero una
señora escuchó y me dijo: 'No les hagas caso. Si no quieres cambiar por ti,
no cambies. Tú sigue emborrachándote, tú sigue con mujeres, tú
continúa viendo a strippers. Pero, así como vas a seguir haciendo esas cosas
malas, vas a seguir yendo también al Santísimo, a la Misa y haciendo los
Rosarios, vas a continuar asistiendo a las Perseverancias. Y vas a ver que tú
mismo te vas a retirar de tus cosas malas'".
Jorge tuvo gemelas y
vive una vida libre de adicciones junto a su mujer.
"Pues hice
como ella me dijo. Y me acuerdo que un martes estaba en el strip club con
mis compas, tomando una cerveza y mirando a una chica bailar y aventándole
dinero. Y de repente me entró una incomodidad tan fea que me dije: '¿Qué
estoy haciendo aquí? ¡Yo aquí no pertenezco!'. Me sentí sucio. Me
levanté sin decirle nada a nadie".
"Manejando
hacia mi casa me acordé de lo que me había dicho aquella señora. Y me di cuenta
de que estaba dejando mis cochinadas, no porque alguien me indicara que las dejara,
sino porque Dios me estaba dando la Gracia para poder salir de todo eso".
EL
ÚLTIMO PASO
A pesar de todo, Jorge seguía con
aquella relación tóxica que sostenía con su novia.
Constantemente rompían y se volvían a reconciliar. "Era
una adicción", reconoce.
Jorge esperaba que al menos el
día de su cumpleaños lo llamara por teléfono o le enviara un mensaje de
felicitación, aunque días antes habían peleado. Pero no ocurrió así, y él se
fue solo a un bar. Luego un amigo lo invitó a su casa para beberse unas copas a
fin de celebrar el cumpleaños, pero Jorge no estaba feliz, y de la casa de su amigo regresó llorando a su propio hogar, y
empezó a renegar ante Dios; le
dijo:
"¿Para qué me
quitaste la armadura de mi corazón? Antes nada me afectaba, nada me hacía
llorar, y ahora de todo chillo, ando muy emocional. ¡Yo sé que la regué, pero
no me merezco tanto sufrimiento! O al menos eso es lo que pienso. Yo
Te amo, Dios, pero sabes que no soy un hipócrita. Si Tú quieres que
siga predicando sobre Ti, y qué tan hermoso eres, y qué tan lindo eres, no
quiero seguir viviendo así. ¡No sé qué es la felicidad! Nunca la he conocido,
pero yo simplemente quiero ser feliz, sea lo que sea y cueste lo que cueste. Sé
que la persona con la que estoy no es buena para mí, pero no la puedo
dejar".
Cuenta Jorge que al otro día su
novia lo llamó, le dijo que, si se hubiera portado bien, ella lo habría
felicitado por su cumpleaños y lo hubiera invitado a salir, pero "no te lo mereces". Él fue a verla a su
casa y le dijo: "Sólo te pido que me abraces por mi cumpleaños, es todo". Entonces ella lo hizo por
compromiso, sin ganas.
Fue entonces cuando él empezó a
preguntarse: "¿Por qué estoy aquí? ¿Qué estoy
haciendo aquí?", y luego le dijo a ella: "Ésta es la última vez que voy a estar en este lugar". Y se fue, rompiendo definitivamente aquella
relación tóxica.
Y
DIOS LE ESCOGIÓ UNA ESPOSA
Jorge se sentía solo y triste;
lleno de tatuajes, pensaba que tampoco encajaba
con los demás en los diversos eventos religiosos a los que él
asistía buscando ayudar a otros a encontrar a Dios.
Compró una pequeña estatua de
Jesucristo, la cual llevaba siempre con él para acordarse de que Dios siempre
estaba a su lado. Y este mismo ejercicio lo comenzaría a practicar con su grupo
de niños, que no sentían que Dios los acompañara. "Yo
le decía a alguno: 'Esta semana Te lo llevas tú, llévalo a donde tú quieras
y, cuando te sientas solo, abrázalo y platica con Él, pues Dios está ahí
contigo''.
Y, en otro retiro, Jorge conoció
a quien sería su esposa. Sin embargo, "ella no
me llamaba la atención. Me parecía muy fresilla (superficial)",
cuenta.
Iba a organizarse un retiro en
Nashville, y el grupo eclesiástico al que pertenecían iba a ayudar en él. Luego
ella le contaría: "Yo no había pensado ir a
ese retiro, pero una señora que acababa de llegar de Tierra Santa me dijo que,
si había algún retiro, entonces que yo asistiera porque ahí iba a conocer a
mi futuro esposo. Dios le había dado una visión de verme de blanco,
casándome".
Por su parte, Jorge dice: "En la última noche del retiro habíamos hecho una
fogata, y estábamos todos ahí adorando al Espíritu Santo, y en esa reunión ella
compartió su testimonio. De repente, esa vocecita que tantas veces me había
hablado, me dijo: 'Quiero que vayas con ella y le digas lo que
te voy a decir'. Y yo pregunté: '¿Qué le digo?', y la vocecita me
contestó: 'Que no sabes por qué, pero que tú la necesitas en tu vida'. Yo dije:
'¡Pero ella va a creer que estoy loco o 'marihuano'!', mas la voz me insistió:
'Tú sólo dile lo que Te estoy diciendo'".
"Pero no
quise, y dije que no iría, mas la vocecita me indicó: 'Mírate tu mano', y yo
obedecí y me vi un tatuaje que tengo, que es una Cruz; y me dijo: '¿Te
acuerdas de la promesa que hiciste cuanto te tatuaste eso?', y contesté que sí,
que 'iba a ir a donde Tú me mandaras, aunque yo no quisiera, y que Te iba a
seguir aunque no quisiera, y no Te iba a cuestionar'. Me dijo: 'Entonces ve y
háblale'".
"Me le acerqué
y le dije a ella: 'Vas a pensar que estoy loco, que estoy tomado o que estoy
drogado, pero no estoy nada de eso. Dios me acaba de decir que quiere que te diga
esto'".
"Ella se quedó
sorprendida porque yo no le había hablando nunca desde que nos habíamos
conocido. Y dije: 'Dice Dios que no sé por qué, pero que te necesito en mi
vida'. Me preguntó: '¿Qué significa?'. Contesté: 'No lo sé. Dios no me platica
todo el plan, nada más me da partes del rompecabezas,
y yo estoy como loco averiguando qué es lo que quiere decir; así que nomás te
paso el recado'".
Jorge confiesa: "Al momento en que le dije eso, no sé por qué pero
me sentí muy atraído hacia ella. Dijo que tenía frío, y fui
corriendo a mi cuarto por mi chaqueta y se la di, para que así se quedara
platicando conmigo. Y cuando finalmente nos retiramos, me di cuenta de que
muchos chavos estaban interesado en ella, y pensé que yo no tendría
oportunidad".
"Pero en el
regreso de Nashville a Chicago estuvimos conversando, y ya cuando llegamos, que
eran las 10:30 de la noche, me pidieron que yo la llevara a su casa, y mientras
conducía mi auto le conté mi historia. Ella me preguntó por qué le estaba
contando todo eso, y le dije que era para que supiera quién soy yo, mi pasado,
y lo que estaba luchando por cambiar, y así tener la oportunidad de entablar una
amistad si así ella lo quería".
"Le conté que
mi relación pasada había comenzado con una mentira, y que cuando me enteré de
la verdad, dolía mucho, pero que yo ya tenía sentimientos hacia esa persona, 'y
yo no quiero ponerte en ese mismo predicamento; por eso te doy la
opción desde ahorita, si quieres conocerme, o bien decirme que no, no hay
problema'".
Desde entonces sus conversaciones
eran por Facebook. Luego Jorge la invitó a tomar un café, y le propuso que
fueran a Chicago de fiesta, pero ella le dijo que tenía un horario de llegada a
casa, así que él la llevó. Jorge se quedó en el dilema de ir solo a Chicago, o
bien retornar a su propio hogar, en Joliet, y se decidió por esto último. Ella
se comunicó con él y le preguntó si ya iba para Chicago, a lo que Jorge le
contestó: "No, voy para mi casa. Si tú estás
en tu casa yo no tengo necesidad de estar en la calle". Al colgar,
Jorge finalmente entendió lo que Dios le quiso indicar cuando le dijo: "Tú la necesitas a ella".
BODA
EN TIEMPOS DE COVID, Y UN SUEÑO PROFÉTICO
Si bien ella estaba muy
interesada en Jorge, al mismo tiempo sentía el
llamado a la vida consagrada; así que, a pocas semanas de comenzar a ser
novios, le dijo a Jorge: "Antes de que tú
entraras en mi vida, yo ya estaba en el proceso de discernimiento para ser
monja. Tengo que ir a Egipto por un mes para ver si la vida religiosa es para
mí".
Fue un mes difícil, pues estando
ella en otro país, sólo se comunicaban brevemente. Le confesaría a Jorge más
adelante: "¿Sabes por qué casi no hablaba
contigo? Porque lloraba después de que colgábamos, porque yo me sentía
culpable de escoger mejor a un hombre que a Dios".
La madre superiora le explicó que
decirle "sí" a un hombre no era
malo, porque el matrimonio también es una vocación; que lo malo sería
que ella tomara la decisión incorrecta, y que donde ella se sintiera en casa, donde ella
sintiera paz, es a donde pertenecía. Y ella le dijo a Jorge: "Me estresaba en Egipto, me estresaba con las
personas con las que estaba. En cambio, cuando hablaba contigo, me quitabas ese
estrés. Y ahí es donde yo entendí que mi hogar es estar contigo, que mi llamado
es estar contigo".
Después de 2 años de noviazgo se
casaron, y ya tienen 3 de matrimonio. Dice Jorge: "Nos casamos cuando empezó lo del covid; ya teníamos
reservado un lugar, y de repente nos avisaron que todo se cerraba. Entonces
dijimos: 'O nos casamos para complacer a Dios, o nos casamos para complacer al
mundo y tener una fiesta'".
"Así que sí
nos casamos, porque al final del día lo importante era estar en Gracia de Dios,
y no importaba si sólo nuestra familia más cercana nos acompañaba. Para
mí hasta fue más bonito, más íntimo".
"En la boda mi
suegra nos dijo: 'Dios tiene una sorpresa para ustedes, una sorpresa que les va
a gustar'. Yo siempre quise que mi primera cría fuera una mujercita, y mis
cuñadas comenzaron a tener sueños y nos decían: 'Van a tener gemelos'. Yo
preguntaba: '¿Cómo lo saben?', y una me contestaba: 'Porque a cada rato sueño a
una niñas, y les miro los zapatitos y son de marca Jordan, y nadie más de la
familia usa Jordan sino tú. Por eso sé que son tuyas'".
"Dicho y
hecho, en diciembre, para mi cumpleaños, mi esposa, que ya sabía que estaba
embarazada, me dio la noticia de que había ido a que le hicieran un
ultrasonido, y que descubrieron que eran dos bebés. Luego mi suegra me dijo
que ésa era la sorpresa que Dios tenía para nosotros, y que también tenía un
mensaje: 'Todo va a salir bien con esas niñas"'. Y así fue.
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