`Los Evangelios recogen muchas de sus palabras sobre la fe y la caridad, pero ninguna sobre la esperanza´: el predicador de la Casa Pontificia, cardenal Raniero Cantalamessa, lo explicó en su penúltima homilía de Cuaresma.
Este viernes 15 de marzo, el
predicador de la Casa Pontificia, el cardenal Raniero
Cantalamessa, pronuncio su cuarta prédica de Cuaresma en torno a los "milagros cotidianos de la esperanza", con la resurrección de Lázaro narrada en el
Evangelio de Juan como trasfondo.
La prédica, pronunciada en el
Aula Pablo VI en presencia del Papa Francisco, comenzó comparando la esperanza
cristiana a un "obrador de
milagros" capaz de "poner en pie a miles de
lisiados y paralíticos espirituales, miles de veces". Lo
extraordinario de esta virtud cristiana, agregó el Cantalamessa, "es que su presencia lo cambia todo,
incluso cuando exteriormente nada cambia".
UNA
VIRTUD CONCRETA Y PRÁCTICA
El predicador capuchino apuntó
cómo la esperanza "viene en nuestra ayuda
en nuestro camino personal de santificación",
convirtiéndose "en quien la ejercita, en
principio de progreso espiritual". En este sentido, destacó que no
se trata de "una disposición interior bella y
poética que hace soñar y construir mundos imaginarios", sino que,
al contrario, "es concreta y práctica".
"Se pasa el
tiempo poniéndole siempre tareas por delante. Siempre descubre algo que se
puede hacer para mejorar la situación: trabajar más, ser más obediente, más
humilde, más mortificado". Y cuando parece que no hay "nada más que hacer, la esperanza todavía nos señala
una tarea: resistir hasta el final y no perder la paciencia".
Acto seguido comentó la "relación privilegiada" que tiene esta
virtud con la de la paciencia. Tanto, dijo, que "es lo contrario de la impaciencia, de la prisa, del 'todo y ahora'. Es el antídoto
contra el desánimo. Es también un gran pedagogo, que no te indica todo a la
vez, sino que te pone ante una posibilidad cada vez.
Sólo da "el pan de cada día".
Distribuye el esfuerzo y permite así que se realice".
DIOS,
LA VERDADERA RAZÓN DE LA ESPERANZA
Es por eso que la esperanza
también "necesita de la tribulación", de modo que "las razones terrenas de la esperanza deben morir,
una tras otra, para que pueda surgir la verdadera razón inconmovible, que es Dios".
Por contradictorio que resulte,
el religioso argumentó cómo la tribulación "nos lleva
a esperar solo en Dios" y
conduce a un estado de "perfección" consistente
en "seguir esperando confiados" en Él, incluso cuando ha desaparecido toda razón humana
para esperar. Como le ocurrió a María bajo la cruz".
Cantalamessa contrapuso la
resurrección de Lázaro o del hijo de la viuda de Naín, "que
resucitaron para morir otra vez", con la "real
y corporal" de Cristo, descrita en dos capítulos enteros del
Evangelio de Juan. Para él, dijo, "no es sólo
'la causa de Jesús', es decir, su mensaje, lo que ha resucitado de entre los
muertos, ¡sino su persona! La resurrección actual no sustituye a la
resurrección final del cuerpo, sino que es su garantía. No anula ni
hace inútil la resurrección de Cristo de la tumba, sino que se apoya en
ella".
LA
ESPERANZA EN EL EVANGELIO
Tras desarticular el prejuicio de los no creyentes cuando
reprochan a los cristianos que no pueden ser objetivos porque la fe les impone
la conclusión a la que deben llegar, el predicador culminó su exposición
refiriéndose a la resurrección como el "renacimiento
de la esperanza", y explicando por qué esta última está "extramente ausente" de la predicación
de Jesús.
"Los
Evangelios recogen muchas de sus palabras sobre la fe y la caridad, pero
ninguna sobre la esperanza, a pesar de que toda su predicación proclama
que existe la resurrección de entre los muertos y la vida
eterna", aclaró el cardenal.
Por el contrario, la predicación
de los apóstoles sobre el sentimiento de la esperanza "estalla"
después de la Pascua, hablando de Dios como "el Dios de la
esperanza".
"La
explicación de la ausencia de dichos sobre la esperanza en el Evangelio es
sencilla: Cristo tuvo primero que morir y resucitar. Al resucitar, abrió
la fuente de la esperanza; inauguró el objeto mismo de la esperanza, que es una
vida con Dios más allá de la muerte",
concluyó.
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