La vida de cada uno de nosotros, sin excepción, no es un accidente; nuestra existencia en el mundo no es un mero fruto del azar.
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
EL ENCUENTRO ENTRE HOMBRES Y
MUJERES
Es muy importante que exista este
encuentro, este encuentro entre hombres y mujeres, porque hoy «el peligro más feo es la ideología de género, que anula
las diferencias. Esta ideología pretende borrar las distinciones naturales y
complementarias entre el hombre y la mujer, y hacer que todo sea igual. Pero
borrar la diferencia es borrar la humanidad. El hombre y la mujer, sin embargo,
se encuentran en una fructífera “tensión” que los enriquece y los llama a una
comunión de amor».
UNA NOVELA PROFÉTICA
Estas palabras son del Papa
Francisco, que en una reciente audiencia general recordó haber leído una novela
de principios del siglo XX, escrita por el hijo del arzobispo de Canterbury: El Señor del Mundo. La novela habla del futuro y
es profética, porque muestra esta tendencia a borrar todas las diferencias. Es
interesante leerla, si tienes tiempo, porque existen estos problemas de hoy;
ese hombre era un profeta.
LA VIDA COMO VOCACIÓN
El Papa también invitó en esa
audiencia a los participantes de la conferencia internacional: "Hombre-Mujer imagen de Dios", a
redescubrir la belleza de la vida del ser humano como una vocación. No lo
olvidemos: la dimensión antropológica, que subyace
a toda llamada en el seno de la comunidad, tiene que ver con una característica
esencial del ser humano como tal: es decir, que el hombre mismo es vocación. Cada
uno de nosotros, tanto en las grandes elecciones que atañen a un estado de
vida, como en las numerosas ocasiones y situaciones en las que se encarnan y
toman forma, se descubre y se expresa como llamado, como vocación, como persona
que se realiza en escuchar y responder, compartir el propio ser y los propios
dones con los demás para el bien común.
LA IDENTIDAD EN RELACIÓN
Este descubrimiento nos saca del
aislamiento de un ego autorreferencial y nos hace mirarnos como una identidad
en relación: existo y vivo en relación con quien me
generó, con la realidad que me trasciende, con los demás y con el mundo que me
rodea, en relación con el cual estoy llamado a abrazar con alegría y
responsabilidad una misión específica y personal. Esta verdad
antropológica es fundamental porque responde plenamente al deseo de realización
y felicidad humana que vive en nuestros corazones.
EL RIESGO DE LA REDUCCIÓN MATERIALISTA
En el contexto cultural actual
tendemos a veces a olvidar u oscurecer esta realidad, con el riesgo de reducir
al ser humano a sus únicas necesidades materiales o primarias, como si fuera un
objeto sin conciencia y sin voluntad, simplemente arrastrado por la vida como
parte de un engranaje mecánico. Y en cambio el hombre y la mujer son creados
por Dios y son imagen del Creador; es decir, llevan en sí un deseo de eternidad
y de felicidad que Dios mismo ha sembrado en sus corazones y que están llamados
a realizar mediante una vocación específica.
LA SANA TENSIÓN INTERNA
Por eso vive en nosotros una sana
tensión interna que nunca debemos sofocar: estamos llamados a la felicidad, a
la plenitud de vida, a algo grande a lo que Dios nos ha destinado. La vida de
cada uno de nosotros, sin excepción, no es un accidente; nuestra existencia en el
mundo no es un mero fruto del azar, sino que somos parte de un proyecto de amor
y estamos invitados a salir de nosotros mismos y hacerlo realidad, para
nosotros y para los demás.
LA MISIÓN COMO NATURALEZA
Por eso, si es cierto que cada
uno de nosotros tiene una misión, es decir, estamos llamados a ofrecer nuestra
propia contribución para mejorar el mundo y configurar la sociedad, siempre me
gusta recordar que no es una tarea externa encomendada a nuestras vidas, sino
de una dimensión que involucra nuestra propia naturaleza, la estructura de
nuestro ser hombre-mujer a imagen y semejanza de Dios: no sólo se nos ha
confiado una misión, sino que todos y cada uno de nosotros somos una misión.
(El
presente artículo tiene como base el mensaje del Papa Francisco dirigido
en italiano a los participantes del congreso mencionado).
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