CÉCILE VIVÍA ALEJADA DESDE NIÑA DE UNA FE QUE APENAS PRACTICÓ NI LE ENSEÑARON
Cécile se decepcionó de las prácticas de Nueva Era
a las que se dedicaba, pero su verdadera conversión llegó cuando comprendió
hasta qué punto eran un pecado contra Dios.
Cécile vive en el departamento francés del Var, en la Costa Azul.
De abuela comunista muy
anticlerical y madre creyente pero no
practicante, de niña se le quedó de la religión lo puramente
cultural: una cierta noción de Dios, una idea de Jesucristo, la celebración de
la Navidad…
EL
CAMINO A LA NEW AGE
En su adolescencia se rebeló
contra lo que veía como un mundo “violento,
injusto, capitalista” y se volvió hacia las religiones
orientales, en particular el budismo.
Pasados los años, se
casó y tuvo un hijo. Eso la centró en su familia y durante un
tiempo, como ella misma dice usando un símil ciclista, metió la cabeza en el
manillar. Pero el matrimonio fracasó y, según confiesa a Découvrir Dieu,
“las cuestiones existenciales regresaron”: “Inicié mi viaje al esoterismo y
la sanación energética. Me formé, hice muchas iniciaciones, conocí a mucha gente…
Hice medicina china, acupuntura, masajes. Luego, el reiki… Un montón de cosas, no me acuerdo de todas.
DECEPCIONES
En un momento dado, empezaron a
surgirle dudas: “¿Por qué llamar a todas estas
entidades? ¿Por qué no dirigirse a Dios Padre? ¡Existe un Creador…!”
Además le chirriaba que todos los grupos a los que se iba adhiriendo “predicaban la tolerancia” pero estaban llenos
de rivalidades sobre “quién era el mejor médium, el mejor sanador,
el mejor curandero…”
Sus propias artes empezaban a
interpelarla, como cuando recibió a una cliente que vino a ella para que le
curase. Días después, cuando tocaba la siguiente cita, ella la llamó para
decirle que no podía ir… porque había empeorado. La conciencia de Cécile se vio
afectada, porque aquella mujer había acudido a ella para ser “aliviada”, dice, no para ir a peor. Tal vez las
soluciones en las que ella creía no funcionaban… Pequeños detalles que “de forma inconsciente, creo”, la iban apartando
de ese mundo New Age.
UN
MUSULMÁN QUE LA ACERCÓ... AL DIOS CRISTIANO
Además, tras su divorcio, Cécile había hecho amistad
con un musulmán, que
rechazaba esas prácticas: “¡Para nosotros, eso
es magia! ¡Es diabólico!”, le decía, y se
negaba a que ella le aplicase algunas de sus técnicas.
Esa persistencia en la negativa
la hizo pensar. Averiguó qué pensaba el islam al
respecto y a raíz de eso empezó a interesarse por la religión mahometana. Como
le sucede a muchas personas de religión católica mal asimilada o nunca
practicada que caen en ritos orientales y neopaganos y quieren salir de ellos, la última espiritualidad donde se le ocurrió buscar es la
que había rechazado culturalmente.
Sin embargo, al cabo de un tiempo a Cécile le picó la curiosidad de
saber qué pensaban los católicos sobre la Nueva Era.
“En aquella época
estaba en paro, así que me pasé día y noche en internet, investigando",
explica: "Me
enteré de lo que es la posesión diabólica y de que
las personas que hacen esoterismo o magia negra apelan a unas ‘energías’ que
son demoniacas, que no vienen de Dios, y por tanto sus
poderes son demoniacos. A mí la sanación ‘energética’ me atraía porque quería
hacer el bien a los demás, mi intención era buena. Veía sin
embargo en la red lo que contaban personas que habían practicado el esoterismo.
Algunas cosas eran sobrenaturales -digámoslo así- o muy fuertes, y veía que
los exorcistas atendían a muchas personas que habían
practicado el esoterismo… Lo malo es que, en esos ámbitos, todo
el mundo cree estar haciendo el bien, estar del lado correcto, nadie
te dice ‘¡Yo estoy con el diablo, trabajo para él!’. No, creen estar trabajando
para el bien”.
LA
CONFESIÓN Y EL CAMINO DE LA FE
Cuando hubo rastreado todo lo
rastreable al respecto, tenía una cosa clara: “Cerré
mi ordenador, miré al techo y dije: ‘¡Dios mío, todo lo que he hecho, lo he hecho
contra Ti! He querido adquirir un poder que solo Tú puedes dar’. Comprendí la intensidad de mi pecado al
mismo tiempo que recibía el amor de Dios. Me derrumbé. Al fin comprendí lo que era la
misericordia. Fue realmente un momento de transformación, estuve llorando varios minutos”.
“Luego sentí la necesidad
de confesarme”, continúa Cécile: “No
me gustaban nada los sacerdotes, pero me dije: ‘Mi pecado es grave.
Realmente tengo que pedir perdón a Dios oficialmente, por así
decirlo’. Fui a ver a un sacerdote a una parroquia cercana. Él me acompañó para
empezar mi camino de fe”.
DIOS
LIBERTADOR
Así conoció a Dios “más profundamente”: “Dios acogió mi sufrimiento, me
acogió en sus entrañas, vio a mí y me liberó. Es algo que todavía me
impacta: Dios es mi libertador. Me libró de la muerte, porque yo
estaba en camino de perdición. Vi que había sembrado en mi camino
pequeños guijarros, pequeñas semillas, pequeñas cosas que me condujeron hasta
el final… Desde la adolescencia yo buscaba el amor absoluto, tenía una
necesidad de eternidad. Comprendí quién era el Dios que yo buscaba, y que Lo
había encontrado”.
“Incluso en medio
del sufrimiento”, concluye, “cuando una se sabe tan amada que Él nos dice ‘Tú eres mi hija amada’…
¡te da igual si se hunde el mundo! Uno sabe que ya está en la eternidad
de Dios y que, finalmente, este mundo es de paso: nos espera la
eternidad. ¡Y esa esperanza no tiene
precio!”.
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