Jesús reza de forma muy especial para que Pedro pueda superar la tentación, ya que le ha encomendado confirmar la fe de sus hermanos.
Por: Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre |
Fuente: www.enticonfio.org
Dentro del calendario litúrgico, el 22 de Febrero se celebra la fiesta de la
Cátedra de San Pedro. Una ocasión inmejorable para reconocer y apreciar todas
las gracias que recibimos del ministerio de Pedro y sus sucesores.
Hay un misterioso texto evangélico, del que vamos a partir para esta reflexión:
«¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el
poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no
desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.» Lc 22,
(31-32) ¿A qué puede referirse Jesús cuando dice
que Satanás ha solicitado el poder para cribarnos como trigo? Muy
probablemente esté evocando a Satán, quien se ve obligado a pedir licencia para
poner a prueba a Job (Job 1,1-12).
Dios permite la tentación bajo diversas formas, pero limitando el poder de los
ángeles caídos sobre nuestras restringidas fuerzas humanas. Por los designios
de la providencia, Dios espera que salgamos fortalecidos de la prueba, de forma
que la tentación llegue a convertirse en instrumento de santificación.
Ahora bien, más
allá de estas conclusiones extraídas del texto evangélico, también podemos
deducir de esas palabras de Jesús otras enseñanzas:
a) Jesús reza de una forma muy especial para que Pedro pueda superar la
tentación, ya que le ha encomendado la tarea de confirmar la fe de sus
hermanos, y,
b) Pedro será instrumento de Jesús para que los cristianos no sean cribados por
Satanás.
Sin duda alguna, tiene su plena lógica que la oración de Jesús se dirija de una
forma muy especial en favor de aquel en cuyas manos ha puesto una
responsabilidad tan grande. Pedro y sus sucesores no están preservados del
pecado; pero la oración de Jesús es eficaz, y ha conseguido garantizar que sus
pecados personales no puedan deformar el depósito de la fe que les ha sido
confiado. A esto se le conoce como "infalibilidad
del Papa", definida en el Concilio Vaticano I.
No se trata de un privilegio reivindicado por la Iglesia, como algunos
erróneamente suelen pretender explicar, sino de un don de Cristo a su Iglesia,
fruto de su oración al Padre (especialmente en la oración del huerto de los
olivos). Jesús no permite que quedemos a merced del error sembrado por el
príncipe de la mentira, Satanás. El magisterio pontificio es la tabla de
salvación de Cristo que nos preserva de ser engañados.
Así entenderemos mejor ese otro texto bíblico, Efesios 4, 11ss, no menos
significativo: «Él mismo dio a unos el ser
apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y
maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del
ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a
la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de
hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo.
Para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier
viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce
engañosamente al error.... »
En consecuencia, es justo y necesario que conozcamos cuáles son los diversos
grados de autoridad magisterial en los que recibimos el don de la veracidad de
Cristo, preservada del error. Concluimos resumiéndolo brevemente:
Por el grado en el que se formula, el magisterio de la Iglesia puede ser "ordinario" o "extraordinario".
Llamamos "magisterio
extraordinario", cuando el Espíritu Santo garantiza una asistencia
tan grande que lo hace infalible. Este magisterio extraordinario acontece
cuando el Papa hace una definición de fe solemne ex-cátedra (por ejemplo, la
definición de la Asunción de María al Cielo). También es magisterio
extraordinario, y por lo tanto infalible, el que formulan los concilios
universales de la Iglesia cuando tienen intención de definir materias de fe o
de moral (no fue el caso del concilio Vaticano II, pero sí en el Vaticano I y
en otros muchos concilios).
En segundo lugar, conocemos como "magisterio ordinario" el que ejerce
cada obispo cuando enseña en su diócesis. En este caso no es infalible, pero
eso no quiere decir que no tenga también la asistencia del don del Espíritu
Santo para preservarle del error, aunque no en un grado de infalibilidad.
También es magisterio ordinario el que ejerce el Papa cuando enseña con sus
encíclicas y demás documentos para toda la Iglesia universal.
En este caso tampoco se considera un magisterio infalible, aunque en algunas
circunstancias podría llegar a considerarse irreformable; grado muy próximo al
infalible. Y por último, también es magisterio
ordinario el que formulan los obispos de toda la Iglesia, cada uno en su diócesis,
cuando enseñan una doctrina conjuntamente en comunión con el Papa. En este caso
sí que se considera un magisterio infalible, aunque no se trate de un
magisterio extraordinario.
Pero, al formular estas distinciones eclesiológicas, tengamos el debido cuidado
de no distraernos de la perspectiva de fe que nos remite al misterio central:
Cristo no nos deja solos en nuestra debilidad para conocer la verdad revelada.
El pecado personal y nuestra historia personal de pecado, han debilitado
nuestra razón lo suficiente como para que la "Cátedra
de San Pedro", nos sea del todo necesaria para confesar y
adherirnos a la verdad de Cristo. ¡Gracias sean dadas
al Altísimo por su misericordia!
Monseñor Munilla
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