Catequesis del Papa Francisco del 28 de febrero de 2024.
Por: Tiziana Campisi | Fuente: Vatican News
Aún un poco resfriado y con la voz algo cansada, durante la audiencia
general celebrada en el Aula Pablo VI el Santo Padre encomendó la lectura
de su novena catequesis sobre los vicios y las virtudes a monseñor Filippo
Ciampanelli, oficial de la Secretaría de Estado.
En el texto preparado, el Papa se
detuvo sobre la envidia y la vanagloria, dos vicios propios de quien "aspira ser el centro del mundo", quiere
"aprovechar todo y todos" y ser "objeto de toda alabanza y de todo amor",
que pueden combatirse con las enseñanzas de San Pablo.
La envidia, uno de los "vicios más antiguos", explicó
Francisco, se describe también en las primeras páginas de la Sagrada Escritura,
que nos presenta "el odio de Caín contra su
hermano Abel", cuyos sacrificios "son
agradables a Dios". Caín se apesadumbra por ello y al no poder "soportar la felicidad de su hermano", llega
a matarlo.
“El rostro de la persona envidiosa es siempre
triste. Su mirada está abatida, parece sondear continuamente el suelo, pero en
realidad no ve nada, porque su mente está envuelta en pensamientos llenos de
malicia. La envidia, si no se controla, conduce al odio del otro”
LAS "MATEMÁTICAS" DE DIOS
En la base de la envidia "hay una relación de odio y amor", aclaró
el Papa. Se desea de hecho el mal del otro, pero en realidad "se desea ser como él" y "su buena fortuna nos parece una injusticia".
Y también hay "una falsa idea de Dios", porque
"no se acepta que Dios tenga sus propias
'matemáticas', distintas de las nuestras". Es lo que se desprende
de la parábola, contada por Jesús, de los obreros contratados por el dueño de
una viña a distintas horas del día.
Los que fueron contratados
primero "creen tener derecho a un salario más
alto que los que llegaron los últimos, pero el amo da a todos la misma
paga" y a los que protestan les responde: "¿No
puedo hacer con mis cosas lo que quiero? ¿O tienen envidia porque soy
bueno?".
“Nos gustaría imponer a Dios nuestra lógica
egoísta, pero la lógica de Dios es el amor. Los bienes que nos da son para
compartirlos. Por eso San Pablo exhorta a los cristianos: "Ámense
fraternalmente los unos a los otros, compitan en estimarse
recíprocamente". ¡Este es el remedio contra la envidia!”
EL YO ENORME DE LOS QUE SE VANAGLORIAN
En cuanto a la vanagloria, "una autoestima inflada e infundada", es
característica de quien "posee un yo
inflado" y no se fija en los demás, prosiguió el Pontífice, los
instrumentaliza, tiende a agobiarlos y mendiga siempre atención, porque quiere
presumir de sus hazañas y éxitos ante todos y "se
enfada ferozmente" cuando "no se
reconocen sus cualidades".
LA GRACIA DE DIOS EN LA DEBILIDAD DEL
HOMBRE
Un ejemplo es aquel monje
descrito por Evagrio Póntico "que, después de
sus primeros éxitos en la vida espiritual, ya siente que ha llegado, y por eso
se precipita al mundo para recibir sus alabanzas", sin darse cuenta,
sin embargo, de que sólo está al principio del camino que le mostrará nuevas
tentaciones.
Así, "las
alabanzas que el presumido esperaba cosechar en el mundo pronto se volverán
contra él", señaló el Papa, considerando que tantas "personas, engañadas por una falsa imagen de sí
mismas, han caído luego en pecados" de los que más tarde se
avergonzarían.
“La instrucción más hermosa para superar la
vanagloria se encuentra en el testimonio de San Pablo. El Apóstol se enfrentó
siempre a un defecto que nunca pudo superar. Tres veces pidió al Señor que lo
librara de aquel tormento, pero finalmente Jesús le respondió: 'Te basta con mi
gracia; porque la fuerza se manifiesta plenamente en la debilidad'”
Desde aquel día,
Pablo fue liberado. Y su conclusión debería ser también la nuestra: "De buena gana me vanagloriaré, pues, de mis
debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario