Ángelus del Papa Francisco, 29 de junio de 2023.
Por: Papa Francisco | Fuente: Vatican.Va
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, Solemnidad de los Santos
Apóstoles Pedro y Pablo, en el Evangelio Jesús dice a Simón, uno de los Doce: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia" (Mt 16,18). Pedro es un nombre que tiene varios
significados: puede significar roca, piedra o
simplemente piedrita. Y, en efecto, si nos fijamos en la vida de Pedro,
encontramos un poco de estos tres aspectos de su nombre.
Pedro es una roca: en muchos
momentos se muestra fuerte y firme, auténtico y generoso. Lo deja todo para
seguir a Jesús (cf. Lc 5,11), lo reconoce como Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt
16,16), se sumerge en el mar para ir rápidamente al encuentro del Resucitado
(cf. Jn 21,7). Luego, con franqueza y valentía, proclama a Jesús en el Templo,
antes y después de ser arrestado y azotado (cf. Hch 3,12-26; 5,25-42). La
tradición nos habla también de su firmeza ante el martirio, que tuvo lugar aquí
(cf. CLEMENTE ROMANO, Carta a los Corintios, V,4).
Pero Pedro es también una piedra:
es una roca y también una piedra, apta para ofrecer apoyo a los demás: una
piedra que, cimentada en Cristo, sirve de apoyo a los hermanos para la
edificación de la Iglesia (cf. 1 Pe 2,4-8; Ef 2,19-22). También esto lo
encontramos en su vida: responde a la llamada de Jesús junto con Andrés, su
hermano, Santiago y Juan (cf. Mt 4,18-22); confirma la voluntad de los
Apóstoles de seguir al Señor (cf. Jn 6,68); se preocupa por los que sufren (cf.
Hch 3,6); promueve y anima el anuncio común del Evangelio (cf. Hch 15,7-11). Es
una "piedra", es un punto de
referencia fiable para toda la comunidad.
Pedro es roca, es piedra y
también una piedrita: a menudo emerge su pequeñez. A veces no comprende lo que
hace Jesús (cf. Mc 8,32-33; Jn 13,6-9); ante su arresto, se deja vencer por el
miedo y lo niega, luego se arrepiente y llora amargamente (cf. Lc 22,54-62),
pero no encuentra el valor de permanecer bajo la cruz. Se esconde con los demás
en el cenáculo, por miedo a ser apresado (cf. Jn 20,19). En Antioquía se
avergüenza de estar con los paganos convertidos -y Pablo le pide coherencia al
respecto (cf. Ga 2,11-14)-; por último, según la tradición del Quo vadis,
intenta huir ante el martirio, pero se encuentra con Jesús en el camino y
encuentra el valor para volver atrás.
En Pedro está todo esto: la
fuerza de la roca, la fiabilidad de la piedra y la pequeñez de una simple
piedrita. No es un superhombre: es un hombre como nosotros, como uno de
nosotros, que dice "sí" a Jesús
con generosidad en su imperfección. Pero también en él -como en Pablo y en
todos los santos- aparece que es Dios quien nos hace fuertes con su gracia, nos
une con su caridad y nos perdona con su misericordia. Y es con esta humanidad
verdadera con la que el Espíritu forma la Iglesia. Pedro y Pablo eran personas
reales, y nosotros, hoy más que nunca, necesitamos personas reales.
Ahora, miremos en nuestro
interior y hagámonos algunas preguntas partiendo de la roca, de la piedra y de
la piedrita. A partir de la roca: ¿hay en nosotros
ardor, celo, pasión por el Señor y por el Evangelio, o es algo que se desmorona
fácilmente? Y luego, ¿somos piedras, no
piedras de tropiezo, sino piedras de construcción para la Iglesia? ¿Trabajamos
por la unidad, nos interesamos por los demás, especialmente por los más
débiles? Por último, pensando en la piedrita: ¿somos
conscientes de nuestra pequeñez? Y sobre todo: en
nuestras debilidades, ¿nos confiamos al Señor, que realiza grandes cosas con
los que son humildes y sinceros?
María, Reina de los
Apóstoles, ayúdanos a imitar la fortaleza, generosidad y humildad de los santos
Pedro y Pablo.
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Palabras después del Ángelus
Queridos hermanos y
hermanas,
Dirijo un cordial saludo y una
felicitación especial al pueblo de Roma, en la fiesta de los santos patronos
Pedro y Pablo. Quiero dar las gracias a la Pro Loco de Roma, que para la
ocasión ha organizado la histórica exhibición floral, creada por los Maestros
floristeros de varias Pro Loco de Italia y que ya va por su décima
edición: la estoy viendo desde aquí... Se
han colocado hermosas alfombras florales inspiradas en la paz y esto nos dice
que no nos cansemos de rezar por la paz, especialmente por el pueblo ucraniano,
que está cada día en mi corazón.
Renuevo mis saludos a la
Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, que ha participado en
la celebración de hoy, y envío un abrazo a mi querido Hermano, Su Santidad
Bartolomé.
Los saludo a todos, comenzando
por los fieles que han venido a festejar a los arzobispos metropolitanos, para
quienes he bendecido esta mañana los palios; y también a los grupos de Brasil,
Croacia, México, Nicaragua, Polonia, Estados Unidos de América y de diversos
lugares de Italia.
Les deseo a toda una
buena fiesta y, por favor, no olviden rezar por mí. ¡Buen provecho y hasta
luego!
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