El amor al enemigo, es el signo del verdadero cristiano, es lo que debe distinguirlo de los demás.
Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del
Padre Nicolás Schwizer
1. En el
Evangelio de hoy, Jesús sigue enseñándonos sobre la nueva justicia. En
ella se contrapone la ley judía a las exigencias cristianas. Hoy nos habla
sobre el amor a los enemigos.
La ley judía exigía amar sólo al prójimo: “amarás a
tu prójimo como a ti mismo”. Significa amar al que está cerca, al que
vive conmigo, al hermano, pariente, amigo.
En cambio, el judío no está obligado a amar al que se encuentra lejos de él -
lejos interior o exteriormente. Sobre todo, no ha de amar al enemigo personal,
al enemigo de su pueblo (p.ej. pueblos vecinos hostiles), al enemigo de Dios.
Ésta es la ley judía.
2. Porque al cristiano se le exige mucho más que al
judío. Jesús habla muy claro sobre ello, en el Evangelio de
hoy: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los
que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”.
El amor al enemigo, es el signo del verdadero cristiano, es lo que debe
distinguirlo de los demás. En eso tenemos que imitar a Dios-Padre: Él trata igual a buenos y malos, da sus dones a justos e
injustos, no distingue entre santos y pecadores, porque todos son sus hijos
queridos.
3. Parece que Jesús no conoce más que una ley, la ley del amor, y que saca de ella
todas sus consecuencias, y hasta los últimos detalles. Este rigor del Señor, a
algunos los entusiasma y a otros los llena de indignación.
Y a nosotros, ¿nos ha entusiasmado o nos ha indignado Jesús con sus exigencias?
Esto sería, por lo menos, una señal de que las hemos entendido. Porque lo peor
que podría sucedemos es escucharlas con unos oídos tan distraídos y tan
habituados, que ni siquiera nos impresionaran.
Es grave escuchar la palabra de Dios y rechazarla. Pero, ¿qué decir de los que la aceptan, la aclaman
litúrgicamente, y ni siquiera se dan cuenta de ella? Para los que no
creen en Jesús, todavía queda una oportunidad: el futuro sigue abierto para
ellos y pueden convertirse. Pero, ¿qué pasa con
aquellos que se imaginan que creen y que, sin embargo, ni siquiera se les
ocurre pensar que podrían y que deberían cambiar?
4. Las exigencias duras de Cristo son para nosotros
palabras de salvación únicamente cuando empiezan por hacemos daño: ¡Amar a los enemigos, cuando resulta ya tan difícil amar
realmente a los que nos aman! ¡Hacer el bien a los que nos odian, cuando nos
cuesta ya tanto poner buena cara a los que nos hacen el bien!
¡Rezar por los que nos persiguen y calumnian, si
apenas nos tomamos tiempo para rezar por los nuestros! En cuanto a
presentar la otra mejilla y ofrecerle nuestra camisa al que ya nos ha quitado
el saco, no será una exageración que ninguna persona con sentido común piensa
practicar.
5. En una palabra: estos consejos del Señor
atentan contra toda nuestra realidad humana. La ley de este mundo, después de
más de 2000 años de cristianismo, sigue siendo el “ojo
por ojo, diente por diente”. Parece que a la violencia sólo se puede
responder con la violencia.
Pero la verdad es que así no se consigue nada. La espiral de la venganza, del
odio y de la violencia se irá adelante indefinidamente. Hay que salir de este
cerco. Hay que romper ese círculo vicioso de actos de violencia con un “hecho
nuevo”. Hay que adoptar una actitud distinta de la del adversario.
6. Feliz el que sabe dar el primer paso para
acercarse. Porque no hay nada mejor que, de repente, en un
conflicto uno perdone al otro, abandone su posición, deje de devolver el golpe.
No hay más que una salida: que uno de los dos tenga la idea prodigiosa de
comenzar a amar al enemigo.
Cuando se recibe un bofetón en la mejilla y se devuelve otro, éste no es más que
el eco del anterior. Pero si el que lo recibe no lo devuelve, sino que perdona,
entonces hace aparecer sobre la tierra algo inesperado. Si tomamos a alguien su
saco, podemos decir de antemano que nos negará la camisa. Pero si en lugar de
negarla nos la da, entones quedaremos estupefactos, porque es una cosa
totalmente nueva, imprevista.
Lo que se nos pide es hacer algo nuevo en nuestra vida, ser creadores en el
amor, no dejarnos esclavizar por el pecado. Significa convertir el enemigo, el
adversario en un hermano. Significa acercamos a él, hacerlo prójimo, amarlo
como a sí mismo. Significa descubrir en el enemigo, como en cada hombre, a
Jesucristo mismo.
7. Queridos hermanos, el cristianismo no es una
religión fácil. Ser un cristiano auténtico exige sacrificio, heroísmo, renuncia
al odio, al rencor y a la venganza...
Examinémonos, por eso:
• ¿Cuál es nuestra reacción a calumnias, ofensas e injusticias?
• ¿Reaccionamos con odio, rencor, venganza, resentimientos?
• ¿O logramos comprensión, aceptación, perdón y olvido? ¡Pensémoslo un momento!
¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
Amén.
Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt
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