Los dos últimos posts pueden parecer que son fruto de una noche de insomnio en que me puse a divagar, pero lo cierto es que es un punto que me ronda la cabeza desde hace meses: la compleja relación entre los secretos (de cualquier tipo) y la democracia.
El
correcto funcionamiento de la democracia se basa en la transparencia. Ahora
bien, es cierto que tiene que haber secretos. Por supuesto que el gobernante
corrupto va a usar a los servicios secretos en su provecho y ocultará todo lo
sucio bajo la necesidad de salvaguardar los secretos oficiales.
Si
observamos los golpes de Estado en los años 60 y 70, veremos que los autores
eran siempre los pertenecientes al estamento militar. Pero si observamos el
nacimiento de las dictaduras en e entorno del año 2000, veremos que los autores
siempre son los presidentes del gobierno.
Por
supuesto que esto puede ser una fase transitoria, pero cualquier
constitucionalista se da cuenta de que es mucho más fácil dar un golpe de
Estado desde el poder, con un gran apoyo de la población, tras haber colocado a
figuras claves en el Estado Mayor, que intentar la subversión del orden
constitucional con el único apoyo de unos generales. Los golpes de Estado
pueden provenir de uno u otro poder, pero es más fácil hacerlo desde la cúspide
del poder ejecutivo.
Por
eso cualquier democracia, la primera lección que debe enseñar a sus oficiales
en las academias es que la obediencia no es absoluta:
--Se
obedece al presidente de la nación dentro de la constitución.
--En caso
de conflicto, prevalece la obediencia a la constitución.
El
problema es que si el poder ejecutivo puede hacer los nombramientos en el
Ejército, puede colocar a militares dispuestos a pasar por encima de la carta
magna.
La única
solución es dotar de algún medio al Ejército, a la policía y a los servicios de
inteligencia para ser decapitados y colocar una nueva cúpula. (A partir de ahora a las unidades militares, las unidades
de policía nacional y a los servicios de inteligencia los llamaré EPI:).
No se me ocurre mejor sistema para poder mantener la independencia, para evitar
la politización, para que los ascensos sean meritocráticos, que el que ya he
expuesto.
Los EPI
obedecen al presidente, pero como están al servicio del Estado, son los
organismos del Estado los que pueden cambiar esa cúpula si ellos mismos no se
autorregulan adecuadamente. Para eso es necesario que la ley determine que solo
el EPI pueden hacer sus propios reglamentos y normas, no el partido de turno
que esté en el poder. Ahora bien, el senado (un
senado independiente como el que propugno) sí que podrá cambiar, derogar
o imponer leyes y reglamentos al EPI.
¿Y qué es lo que hay hasta ahora en
muchos países, como España? Los EPI obedecen al presidente y su ministro del interior, el presidente
puede cambiar a los integrantes de la cúpula de estos cuerpos, y el presidente
(a través de aquellos a los que ha nombrado) puede cambiar la parte de los
reglamentos que considere oportuno. Sé que a esto hay que hacer algunos matices
(que no desconozco), pero en esencia los EPI están en manos del presidente. Eso
es un peligro para todos. No ocurren más cosas porque, en general, los
presidentes no son malvados villanos.
Lo que
propugno es que no solo haya una verdadera división de poderes entre el
presidente y el senado, sino también con los defensores de la ley: eso reforzaría claramente la solidez de la democracia.
Y repito que las EPI estarían bajo supervisión del congreso y el senado; es
decir, el control estaría en manos de los representantes del pueblo (congreso)
y de la cámara que representa a las instituciones (el senado). (El senado sería
así es en el sistema que propugné en una obra mía).
Lo que es
un peligro es que el poder ejecutivo tenga pleno poder sobre la ley (el senado)
y los defensores de la ley (el EPI), y mayoría absoluta en el congreso. Eso es
una receta para el desastre. No ocurren más desastres en nuestras democracias
occidentales porque no han llegado villanos a la cúspide del poder con todos
los elementos de la receta en su cesta.
P. FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario