SI NO TENEMOS MÁS HIJOS, LA CIVILIZACIÓN SE VENDRÁ ABAJO», HA ADVERTIDO
La alerta de Elon Musk sobre la implosión
demográfica mundial puede invertir la tendencia ideológica que menosprecia ese
problema, cuando no directamente lo fomenta.
Ha hecho falta un multimillonario
con una fijación demencial por colonizar Marte para darse cuenta de que "si no tenemos más hijos, la civilización se vendrá abajo".
LO CUENTA MARCO VALERIO LO PRETE EN TEMPI:
"El mayor
problema al que se enfrentará el mundo en veinte años será el colapso
demográfico". En el verano de 2019, Elon
Musk, desde el escenario de la Conferencia Mundial de Inteligencia
Artificial en Shanghái (China), lanzó una sorprendente alarma sobre la crisis
demográfica planetaria. El público acudió en masa a escuchar al empresario,
nacido en 1971 en Pretoria (Suráfrica), que se trasladó muy joven a Estados
Unidos, donde revolucionó la industria automovilística con Tesla y la aeroespacial con SpaceX, cofundó empresas
vanguardistas como Neuralink en neurotecnología y OpenAi en inteligencia artificial,
y ahora es dueño de la plataforma social Twitter.
Un gurú de la innovación
todoterreno, así le considera la audiencia de Shanghái, que espera oírle hablar
de algoritmos y futurología y, por el contrario, se ve obligada por Musk
a cuestionar una de las variables más antiguas de la
historia: los cambios cuantitativos y cualitativos de un grupo de
personas que viven en un determinado territorio; en definitiva, la demografía.
En diciembre de 2021, en una sala
de Washington D.C. (Estados Unidos), el guión es el mismo. Musk habla esta vez
en un evento del diario financiero Wall
Street Journal, y en lugar de explayarse sobre escenarios
tecnológicos de ciencia ficción para beneficio de los inversores y políticos
allí reunidos, opta de nuevo por centrarse en la población: "Si no tenemos más hijos, la civilización se
vendrá abajo. Recuerden mis palabras".
Los tonos son proféticos, a veces
apocalípticos. Musk parece obsesionado con
la cuestión demográfica. Esta surge una y otra vez, incluso entre las decenas
de tuits desenvueltos que el multimillonario envía cada semana, en los que
señala -desde la altura de sus siete hijos- que él ha "puesto
su granito de arena" contra el declive demográfico.
Con una fortuna estimada en 220.000 millones de dólares, que hoy le otorga el número uno en la lista de los más ricos del
mundo, se describe a sí mismo como "una
excepción", ya que "contrariamente
a lo que mucha gente piensa, cuanto más rica es la gente, menos hijos
tiene".
En mayo de 2022 irritó a la
prensa japonesa al escribir que, a menos que cambie la tasa de natalidad, "Japón dejará de existir con el tiempo y sería una gran pérdida para el
mundo".
Unos días más tarde, señala con
el dedo la caída en picado de la natalidad en nuestro país: "Si esta tendencia continúa, no habrá más gente en
Italia", tuitea comentando un gráfico sobre el descenso de nuevos
nacimientos en la península publicado por Andrea Stroppa.
El comentario de Elon
Musk a la gráfica del desplome de nacimientos en Italia entre 1946 y 2018:
"Si esta tendencia continúa, no habrá más gente en Italia".
EN
LAS ANTÍPODAS DEL CATASTROFISMO
La idea de que nuestro futuro
-especialmente en Occidente- puede verse comprometido por un excesivo descenso
de la natalidad ¿es solo la extravagancia de un
excéntrico de éxito? ¿O es realmente notable que uno de los hombres más
poderosos y ricos del planeta piense así? Hay al menos dos razones para
conceder cierta importancia a tales
posturas.
La primera razón radica en las
motivaciones profundas del interés por la demografía desarrollado por Musk. En
una ocasión explicó que con una población que disminuye y envejece sin medida faltarían incentivos y capacidad para colonizar Marte y,
en general, para "hacer interplanetaria a la
especie humana", según él el único camino hacia un futuro más
seguro y próspero.
Una idea descabellada o
visionaria, según los gustos, pero que se basa en al menos dos
pilares con los que se puede estar de acuerdo. El primero es el
impulso a pensar y actuar -como empresa privada y como sociedad en su conjunto-
teniendo como referencia el largo plazo y no solo el día a día. El segundo se
refiere al papel positivo de la innovación. Musk, es
necesario precisarlo, además de ser uno de los hombres más muníficos del
planeta, se encuentra entre los empresarios más creativos del momento.
Esto explica también su distanciamiento de ciertos razonamientos
neomalthusianos,
según los cuales cada recién nacido no sería más que una "boca" más que alimentar, además con
riesgos cada vez mayores para la sostenibilidad medioambiental. Por el
contrario, el fundador de Tesla y SpaceX ha desarrollado una especie de "tecno-optimismo" secular: cada
recién nacido es ante todo un "cerebro" más, potencialmente capaz -en
colaboración con otros seres humanos- de quién sabe qué admirables innovaciones
capaces de mejorar el futuro, y que por tanto hay que acoger como un
enriquecimiento positivo.
Nacimientos en
España en el primer trimestre del año entre 2016 y 2023. Con solo 103.443
niños, el de este año ha sido el peor de los últimos ocho años. Desde 2015,
España tiene más muertes que nacimientos. Fuente: 20 Minutos.
Musk está en las antípodas del catastrofismo de algunos ecologistas à la page;
calificó de "disparate absoluto" la
idea de que "tener menos hijos es bueno para
el medioambiente". Sus tesis se hacen eco de las de Julian Simon, economista y autor del
libro El último recurso (1981), para quien al final
es el ser humano -con sus capacidades intelectuales, de
adaptación y, por tanto, tecnológicas- "el recurso
decisivo" de que disponemos.
En este sentido, una mayor
natalidad es ante todo fuente de una capacidad de innovación más vibrante y
generalizada en nuestras sociedades. Con consecuencias, por ejemplo, en los
niveles de iniciativa empresarial,
como sostiene, entre otros, el Premio Nobel de Economía Gary Becker. El impacto del declive demográfico en la
capacidad innovadora y empresarial de un país será más difícil de cuantificar
que el de la mano de obra o el bienestar público, pero haríamos bien en tenerlo
en cuenta, especialmente en Italia.
UNA
VOZ QUE NO SE PUEDE IGNORAR
Hay una segunda razón que hace
relevante el interés de Musk por el declive demográfico, y esta vez tiene que
ver más con la forma en que se desarrolla el debate sobre el tema que con su
contenido. Esto deberían entenderlo bien quienes en Italia intentaron plantear
la cuestión del declive demográfico de nuestra población en una fase temprana,
desde finales de los años 80, pero se encontraron, en el mejor de los casos,
con un obstinado silencio por parte de los medios de
comunicación, el mundo académico y la clase dirigente en su conjunto.
Las razones de tal resistencia,
en Italia y en otros lugares, podrían discutirse largo y tendido. Lo ha hecho,
por ejemplo, el demógrafo Antonio Golini, académico
de la Academia
de los Lincei [Linces],
citando su relación -en algunos casos no resuelta y en otros instrumentalizada-
con los veinte años de régimen fascista y su retórica natalista, o con una idea
mal entendida de "ecologismo" primero
y de "multiculturalismo" después,
o con una alergia generalizada a llevar a cabo una comparación basada en cifras
y datos.
Ciertamente, es innegable que la
situación de nuestro país en los últimos años ha cambiado por fin a mejor,
gracias a la tenacidad de algunos analistas, demógrafos
y activistas, así como a una reciente forma de
arrepentimiento por parte de la clase política.
La mala situación demográfica ha
empeorado, eso sí, pero al menos se ha empezado a
hablar más de ella. Musk, con
su peso intelectual y mediático, podrá influir positivamente en el
establecimiento de la agenda mundial, es
decir, en la elección de los temas
considerados "noticiables". Con
la fama y la influencia personal que ha adquirido internacionalmente, con sus
decisiones empresariales sobre el futuro de Twitter como ágora pública poblada
por 400 millones de usuarios en todo el mundo y, por último, con su libertad de tono e irreverencia, que no le faltan, este "marciano" nos ayudará a no perder de
vista los peligros vinculados a los desequilibrios demográficos de nuestra Tierra.
Traducido por Helena
Faccia Serrano.
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