El hombre sin Dios esta amargamente solo.
Pero,
a la hora de la verdad, no sé quién es más digno de lástima: si el caminante que busca angustiosamente en el cielo
alguna luz que oriente su ruta humana o el que, portador inconsciente de todas
sus seguridades, se instala imperturbable a la vera del camino de la vida sin
sentir la llamada de ninguna añoranza, de ningún asombro.
En
el camino doloroso de sus conversión, Pietre Van
Der Meer había dejado escrito: «La nostalgia
llora en mi como un niño, clamando no sé por qué Padre, no sé por qué hogar. Y
me estremezco en un éxtasis doloroso»
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