Hay
confusión sobre su real significado. Porque muchos católicos trasladan lo que
el mundo llama misericordia a la misericordia cristiana.
Según el cristianismo la misericordia se basa en el
amor a los pecadores y en la justicia.
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Pero no implica la tolerancia al pecado, sino facilitar la reconducción del pecador para salir del pecado.
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Pero no implica la tolerancia al pecado, sino facilitar la reconducción del pecador para salir del pecado.
El pecado sigue siendo algo que:
A) generará al pecador problemas en la Tierra en un
breve lapso,
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B) le privará de la vida eterna en el Cielo,
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C) su ejemplo corromperá a otras personas haciéndoles caer en el error y perjudicandolos en el futuro.
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B) le privará de la vida eterna en el Cielo,
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C) su ejemplo corromperá a otras personas haciéndoles caer en el error y perjudicandolos en el futuro.
Pero hemos leído ponencias que asimilan la
misericordia a la tolerancia del pecado.
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Si el pecado se tolera quiere decir que ya no es más pecado.
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Entonces ya no es necesaria la misericordia.
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Y por lo tanto habría que sincerar qué se entiende por pecado.
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Si el pecado se tolera quiere decir que ya no es más pecado.
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Entonces ya no es necesaria la misericordia.
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Y por lo tanto habría que sincerar qué se entiende por pecado.
¿AMOR
O MISERICORDIA?
El papa Francisco está apareciendo a los ojos del mundo como el gran impulsor de la
misericordia, pero su lenguaje poco preciso – que contrasta con el su antecesor
Benedicto XVI – ha generado
entre los católicos que no se han detenido en el tema. A fin de aclarar el
alcance del término se hace indispensable un poco de teología. No está bien decir que el principal atributo
de Dios es la misericordia, pues su atributo principal es el amor. Ya
que el amor surge entre las tres
divinas personas (de la Trinidad) desde la eternidad misma.
La misericordia es el rostro del amor cuando éste
se dirige al pecador.
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Por tanto, decir que la misericordia pertenece a la naturaleza propia de Dios es una equivocación.
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Porque supondría que el pecado existe al interior de Dios.
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Por tanto, decir que la misericordia pertenece a la naturaleza propia de Dios es una equivocación.
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Porque supondría que el pecado existe al interior de Dios.
LA
MISERICORDIA NO HACE PASAR EL PECADO
Esto tiene importancia porque muchos reciben el
mensaje de que la Divina Misericordia equivale a negar la realidad del pecado.
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Como si éste ya no importara más, pero lo que sucede es el caso contrario.
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Como si éste ya no importara más, pero lo que sucede es el caso contrario.
Hablar de misericordia es estar intensamente atento al pecado y su
peculiar modo destructivo. O para destacar una de las metáforas favoritas del Papa, se trata
de estar muy consciente de que uno está tan gravemente herido, que no requiere
un tratamiento ligero sino la atención de emergencia y completa que proporciona
un hospital cercano al campo de
batalla. Recuerda que hace un par de años, al ser interrogado por
un famoso presentador sobre cómo se
describiría, el Papa dijo: “un pecador que recibió la atención del rostro de la misericordia”. Recuerda
también que el adolescente Mario Bergoglio entró a una relación profunda con
Cristo, que cambió su vida, a partir de
una intensa experiencia en el confesionario.
PECADORES
QUE RECIBEN MISERICORDIA
Como lo han
señalado muchos, el papa Francisco habla del diablo con más frecuencia que sus
predecesores de reciente recordación. Él
no reduce el poder de la oscuridad a una simple y vaga abstracción o a
un símbolo inofensivo. Él entiende que satanás es un personaje real y muy
peligroso. Pero su intervención no
reduce la culpa del pecado. También cuando el papa Francisco habla de
los marginales, él se refiere sin duda
a la gente que está en desventaja económica y política. Pero también se refiere
a la gente que está excluida de la vida divina, de la gracia y que, por
tanto, es pobre en lo espiritual. Y del mismo modo en que él se acerca a los
marginados materialmente para llevarlos al centro, también se acerca a aquellos ubicados en la periferia existencial para
llevarlos a una mejor ubicación.
Refiriéndonos a la misericordia y a la inclusión,
el Papa no declara “yo estoy bien y tú estás bien”.
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Él está llamando a la gente a convertirse.
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Como decía el cardenal Francis George, “Todos son bienvenidos en la Iglesia, pero con los términos de Cristo”.
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Él está llamando a la gente a convertirse.
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Como decía el cardenal Francis George, “Todos son bienvenidos en la Iglesia, pero con los términos de Cristo”.
¿QUIÉN
SOY YO PARA JUZGAR?
En ningún otro lado ha habido mayor confusión que en relación a la célebre
acotación del Papa referida a un sacerdote con orientación homosexual: “¿Quién soy yo para juzgar?”.
Apostaría que el 95 % de los que captaron esas
palabras entendieron que, en lo que concierne al Papa, la actividad homosexual
no es realmente pecaminosa.
Siendo arzobispo de Buenos Aires no se destacó por ser un defensor de la
apertura a la homosexualidad. De cualquier forma, esa imprecisión
que maneja Francisco en sus palabras, generaron confusiones.
La Iglesia no apuesta a un liberalismo “vale todo”.
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Y al respecto nos lo recordaba san Agustín hace mucho tiempo: la misericordia y la miseria son dos caras de la misma moneda.
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Y al respecto nos lo recordaba san Agustín hace mucho tiempo: la misericordia y la miseria son dos caras de la misma moneda.
Pero hay otro tema más: la relación entre
misericordia y justicia, que está siendo mal entendida. Y para
aclararlo vayamos a lo que ha dicho el célebre
obispo norteamericano Fulton Sheen, un mediático también como el Papa
Francisco.
DEL
VENERABLE FULTON SHEEN SOBRE LA MISERICORDIA Y LA JUSTICIA
Sheen dice que a medida que la humanidad se va ablandando,
utiliza cada vez más la palabra misericordia.
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Ello parecería una característica elogiosa si la misericordia fuera correctamente entendida.
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Pero demasiado frecuentemente con esta palabra se va a permitir a cualquiera quebrar la ley natural o la divina, o traicionar a su país.
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Ello parecería una característica elogiosa si la misericordia fuera correctamente entendida.
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Pero demasiado frecuentemente con esta palabra se va a permitir a cualquiera quebrar la ley natural o la divina, o traicionar a su país.
Semejante misericordia es una emoción -y no una virtud- cuando justifica el que un hijo mate a su padre porque éste es “demasiado viejo”. A fin de evitar cualquier
imputación de culpa se le llama “eutanasia” a lo que de hecho es un asesinato. En tales
argumentaciones de misericordia se ha olvidado el principio de que la misericordia es la justicia perfeccionada.
La misericordia no se da primero y luego la justicia, sino que es a la inversa:
la justicia viene primero y luego la misericordia.
El divorcio de la misericordia y la justicia es
sólo sentimentalismo.
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Así como es sólo severidad el que la justicia se separe de la misericordia.
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Así como es sólo severidad el que la justicia se separe de la misericordia.
La misericordia no es amor si se separa de la justicia. Quien ama alguna
cosa debe evitar lo que destruiría el objeto de sus afectos. Existen ciertos
crímenes en los que el tolerarlos equivale a aceptar su implícito error. Aquellos
que reclaman la
liberación de los asesinos, traidores y similares criminales, apoyándose en que
debemos ser “misericordiosos como Jesús lo era”, se
olvidan de que el mismo Salvador Misericordioso también dijo que no venía para
traer la paz sino la espada. Así como una madre demuestra amar a su hijo
odiando la enfermedad que devastaría el cuerpo del chico, así Nuestro Señor demuestra que ama la bondad
odiando el mal que devastaría las almas de sus creaturas. Para un médico ser compasivo con los gérmenes
de la polio presentes en su paciente, o para un juez tolerar la violación, sería descender a la categoría más
baja, tal y como lo sería para Nuestro Señor mostrarse indiferente al pecado. Una mente que nunca es estricta ni se indigna
por nada… o carece de amor o es nula para distinguir entre el bien y el mal.
EL
AMOR, LA MISERICORDIA Y LA JUSTICIA DE JESÚS
Sheen
también acota que el amor puede ser
estricto, imponente e, incluso, feroz, como lo fue el amor del Salvador. Ese
amor expulsa a los mercaderes de los
templos, les niega la cortesía del diálogo a los reducidores de la moral como Herodes para así no acrecentar su
culpa. Se vuelve al Procurador Romano que se ufana de la ley totalitaria y le
recuerda que él no tendría poder si no fuera porque Dios se lo concedió. Cuando
no funciona una amable sugerencia con
una mujer junto al pozo, Jesús va directamente al grano y le recuerda
sus cinco divorcios. Cuando los así llamados hombres justos o fariseos iban a sacar a Cristo del
camino, Él desenmascaró su hipocresía y los llamó “raza
de víboras”. Cuando Él supo del derramamiento de sangre de los galileos,
con enorme rudeza dijo:
“Todos ustedes perecerán igual que ellos si no se
arrepienten”.
Igualmente estricto se mostró el Salvador con aquellos que ofendían a
los pequeños dándoles
una educación conducente al mal: “Si cualquiera escandaliza a uno de estos
pequeños que cree en mí, más le valiera ser ahogado en el fondo del mar
con una piedra de molino atada al cuello”.
LA
MISERICORDIA EXIGE JUSTICIA
Si la misericordia significara perdonar todas las faltas sin una
retribución y sin justicia, terminaría convertida en la multiplicación de
errores, dice Sheen. La misericordia es para quienes no abusarán de ella y no lo hará ningún hombre
que empiece a corregir el error, que es lo que demanda la justicia.
Lo que algunos llaman ahora “misericordia” no es
verdadera misericordia, sino un lecho de rosas preparado para quienes le fallan
a la justicia.
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Al proporcionarles ese beneficio no hacen más que multiplicar la culpa y la maldad.
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Al proporcionarles ese beneficio no hacen más que multiplicar la culpa y la maldad.
Volverse
depositario de la misericordia no es lo mismo que quedar libre de exigencias,
pues como lo dice la Palabra de Dios: “A quienes Él amaba, Él corregía”. El hombre moral no es el hombre melindroso, o aquel que extrae sus
emociones de la parte más estricta de la justicia.
En cambio, el hombre moral es aquel cuya amabilidad
y misericordia son parte de un ente mayor.
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Cuya mirada puede encenderse por la indignación que es justa.
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Y cuyos músculos pueden ponerse tan duros como el acero al defender – como el arcángel Miguel – la Justicia y los Derechos de Dios.
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Cuya mirada puede encenderse por la indignación que es justa.
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Y cuyos músculos pueden ponerse tan duros como el acero al defender – como el arcángel Miguel – la Justicia y los Derechos de Dios.
¡Y
CUIDADO CON LA MANIPULACIÓN DE LAS PALABRAS!
George
Orwell nos hizo notar en su novela ‘1984’ que
una de las armas más poderosas de los regímenes totalitarios es el “doble-pensamiento”, que se expresa a través de usar palabras
habituales pero con un sentido diferente.
Es así que las palabras pierden su
significado original tradicional y se las invoca con otra connotación.
Misericordia, originalmente significaba dolor por el mal sufrido por el
otro, así como los actos destinados a aliviar el sufrimiento. (El término latino
misericordiae significa literalmente “miseria
del corazón”.) De hecho, Santo
Tomás de Aquino llama a la misericordia la mayor de las virtudes que se
refieren a nuestro vecino, y dice que la omnipotencia de Dios es más manifiesta
en su misericordia. Francisco ha hecho de la misericordia un sello distintivo
de su pontificado, que lo destaca como un aspecto central del mensaje
cristiano. Pero con el creciente interés en el concepto, también se incrementan
los desacuerdos y el doble lenguaje.
La Misericordia sólo puede ejercerse
cuando hemos identificado correctamente a la fuente del sufrimiento y abordado
adecuadamente.
Por lo tanto, cuando una persona peca y se causa
daño espiritual a sí mismo, es un acto de misericordia advertir al pecador, para
que no sufra el mal de nuevo.
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Es un acto de misericordia ofrecer absolución al penitente.
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Pero NO es un acto de misericordia intentar aliviar la culpabilidad sugerir al pecador, que no ha pecado tanto.
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Es un acto de misericordia ofrecer absolución al penitente.
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Pero NO es un acto de misericordia intentar aliviar la culpabilidad sugerir al pecador, que no ha pecado tanto.
Esto únicamente daña, no ayuda, al pecador; es como verter un bálsamo
sobre una herida que alivia por un momento, pero hace que la infección empeore.
Pero con el cambio de connotación, nos encontramos con que el verdadero objeto de la acción
supuestamente compasiva, es la misma persona que ejerce la misericordia. Cuando
actuamos de esta manera, estamos menos
interesados en ayudar al sufrimiento del otro que en apaciguar nuestra propia
pena al verlo así. Por lo tanto, todo
lo que hago que me ayude a sentirme mejor cuando lo veo sufrir es
misericordioso.
En otras palabras, si lo que hago me hace sentir
bien, debo estar siendo misericordioso.
Fuentes:
- http://feedproxy.google.com/~r/catholicex/~3/HZdF_3fnqrU/sheen-the-real-definition-of-mercy
- http://feedproxy.google.com/~r/NCRegisterDailyBlog/~3/k3vXgRE_y_8/pope-francis-and-true-mercy
- https://forosdelavirgen.org/60905/francisco-apunta-a-restablecer-el-lenguaje-de-la-compasion-2013-04-03/
- http://feedproxy.google.com/~r/CrisisMagazine/~3/e4jK-XmxGvE/warping-words-on-hate-and-mercy
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