Cuento cosas de mis pueblos y
de algunas iniciativas que se
nos van ocurriendo. Qué quieren que les diga. Unas salen y otras no hay forma. Por
ejemplo, vamos a tener que replantearnos
lo de la adoración nocturna porque no hay manera. Tras unos
meses, la gente es muy remisa a la hora de acudir y quizá porque la mayoría son
mayores, o por lo que sea, el caso es que no cuaja. No pasa nada. Simplemente reconocer que de momento no está de Dios y
punto. Ya veremos qué se hace. Tengo claro
que la adoración ha de ocupar un lugar clave en la vida de estos pueblos, de hecho
tenemos un rato de adoración todas las semanas en cada parroquia, otra cosa es
cómo concretarlo.
Hablo de esto porque pobre del sacerdote que se asuste ante
posibles fracasos pastorales o que se niegue a admitirlos echando la
culpa a que la gente es como es. No pasa nada. Jamás me ha dado miedo reconocer
que hay que replantear cosas. Solo hay
una cosa a la que tengo pánico en la vida pastoral parroquial, y es a caer en
ese terrible “para qué”.
Puede suceder que uno se esfuerce con todas sus ganas y resulta que no
hay forma. La gente no
viene a misa, no hay manera de sacar la más mínima iniciativa adelante, las
cosas más básicas no producen reacción. Comprendo
a los compañeros que se desaniman, se cansan y acaban limitándose a un
mantenimiento básico de la vida parroquial como pueden ser las misas y las
urgencias. Los comprendo porque uno
tiene también esa tentación algunas veces. Si sucede en capitales,
imaginen lo que es esto en un pueblo pequeño. No
pasa nada.
Dios no va a mirar nuestro sacerdocio por los números. Dios va a mirar la ilusión y
la entrega. No creo que pase nada al día del juicio final si uno se presenta
delante de Dios diciendo: mira Señor, he sido
incapaz de atraer a las masas a la fe. Lo he intentado todo, pero nada. Supongo
que Dios nos preguntará por lo que hicimos:
-
¿Has rezado con ganas? ¿Celebraste la
eucaristía con devoción? ¿Has predicado la fe con fidelidad? ¿Te has preocupado
por la gente? ¿Has animado a vivir el evangelio? Pues tranquilo, pasa al
banquete de tu Señor…
Lo triste es presentarte
delante de Dios y tener que reconocer que no hicimos nada porque total, si la
gente no viene, y para cuatro viejas, y a la gente le da igual, y que bastante
hacía uno con estar…
No hay fracaso pastoral si uno trata de ser fiel. No hay fracaso si se celebra
cada día la misa con devoción, si cada día tocamos la campana. No hay fracaso
si rezamos, paseamos por nuestros pueblos, saludamos a cada uno, conocemos las
alegrías y penas de cada uno. No hay fracaso si abrimos la iglesia, exponemos
el Santísimo y estamos solos… estaremos juntos. No hay fracaso si somos capaces
de sentarnos en el confesionario aunque no venga nadie, atender a cada persona,
ayudar, consolar, animar a vivir en Cristo.
El fracaso es dejar de vivir en fidelidad. Fracaso es
olvidarnos de nuestro ser sacerdotes. Fracaso aceptar la derrota. Fracaso dejar
de rezar. Fracaso resignaros a la nada.
Y eso no. Eso nunca.
Jorge González Guadalix
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