Fue
una carrera loca por una vía cubierta de nieve en los Alpes austriacos, una
carrera perfecta para aquellos a quienes les encanta esquiar. Werner Schultz,
joven alpinista, la aprovechó al máximo, descendiendo a ochenta kilómetros por
hora en sus esquís. Al final de la vía se encontraba una calle transversal, y
en la intersección de las dos una señal que decía: «Alto».
Werner
no pudo parar. Esquiando a la increíble velocidad que había adquirido en los
tres kilómetros de bajada, chocó de frente contra el poste de la señal. Con el
cuerpo quebró el poste, que a su vez le quebró a él la frente. Sobre su cuerpo
inerte quedó, todavía intacta, la señal de advertencia: «Alto».
Nadie
niega que las señales de «Alto» son necesarias
en calles muy transitadas. No se ponen allí por capricho sino por precaución.
La gran mayoría de accidentes en las vías ocurre porque los conductores no
obedecen la señal de «Alto». Ignoran la señal,
lo cual produce el choque.
¿Por qué hay tantas calamidades en esta vida? ¿Por qué
abundan el dolor y el infortunio en nuestra sociedad? ¿Por qué sufre el ser
humano las desgracias que le ocurren?
Dios
puso en su Santa Palabra diez señales de «Alto». A éstas se les conoce como los
Diez Mandamientos. Cumplirlos es disfrutar de paz y armonía. Ignorarlos es
chocar contra ellos y sufrir las consecuencias.
¿Cuáles
son esas señales? He aquí, en pocas palabras, el decálogo de Moisés:
1. No servirás a dioses
ajenos.
2. No te harás imagen de
ninguna cosa en el cielo, en la tierra o debajo de la tierra.
3. No tomarás el nombre de
Dios en vano.
4. Acuérdate del día de
reposo, para santificarlo.
5. Honra a tu padre y a tu
madre.
6. No matarás.
7. No cometerás adulterio.
8. No hurtarás.
9. No darás falso
testimonio.
10. No codiciarás.
Estos
Diez Mandamientos son las señales de «Alto» que
Dios nos dio para ayudarnos a vivir correctamente, a caminar en justicia y a
disfrutar de la vida. La única manera en que podemos disfrutar de todo lo bueno
que Él nos ha provisto es no infringir esos «Altos», que
ha puesto para nuestro bienestar físico, moral y espiritual.
¿Es posible obedecer esas leyes? Sí,
pero sólo si el dador de ellas vive en nuestro corazón. Cuando Dios está en nosotros,
tenemos vía libre para andar perfectamente por esta vida. Él desea que nos
sintamos totalmente realizados como seres humanos. Y sabe que eso es
precisamente lo que sucede cuando tomamos a pecho todas sus disposiciones,
incluso sus diez señales de «Alto».
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