¡Cuántas veces habré
escuchado decir a algunos padres lo bien que están llevando los hijos la
separación de los padres! Oigo el mantra de que los niños enseguida pasan
página, se acostumbran y se hacen a la nueva situación. Que sus cerebros están
en constante evolución y que los traumas no arraigan… A mí me recuerda el
cerebro de un niño al cemento fresco, donde se puede escribir lo que se quiera,
se puede borrar y sobrescribir cuanto se quiera, pero que una vez endurecido
queda fijado para siempre. Pretender que el cerebro infantil, por estar en
desarrollo no guarda recuerdo y cicatrices de los dolores infringidos es
sostener algo sin base alguna.
El psiquiatra infantil Bruce
Perry ha ayudado a muchos niños a superar horrores
inimaginables. Combinando historias de casos impactantes (muy
duros) con sus propias estrategias de rehabilitación, explica en este libro (El
chico a quien criaron como perro y otras historias del cuaderno de un
psiquiatra infantil) lo que ocurre en el cerebro de un niño expuesto a un
estrés extremo y propone diferentes medidas que se pueden tomar para aliviar su
dolor, ayudándole a crecer como un adulto sano.
Una de las ideas más poderosas
me parece que es la de que el cerebro en sus etapas más tempranas sigue una
pauta fija, seriada y continuada que precisa de los adultos una estimulación en
el niño. Si esa no se da, el cerebro no continúa esa parte del desarrollo y se
estanca. Puede resultar afectada una parte pequeña o puede que todo el cuerpo
se vea afectado por ella. Como en el caso de una niña, que ni crecía ni cogía
peso pese a estar siendo más que debidamente alimentada.
Desde un punto de vista
médico, pero también muy humano, este libro ofrece muchas claves
interpretativas que nos pueden hacer replantearnos cómo tratamos a los niños o
a entender o comprender la manera en la que se comportan jóvenes que han pasado
por situaciones difíciles.
PERRY, B. y
SZALAVIT, M.
Urko
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