"No todos los que me dicen ‘Señor,
Señor’ entrarán en el reino de los cielos, sino solo los que hacen la
voluntad de mi Padre celestial.
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Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que
digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la
lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no
cayó, porque tenía sus cimientos sobre la roca. Pero todo el que oye mis
palabras y no hace caso a lo que digo, es como un tonto que construyó su casa
sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos, y
la casa se derrumbó. ¡Fue un completo desastre!"
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No vale solamente invocar. No sirven únicamente
las teorías y los conocimientos. Nuestra Fe se ha de cimentar sobre las
obras. Obras de amor y de entrega a los demás. Esta es la Fe que aguanta
todos los temporales.
"Una de
las experiencias más grata que se vive en los campos de misión es la
capacidad de acogida del pueblo. Siempre hay una sonrisa, una silla para
descansar, una bebida refrescante. Se crean lazos de fraternidad, amistad. Es
la insinuación de Isaías cuando relata la alegría de los justos y fieles a la
alianza con Yahvé al entrar en la ciudad santa. La santidad es sinónimo de
alegría, de acogida. Jesús llama la atención sobre los que le llaman “Señor,
Señor” pues no todos han acogido su mensaje novedoso y renovador. También
llama la atención sobre el sentido de una vida superficial y sin horizonte.
Cuando la fe se reduce a ritos y doctrinas pero no transforma la vida. Es
como edificar sobre arena porque cuando vienen las dificultades todo se
desmorona. En cambio cuando el mensaje evangélico se asume como proyecto de
vida, cuando la vida se hace servicio, reconciliación, acogida y compromiso
con los otros inspirado por el evangelio, es una vida edificada sobre roca.
Jesús, es indudablemente esa roca. ¿Cómo vives la experiencia del seguimiento
de Jesús?"(Koinonía)
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Enviat per Joan Josep Tamburini
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