jueves, 6 de diciembre de 2018

LOS BUENOS CIMIENTOS




"No todos los que me dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el reino de los cielos, sino solo los que hacen la voluntad de mi Padre celestial.

Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía sus cimientos sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no hace caso a lo que digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos, y la casa se derrumbó. ¡Fue un completo desastre!"
No vale solamente invocar. No sirven únicamente las teorías y los conocimientos. Nuestra Fe se ha de cimentar sobre las obras. Obras de amor y de entrega a los demás. Esta es la Fe que aguanta todos los temporales.

 "Una de las experiencias más grata que se vive en los campos de misión es la capacidad de acogida del pueblo. Siempre hay una sonrisa, una silla para descansar, una bebida refrescante. Se crean lazos de fraternidad, amistad. Es la insinuación de Isaías cuando relata la alegría de los justos y fieles a la alianza con Yahvé al entrar en la ciudad santa. La santidad es sinónimo de alegría, de acogida. Jesús llama la atención sobre los que le llaman “Señor, Señor” pues no todos han acogido su mensaje novedoso y renovador. También llama la atención sobre el sentido de una vida superficial y sin horizonte. Cuando la fe se reduce a ritos y doctrinas pero no transforma la vida. Es como edificar sobre arena porque cuando vienen las dificultades todo se desmorona. En cambio cuando el mensaje evangélico se asume como proyecto de vida, cuando la vida se hace servicio, reconciliación, acogida y compromiso con los otros inspirado por el evangelio, es una vida edificada sobre roca. Jesús, es indudablemente esa roca. ¿Cómo vives la experiencia del seguimiento de Jesús?"(Koinonía)

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