Es habitual que cuando estamos
orando nos sucedan distracciones. Lo primero es ser conscientes de que no se
obtienen todos los frutos de gracia si no oramos con devoción. Y lo segundo es
que deberíamos buscar formas para cortar tales distracciones.
Las distracciones pueden ser
de nuestros pensamientos agitados o producidas por el entorno físico inmediato,
pero siempre el enemigo tratará de exacerbarlos.
TODOS NOS DISTRAEMOS
San
Bernardo tiene un hermoso cuento sobre ello.
San
Bernardo estaba viajando con un pobre campesino sin educación, que se jactaba:
“Yo
nunca estoy distraído cuando rezo.”
Bernardo objetó:
“Yo no lo creo. Ahora voy a hacer un trato contigo.
Si puedes decir el Padrenuestro sin una
distracción, te voy a dar esta mula en la que estoy montando. Pero si no tienes
éxito, tienes que venir conmigo y ser un monje.”
El granjero aceptó y comenzó a orar en voz alta con confianza:
“Padre nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre…”
Entonces, después
de una pausa por un momento, le preguntó a San Bernardo,
“¿Eso
incluye la silla y la brida, también?”
San
Francisco de Asís, cuando estaba a punto de entrar en la iglesia para misa o
rezar, diría, “pensamientos mundanos y frívolos, quédense en la puerta hasta
que yo vuelva.”
Entonces él iría dentro y rezaría con devoción
completa.
6 CAUSAS DE LAS DISTRACCIONES
He aquí un repertorio de seis situaciones y agentes
que nos hacen distraer.
1 – La naturaleza humana,
herida por el pecado
La naturaleza humana, herida por el pecado, es la
causa del desorden que tenemos en
nuestras facultades. Los sentidos exteriores (vista, oído, tacto, gusto,
olfato), los sentidos interiores (memoria, imaginación) y las facultades
superiores (inteligencia, voluntad) se dirigen cada uno a su objeto propio.
La
voluntad puede recogerlos todos y centrarlos en la realidad sobrenatural que
estamos contemplando, pero apenas la voluntad afloja, viene la
dispersión.
2 – La negligencia
Muchas veces las distracciones en la oración son
voluntarias y cuando la conciencia pone
una llamada de alerta, somos negligentes y nos dejamos llevar.
Lo
que hay aquí es falta de mortificación y de disciplina personal. Podríamos
preguntarnos en estas ocasiones si nos hemos acercado a la oración con un
auténtico deseo de encontrarnos con Dios más que con nosotros mismos.
3 – Nuestro temperamento
Es importante conocerse bien para saber si hay
alguna causa estructural en nosotros: déficit
de atención mental, nerviosismo, escrúpulo, susceptibilidad…
4 – Vida acelerada y agitada
Rezamos
como vivimos. Si vivimos agitados es difícil aquietarse en la oración. Si vivimos
acelerados, nuestra oración estará bombardeada por todo lo que nos acelera,
preocupa y ocupa, por todos nuestros asuntos pendientes.
La vida puede ser intensa, llena de ocupaciones y responsabilidades,
pero el alma puede estar en paz; si
queremos ser personas de oración debemos aprender a ser contemplativos en la
acción.
5 – Los límites de la
inteligencia humana
Cuando estamos considerando verdades
sobrenaturales, la inteligencia se siente atraída por su luminosidad y belleza,
pero pronto nos topamos con sus
límites: nuestra inteligencia no puede ir más allá o no encuentra nada nuevo y
se ocupa en otra cosa.
6 – El demonio
Es el menos interesado en que oremos, que nos
encontremos con Dios, no deja de hacer
lo posible por entrometerse y ponérnoslo difícil.
A VECES LAS DISTRACCIONES SON
CAUSADAS POR UNA DEDICACIÓN INSUFICIENTE A LA ORACIÓN
La beata
Clara de Rimini llevaba una vida despreocupada en que la religión no era
algo para tomarse demasiado en serio. A los treinta y cuatro años, entró en la
iglesia un día, sólo para escuchar un mensaje bastante contundente desde el
cielo:
“Clara,
trata de decir un Padre Nuestro y un Ave María a la gloria de Dios, sin pensar
en otras cosas”
Castigada por este reproche, ella tomó más en serio
sus deberes religiosos.
“Este pueblo se acerca a mí con su boca y me honra
con los labios, pero su corazón está
lejos de mí.” (Isaías 29:13)
Por esta razón, el sacerdote franciscano beato Tomás de Cori insistió en que el Oficio
Divino se recite lentamente y con reverencia, pues, como él dijo,
“Si el corazón no reza, la
lengua trabaja en vano.”
ORAR CON FERVOR
Jesús enseñó a sus discípulos la importancia de orar
sinceramente y, de hecho, ofreció el Padrenuestro
como modelo de tal oración (Mateo 6:9-13).
Cuando alguien le preguntó al beato Jordán de Sajonia la mejor forma
de oración, dijo:
“La
forma en que usted pueda orar con más fervor.”
San
Edmundo
nos dice:
“Es mejor decir un Padre
Nuestro con fervor y devoción que un millar sin devoción y lleno de
distracción.”
De hecho, Santo Tomás de Aquino nos advierte,
“permitir
que la mente divague en la oración es pecaminoso y obstaculiza que la oración
tenga frutos”
Si
hacemos todo lo posible para permanecer enfocados en nuestra oración, no sólo
vamos a agradar a Dios, sino también a hacer un gran progreso espiritual. De acuerdo con San Luis de Montfort,
“El que lucha incluso con las
distracciones más pequeños cuando dice fielmente incluso la oración muy
pequeña, también será fiel en las cosas grandes”
COMO EVITAR LAS DISTRACCIONES
Para lograr esto, debemos empezar siguiendo los
sencillos consejos de Santa Teresa de
Ávila:
“Nunca
dirija sus palabras a Dios, mientras que usted está pensando en otra cosa.”
Dios
es digno de nuestra atención. Es admirable orar mientras trabajamos o mientras
conducimos o hacemos otras cosas – siempre y cuando hagamos la presencia del
Señor central.
Hay
momentos en que la fuente de nuestra distracción es otra persona – alguien en la
iglesia cuya inquietud o actividad nos hace que sea difícil para nosotros. Santa Teresa de Lisieux escribió de
tal experiencia en su autobiografía, La Historia de un alma:
“Durante
mucho tiempo he tenido que arrodillarme durante la meditación cerca de una
hermana que no podía dejar de estar inquieta. Me mantenía en silencio,
bañada en sudor con frecuencia, mientras que mi oración no era más que la
oración de sufrimiento. Al final traté de encontrar alguna manera de llevarla
pacíficamente y con alegría, al menos en los mas hondo de mi corazón”.
Como Santa Teresa de Lisieux declaró:
“Tengo muchas distracciones,
pero tan pronto como me doy cuenta de ellas, rezo por esas personas o los
pensamientos que están desviando mi atención. De esta manera, obtengo el
beneficio de mis distracciones.”
Hablarle
a Él de una manera muy cariñosa y cómoda, tal como lo haríamos con cualquier otro amigo o
ser querido, puede ser un medio útil para superar las distracciones.
PARA MAYOR REFLEXIÓN
“La
dificultad habitual de la oración es la distracción. En la oración
vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido de estas. La
distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquél al que oramos,
tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la meditación y en la
oración contemplativa.
Dedicarse
a perseguir las distracciones es caer en sus redes; basta con volver a nuestro
corazón: la distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón está
apegado.
Esta humilde toma de conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor
para ser purificado. El combate se decide cuando se elige a quién se desea
servir”,
Catecismo de la Iglesia Católica,
2729
“De hecho, es esencial para un hombre emprender la
lucha en contra de sus pensamientos, si
los velos se tejen desde sus pensamientos y encubren su intelecto, han de ser
eliminados, lo cual le permitirá a su vez su contemplación sin
dificultad hacia Dios y evitar seguir la voluntad de sus pensamientos errantes”, San Ammonas el Ermitaño
“El diablo nunca está más
ocupado tratando de distraernos que cuando nos ve orar y pedir a Dios por
gracias. ¿Y por qué? Debido a que el enemigo ve que en ningún otro momento
ganamos tantos tesoros de los bienes celestiales como cuando oramos”, San Alfonso María Liguori.
ALGO QUE PODRÍAS INTENTAR
Santa Teresa de Avila sugiere
que, al principio de la oración, cerremos los ojos “con el fin de abrirnos
más a los ojos del alma”, lo cual reduce la posibilidad de distracciones.
Algunos consejos valiosos sobre la oración
provienen de San Pablo de la Cruz:
“Cuando quiera orar, no importa si usted no puede
meditar. Haga pequeños actos de amor a
Dios, pero con suavidad, sin forzarse a usted mismo“.
San
Pablo
también dice:
“En cuanto a las distracciones y tentaciones que se
presentan durante la santa oración, usted no necesita estar perturbado. Retírese por completo a la parte superior de
su espíritu para relacionarse con Dios en espíritu y verdad“
7 COSAS MÁS QUE PODRÍAS
INTENTAR
1 – Formación de la voluntad y
disciplina personal
La
mortificación de los sentidos y una voluntad reciamente formada puede poner las
cosas en su sitio. Eso requiere ejercicio y disciplina, hasta formar
el hábito de recogimiento.
No un esfuerzo voluntarista que nos inquiete más y
que descentre nuestra atención de Dios. Encauzar
suavemente pero tenazmente la mirada y la atención hacia el Amor de nuestra
alma, Aquel que está allí y nos llama, aquel que nos ama.
2 – Realismo y sentido
práctico
Hacer la meditación a la hora y en el lugar que más te ayude. Es importante escoger un
sitio silencioso, donde nadie te interrumpa y donde todo favorezca el
recogimiento.
3 – Integrar toda la persona
Es preciso integrar toda la persona en la oración,
incluyendo el cuerpo con sus sentidos.
4 – Integrar las distracciones
Las
distracciones que no afectan a la oración, no son motivo de preocupación. Por ejemplo,
mientras meditas puedes estar escuchando el canto de los pájaros o el murmullo
de una fuente. Incluso pueden ayudar.
Las
distracciones que sí te afectan, puedes tratar de integrarlas y hacerlas
materia de tu diálogo con Dios para a través de ellas volver a lo que estabas
considerando.
5 – Desear la oración
Si no lo logras controlar las distracciones, al
menos deséalo; cultiva el deseo de
estar con Él. Repítele: “quiero estar contigo, Señor”; ten la
certeza de que esto a Él le agrada mucho.
6 – Insistir en el diálogo
afectuoso con Dios
Con
frecuencia nos distraemos porque hacemos que la meditación consista más bien en
consideraciones cerebrales. Cuando oramos sobre todo con la cabeza, en un
esfuerzo puramente mental, las distracciones dan mucho problema.
Pero si la
oración es más afectiva y brota más del corazón, las distracciones harán menos
mella.
7 – La perseverancia
No esperemos resultados inmediatos. No esperemos
siquiera resultados. A Dios le agrada que le busquemos. Perseverar, pues, en la oración hasta formar el hábito del silencio
interior, suplicando con insistencia la ayuda del Espíritu Santo. La
oración es don de Dios.
Fuentes:
- http://iccatholic.org/assets/praying-powerfully-and-simply.pdf
- http://catholicexchange.com/distracted-prayer
- http://www.la-oracion.com/prueba/item/3645-como-afrontar-las-distracciones-en-la-oracion.html
- http://www.sjmex.org/reflexiones/thomasmerton/distracciones.pdf
Foros de la
Virgen María
No hay comentarios:
Publicar un comentario