domingo, 10 de julio de 2016

COMO COMBATIR LAS DISTRACCIONES EN LA ORACIÓN


Es habitual que cuando estamos orando nos sucedan distracciones. Lo primero es ser conscientes de que no se obtienen todos los frutos de gracia si no oramos con devoción. Y lo segundo es que deberíamos buscar formas para cortar tales distracciones.

Las distracciones pueden ser de nuestros pensamientos agitados o producidas por el entorno físico inmediato, pero siempre el enemigo tratará de exacerbarlos.

TODOS NOS DISTRAEMOS

San Bernardo tiene un hermoso cuento sobre ello.

San Bernardo estaba viajando con un pobre campesino sin educación, que se jactaba:

“Yo nunca estoy distraído cuando rezo.”

Bernardo objetó:

“Yo no lo creo. Ahora voy a hacer un trato contigo. Si puedes decir el Padrenuestro sin una distracción, te voy a dar esta mula en la que estoy montando. Pero si no tienes éxito, tienes que venir conmigo y ser un monje.”

El granjero aceptó y comenzó a orar en voz alta con confianza:

“Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…”

Entonces, después de una pausa por un momento, le preguntó a San Bernardo,

“¿Eso incluye la silla y la brida, también?”

San Francisco de Asís, cuando estaba a punto de entrar en la iglesia para misa o rezar, diría, “pensamientos mundanos y frívolos, quédense en la puerta hasta que yo vuelva.”

Entonces él iría dentro y rezaría con devoción completa.

6 CAUSAS DE LAS DISTRACCIONES

He aquí un repertorio de seis situaciones y agentes que nos hacen distraer.

1 – La naturaleza humana, herida por el pecado

La naturaleza humana, herida por el pecado, es la causa del desorden que tenemos en nuestras facultades. Los sentidos exteriores (vista, oído, tacto, gusto, olfato), los sentidos interiores (memoria, imaginación) y las facultades superiores (inteligencia, voluntad) se dirigen cada uno a su objeto propio.

La voluntad puede recogerlos todos y centrarlos en la realidad sobrenatural que estamos contemplando, pero apenas la voluntad afloja, viene la dispersión.

2 – La negligencia

Muchas veces las distracciones en la oración son voluntarias y cuando la conciencia pone una llamada de alerta, somos negligentes y nos dejamos llevar.

Lo que hay aquí es falta de mortificación y de disciplina personal. Podríamos preguntarnos en estas ocasiones si nos hemos acercado a la oración con un auténtico deseo de encontrarnos con Dios más que con nosotros mismos.

3 – Nuestro temperamento

Es importante conocerse bien para saber si hay alguna causa estructural en nosotros: déficit de atención mental, nerviosismo, escrúpulo, susceptibilidad

4 – Vida acelerada y agitada

Rezamos como vivimos. Si vivimos agitados es difícil aquietarse en la oración. Si vivimos acelerados, nuestra oración estará bombardeada por todo lo que nos acelera, preocupa y ocupa, por todos nuestros asuntos pendientes.

La vida puede ser intensa, llena de ocupaciones y responsabilidades, pero el alma puede estar en paz; si queremos ser personas de oración debemos aprender a ser contemplativos en la acción.

5 – Los límites de la inteligencia humana

Cuando estamos considerando verdades sobrenaturales, la inteligencia se siente atraída por su luminosidad y belleza, pero pronto nos topamos con sus límites: nuestra inteligencia no puede ir más allá o no encuentra nada nuevo y se ocupa en otra cosa.

6 – El demonio

Es el menos interesado en que oremos, que nos encontremos con Dios, no deja de hacer lo posible por entrometerse y ponérnoslo difícil.

A VECES LAS DISTRACCIONES SON CAUSADAS POR UNA DEDICACIÓN INSUFICIENTE A LA ORACIÓN

La beata Clara de Rimini llevaba una vida despreocupada en que la religión no era algo para tomarse demasiado en serio. A los treinta y cuatro años, entró en la iglesia un día, sólo para escuchar un mensaje bastante contundente desde el cielo:

“Clara, trata de decir un Padre Nuestro y un Ave María a la gloria de Dios, sin pensar en otras cosas”

Castigada por este reproche, ella tomó más en serio sus deberes religiosos.

“Este pueblo se acerca a mí con su boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.” (Isaías 29:13)

Por esta razón, el sacerdote franciscano beato Tomás de Cori insistió en que el Oficio Divino se recite lentamente y con reverencia, pues, como él dijo,

“Si el corazón no reza, la lengua trabaja en vano.”

ORAR CON FERVOR

Jesús enseñó a sus discípulos la importancia de orar sinceramente y, de hecho, ofreció el Padrenuestro como modelo de tal oración (Mateo 6:9-13).

Cuando alguien le preguntó al beato Jordán de Sajonia la mejor forma de oración, dijo:

“La forma en que usted pueda orar con más fervor.”

San Edmundo nos dice:

“Es mejor decir un Padre Nuestro con fervor y devoción que un millar sin devoción y lleno de distracción.”

De hecho, Santo Tomás de Aquino nos advierte,

“permitir que la mente divague en la oración es pecaminoso y obstaculiza que la oración tenga frutos”

Si hacemos todo lo posible para permanecer enfocados en nuestra oración, no sólo vamos a agradar a Dios, sino también a hacer un gran progreso espiritual. De acuerdo con San Luis de Montfort,

“El que lucha incluso con las distracciones más pequeños cuando dice fielmente incluso la oración muy pequeña, también será fiel en las cosas grandes”

COMO EVITAR LAS DISTRACCIONES

Para lograr esto, debemos empezar siguiendo los sencillos consejos de Santa Teresa de Ávila:

“Nunca dirija sus palabras a Dios, mientras que usted está pensando en otra cosa.”

Dios es digno de nuestra atención. Es admirable orar mientras trabajamos o mientras conducimos o hacemos otras cosas – siempre y cuando hagamos la presencia del Señor central.

Hay momentos en que la fuente de nuestra distracción es otra persona – alguien en la iglesia cuya inquietud o actividad nos hace que sea difícil para nosotros. Santa Teresa de Lisieux escribió de tal experiencia en su autobiografía, La Historia de un alma:

Durante mucho tiempo he tenido que arrodillarme durante la meditación cerca de una hermana que no podía dejar de estar inquieta. Me mantenía en silencio, bañada en sudor con frecuencia, mientras que mi oración no era más que la oración de sufrimiento. Al final traté de encontrar alguna manera de llevarla pacíficamente y con alegría, al menos en los mas hondo de mi corazón”.

Como Santa Teresa de Lisieux declaró:

“Tengo muchas distracciones, pero tan pronto como me doy cuenta de ellas, rezo por esas personas o los pensamientos que están desviando mi atención. De esta manera, obtengo el beneficio de mis distracciones.”

Hablarle a Él de una manera muy cariñosa y cómoda, tal como lo haríamos con cualquier otro amigo o ser querido, puede ser un medio útil para superar las distracciones.

PARA MAYOR REFLEXIÓN

La dificultad habitual de la oración es la distracción. En la oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido de estas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquél al que oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la meditación y en la oración contemplativa.

Dedicarse a perseguir las distracciones es caer en sus redes; basta con volver a nuestro corazón: la distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado. Esta humilde toma de conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate se decide cuando se elige a quién se desea servir”, Catecismo de la Iglesia Católica, 2729

“De hecho, es esencial para un hombre emprender la lucha en contra de sus pensamientos, si los velos se tejen desde sus pensamientos y encubren su intelecto, han de ser eliminados, lo cual le permitirá a su vez su contemplación sin dificultad hacia Dios y evitar seguir la voluntad de sus pensamientos errantes”, San Ammonas el Ermitaño

“El diablo nunca está más ocupado tratando de distraernos que cuando nos ve orar y pedir a Dios por gracias. ¿Y por qué? Debido a que el enemigo ve que en ningún otro momento ganamos tantos tesoros de los bienes celestiales como cuando oramos”, San Alfonso María Liguori.

ALGO QUE PODRÍAS INTENTAR

Santa Teresa de Avila sugiere que, al principio de la oración, cerremos los ojos “con el fin de abrirnos más a los ojos del alma”, lo cual reduce la posibilidad de distracciones.

Algunos consejos valiosos sobre la oración provienen de San Pablo de la Cruz:

“Cuando quiera orar, no importa si usted no puede meditar. Haga pequeños actos de amor a Dios, pero con suavidad, sin forzarse a usted mismo“.

San Pablo también dice:

“En cuanto a las distracciones y tentaciones que se presentan durante la santa oración, usted no necesita estar perturbado. Retírese por completo a la parte superior de su espíritu para relacionarse con Dios en espíritu y verdad

7 COSAS MÁS QUE PODRÍAS INTENTAR

1 – Formación de la voluntad y disciplina personal

La mortificación de los sentidos y una voluntad reciamente formada puede poner las cosas en su sitio. Eso requiere ejercicio y disciplina, hasta formar el hábito de recogimiento.

No un esfuerzo voluntarista que nos inquiete más y que descentre nuestra atención de Dios. Encauzar suavemente pero tenazmente la mirada y la atención hacia el Amor de nuestra alma, Aquel que está allí y nos llama, aquel que nos ama.

2 – Realismo y sentido práctico

Hacer la meditación a la hora y en el lugar que más te ayude. Es importante escoger un sitio silencioso, donde nadie te interrumpa y donde todo favorezca el recogimiento.

3 – Integrar toda la persona

Es preciso integrar toda la persona en la oración, incluyendo el cuerpo con sus sentidos.

4 – Integrar las distracciones

Las distracciones que no afectan a la oración, no son motivo de preocupación. Por ejemplo, mientras meditas puedes estar escuchando el canto de los pájaros o el murmullo de una fuente. Incluso pueden ayudar.

Las distracciones que sí te afectan, puedes tratar de integrarlas y hacerlas materia de tu diálogo con Dios para a través de ellas volver a lo que estabas considerando.

5 – Desear la oración

Si no lo logras controlar las distracciones, al menos deséalo; cultiva el deseo de estar con Él. Repítele: “quiero estar contigo, Señor”; ten la certeza de que esto a Él le agrada mucho.

6 – Insistir en el diálogo afectuoso con Dios

Con frecuencia nos distraemos porque hacemos que la meditación consista más bien en consideraciones cerebrales. Cuando oramos sobre todo con la cabeza, en un esfuerzo puramente mental, las distracciones dan mucho problema.

Pero si la oración es más afectiva y brota más del corazón, las distracciones harán menos mella.

7 – La perseverancia

No esperemos resultados inmediatos. No esperemos siquiera resultados. A Dios le agrada que le busquemos. Perseverar, pues, en la oración hasta formar el hábito del silencio interior, suplicando con insistencia la ayuda del Espíritu Santo. La oración es don de Dios.

Fuentes:


Foros de la Virgen María

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