"Mientras
Jesús les estaba hablando, llegó un jefe de los judíos, se arrodilló ante él y
le dijo:
– Mi hija acaba de
morir, pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a la vida.
Jesús se levantó, y
acompañado de sus discípulos se fue con él. Entonces una mujer que desde hacía
doce años estaba enferma, con hemorragias, se acercó a Jesús por detrás y tocó
el borde de su capa. Porque pensaba: “Con solo tocar su capa quedaré sana.” Pero
Jesús, volviéndose, vio a la mujer y le dijo:
– Ánimo, hija, por
tu fe has quedado sanada.
Y desde aquel
momento quedó sana.
Cuando Jesús llegó
a casa del jefe de los judíos, y vio a los músicos que estaban preparados para
el entierro y a la gente que lloraba a gritos, les dijo:
– Salid de aquí. La
muchacha no está muerta, sino dormida.
La gente se burlaba
de Jesús, pero él los hizo salir; luego entró, tomó de la mano a la muchacha y
ella se levantó. Y por toda aquella región corrió la noticia de lo
sucedido."
Jairo era un jefe de los judíos, de aquellos a los que decía Jesús que no había que imitar.
Ambos se acercan a Jesús, desde su dolor, con confianza. Los dos creen que Jesús puede resolver su problema. Jesús no se fija ni en la impureza de la mujer ni en el estatus social de Jairo. Él ve únicamente a dos personas que sufren y confían en Él. La mujer queda curada y la niña vuelve a la vida.
Nosotros, como la gente del texto, nos reímos y nos burlamos de quien confía en Jesús para solucionar el mal y el dolor. Quizá por ello, nuestra sociedad está llena de desgracias, de gente que sufre, de dolor...Si confiamos en Jesús, con nuestra entrega, mucho de ese dolor se puede mitigar. Para ello, como Jesús, debemos amar a todo el mundo sin prejuicios.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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