Jesús, todo lo que te
pida con fe en la oración, si me conviene, me lo vas a conceder, especialmente
mi propia salvación. Por el contrario, si no hago oración, ni siquiera necesito
un demonio que me tiente. Porque sin oración, acabo pensando sólo en mí: en mis
necesidades, caprichos y ambiciones.
«Al llegar junto a los discípulos, vieron a una gran muchedumbre que les
rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. En seguida, al verle, todo
el pueblo quedó sorprendido y corrían a saludarle. Y Él les preguntó: ¿Qué
discutíais entre vosotros? A lo que respondió uno de la muchedumbre: Maestro,
te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo; y en cualquier sitio se
apodera de él, lo tira al suelo, le hace echar espuma y rechinar los dientes y
lo deja rígido; pedí a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.
Él les contestó: ¡Oh generación
incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que sufriros? ¡Traédmelo! Y se lo trajeron. En
cuanto el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al niño, que cayendo a
tierra se revolcaba echando espuma. Entonces preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo
hace que le sucede esto? Le contestó: Desde muy niño; y muchas veces lo ha
arrojado al fuego y al agua, para acabar con él; pero si algo puedes, ayúdanos,
compadecido de nosotros.
Y Jesús dijo: ¡Si puedes...! ¡Todo es
posible para el que cree! En seguida el padre del niño exclamó: Creo, Señor;
ayuda mi incredulidad. Al ver Jesús que aumentaba la muchedumbre, increpó al
espíritu inmundo diciéndole: ¡Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él
y ya no vuelvas a entrar en él! Y gritando y agitándole violentamente salió; y
quedó como muerto, de manera que muchos decían: Ha muerto. Pero Jesús,
tomándolo de la mano, lo levantó y se mantuvo en pie. Cuando entró en casa le
preguntaron sus discípulos a solas: ¿Por qué nosotros no hemos podido
expulsarlo? Y les respondió: Esta raza no puede ser expulsada por ningún medio,
sino con la oración.» (Marcos 9,14-29)
Comentario
realizado por Pablo Cardona.
I. Jesús, el pobre padre te suplica: «Si algo puedes, ayúdanos.» A veces voy
muy a la mía, cuando todo me va bien. Sólo a la hora de los problemas, cuando
necesito ayuda, vengo a Ti: «si algo puedes», demuéstralo, resuélveme esta
dificultad. «¡Si puedes...! ¡Todo es posible para el que cree!» Pero creer es
algo más que pedir milagros a la desesperada: Tú no necesitas demostrar que
eres Dios a cada momento, según me parezca a mí. La fe verdadera llena toda la
vida y le da un sentido nuevo. Quiero tener una fe profunda y sólida que se
traduzca en obras de caridad y de virtud. Sin embargo, a veces mi fe es débil y
vacilante. Creo, pero... me cuesta. Jesús, ayúdame. «Creo, pero ayuda mi
incredulidad».
II. «Asegura Santa Teresa que "quien no hace oración no necesita demonio
que le tiente; en tanto que, quien tiene tan sólo un cuarto de hora al día,
necesariamente se salva"..., porque el diálogo con el Señor - amable, aun
en los tiempos de aspereza o de sequedad del alma nos descubre el auténtico
relieve y la justa dimensión de la vida. Sé alma de oración» (Forja.- 1003)
Jesús,
todo lo que te pida con fe en la oración, si me conviene, me lo vas a conceder,
especialmente mi propia salvación. Por el contrario, si no hago oración, ni
siquiera necesito un demonio que me tiente. Porque sin oración, acabo pensando
sólo en mí: en mis necesidades, caprichos y ambiciones. Y, por tanto, poco a
poco me voy alejando de Ti. Sin darme cuenta, casi de manera natural, me hago
dios de mí mismo, porque todo gira en torno a mí.
Jesús,
la oración es ese necesario ajuste de mi voluntad, que se convierte cada
jornada y te pregunta de nuevo: ¿Qué quieres que haga? De este modo, quien
tiene tan sólo un cuarto de hora al día, necesariamente se salva, porque está
rectificando siempre el punto de mira y descubre el auténtico relieve y la
justa dimensión de la vida. Ayúdame, Jesús, para que no deje de hacer ningún
día un rato de oración personal, de tú a Tú. Haz que sea, de verdad, alma de
oración.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA
No hay comentarios:
Publicar un comentario