Dado que a
los lectores de este blog lo que les gusta son las particularidades, hoy os
explicaré cómo se procede en el caso de que una forma consagrada caiga al suelo
durante la comunión.
La mayor
parte de las veces el asunto se resuelve con el sacerdote consumiendo la forma.
Pero alguna vez la forma puede caer en un lugar donde haya polvo. Hoy, durante
la misa dominical, al dar la comunión, la forma ha caído de la boca del
comulgante al suelo. Esto sucede alguna vez ésta al chocar con los dientes, sin
culpa del comulgante. Tenía dos monaguillos con sus bandejas, pero la forma
consagrada, a pesar de todo, ha caído. ¿Qué se hace en un caso así?
Evidentemente,
no es necesario que el ministro consuma una forma que ha caído de la boca de
otra persona. Pero la Iglesia lo tiene todo previsto. Lo que se hace en ese
caso es poner la forma en un cuenquecito de cristal con tapa metálica que, a
veces, está cerca del sagrario para purificar los dedos tras dar la comunión.
A veces ese
vasito está cerca del sagrario, a veces se guarda en la sacristía. No recuerdo
su nombre técnico, agradeceré a algún lector que ponga el nombre en los
comentarios, y mañana lo diré aquí para todos. Este vasito es como el de la
foto, aunque los hay con varios diseños.
Bien, el
caso es que en la iglesia de mi diócesis en la que estaba hoy, la forma que se
había caído la he dejado sobre el corporal del altar. Al acabar la misa, he
mantenido la forma envuelta en el corporal junto al cáliz. Le he preguntado a
la sacristana si en la iglesia tenían este tipo de cuenquecito. Como no lo
hemos encontrado, le he dicho que no pasaba absolutamente nada. Revestido con
alba y estola blanca, me he dirigido de nuevo a la mesa donde estaban los vasos
sagrados, he tomado la forma y la he dejado en un tarrito de cristal que
casualmente llevaba hoy. Un tarrito pequeño, perfectamente limpio y con un poco
de agua. Allí he depositado la forma.
Lo normal es
dejar la forma allí hasta que se disuelva, y después arrojar esa agua en tierra
digna que no vaya a ser pisada. Normalmente se suele hacer en una maceta de las
que están en la iglesia.
Os he
contado esta particularidad, para que veáis con qué mimo trata la Iglesia no
sólo a la Eucaristía en general, sino incluso lo más pequeños fragmentos.
Sea dicho de paso, una vez que el
agua sea depositada en tierra digna, purificaré cuidadosamente el tarrito de
cristal y lo destruiré. No deseo que vuelva a tener un uso profano un tarro que
ha contenido un Misterio tan grandioso.
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