A veces pienso, siguiendo el post de ayer, que damos por supuesto muchas
cosas. Creo conocer a Dios, pero se me han podido meter muchos prejuicios sin
darme cuenta. Siempre uno piensa que conoce la verdad. Pero nuestros propios
errores nos son desconocidos.
Al adherirnos a la Fe que Dios ha entregado al mundo, pensamos que ya por eso somos inmunes a las deformaciones. Pero, sin darnos cuenta, deformamos aspectos de ese conocimiento entregado de lo alto. Sí, sin darnos cuenta, tendemos a identificar el conocimiento de la Fe con el conocimiento que he asimilado de la Fe. Y son dos cosas diversas.
El conocimiento que Dios ha entregado a la Iglesia, es una cosa. Como capto ese mensaje es otra. Al final mi conocimiento está cargado de matices, de influencias buenas y malas, de aspectos colaterales, de subjetivismos correctos e incorrectos, de implicaciones que me parecen indudables y que no lo son. Dicho de otro modo, no sólo albergamos errores, sino que incluso damos cobijo en nuestro seno a verdaderos parásitos del conocimiento. Es decir, no sólo tenemos errores, sino verdaderos mecanismos que parecen dotados de vida propia y que engendran el error.
Esos mecanismos del error parecen estar vivos. Pueden estar latentes, pueden reproducirse, pueden colonizar otras parcelas de nuestro pensamiento. Normalmente estos parásitos son de nivel microscópico. Pero algunas veces pueden llegar a colonizar parcelas enteras de nuestro ser. Porque del pensamiento se infiltran en nuestro ser. Imaginación, memoria, entendimiento, voluntad, alma, cuerpo, todo está conectado. Es como un impresionante y microscópico
sistema solar.
Al adherirnos a la Fe que Dios ha entregado al mundo, pensamos que ya por eso somos inmunes a las deformaciones. Pero, sin darnos cuenta, deformamos aspectos de ese conocimiento entregado de lo alto. Sí, sin darnos cuenta, tendemos a identificar el conocimiento de la Fe con el conocimiento que he asimilado de la Fe. Y son dos cosas diversas.
El conocimiento que Dios ha entregado a la Iglesia, es una cosa. Como capto ese mensaje es otra. Al final mi conocimiento está cargado de matices, de influencias buenas y malas, de aspectos colaterales, de subjetivismos correctos e incorrectos, de implicaciones que me parecen indudables y que no lo son. Dicho de otro modo, no sólo albergamos errores, sino que incluso damos cobijo en nuestro seno a verdaderos parásitos del conocimiento. Es decir, no sólo tenemos errores, sino verdaderos mecanismos que parecen dotados de vida propia y que engendran el error.
Esos mecanismos del error parecen estar vivos. Pueden estar latentes, pueden reproducirse, pueden colonizar otras parcelas de nuestro pensamiento. Normalmente estos parásitos son de nivel microscópico. Pero algunas veces pueden llegar a colonizar parcelas enteras de nuestro ser. Porque del pensamiento se infiltran en nuestro ser. Imaginación, memoria, entendimiento, voluntad, alma, cuerpo, todo está conectado. Es como un impresionante y microscópico
sistema solar.
P.
Fortea
No hay comentarios:
Publicar un comentario