En todo el mundo, donde la comunidad
musulmana o los emigrantes musulmanes viven en minoría, gozan de toda la
libertad y los derechos tanto sociales como religiosos.
Tienen la libertad de celebrar sus
pascuas como Ramadán, construir mezquitas y rezar en ellas las cinco veces al
día. Incluso en algunos países y ciudades tienen partidos políticos y
representantes en los ayuntamientos. A mi me parece muy bien, porque ésta es la
democracia y la libertad.
En Irak, mi país natal, los
cristianos desde siempre hemos vivido la desigualdad religiosa entre musulmanes
y cristianos, a favor de los musulmanes, y nos hemos sentido ciudadanos de
segunda en nuestro propio país. La verdad, personalmente, desde niño, he notado
esta desigualdad, en el colegio con los profesores y mis amigos; en el barrio
con mis vecinos; en la Universidad con mis compañeros y en el ejército con los
camaradas. Es muy habitual que nos reprochan de incrédulos y nuestro final es
el infierno, si no nos convertimos al Islam. Además un cristiano recibe todos
los apoyos posibles para su conversión al Islam, tanto a nivel laboral como
social. Por el contrario, los musulmanes que se convierten al cristianismo
deben vivir escondidos para evitar el rechazo social de sus familias, incluso
la posibilidad de asesinarlos.
Con todo ello; la verdad yo no
guardo rencor a los musulmanes, al contrario, como cristiano practicante amo el
único Dios verdadero y el prójimo, en este caso el musulmán. Por todo ello,
llevo muchos años y sigo, estudiando, investigando y consultando varios libros
de especialidades en esta materia “Islam”, su historia, sus orígenes y a
preguntar a cuantos parecían ser entendidos en la materia. La lectura me fue
muy provechosa, al menos en parte. De las personas con las que hablé, recibí
menos de lo esperado. Unos veían en los musulmanes sólo una amenaza y mostraban
muy poco cariño hacia ellos. Otros, en el extremo contrario, se negaban a ver
diferencia alguna, en una actitud que recuerda a la de los avestruces metiendo
la cabeza bajo el ala. Mis deseos me conducían en una dirección distinta a la
de ambos. Tampoco los más moderados parecían saber mucho más de lo que yo
conocía ya por aquel entonces.
Me apliqué, pues, a conocer mejor el
mundo musulmán. Pasé por varias etapas. Al principio mi actitud era un tanto
apologética, buscando más lo que me reafirmaba en mis posturas que el corazón
mismo de las personas con las que deseaba dialogar.
Ahora, con el paso de los años, veo
esa etapa como normal y tal vez inevitable: sé que todos los que pretendan
andar este camino pasarán por ella. Luego vino la de la perplejidad: cuanto más
me parecía saber más difícil me resultaba orientarme en el modo concreto de
actuar. Me daba la impresión que la razón iba por un lado y el corazón por otro
y falto de ayuda exterior, me preguntaba si alguna vez encontraría respuestas a
las intuiciones que ya iba teniendo.
Claro, todo eso, viene reflejado y
dedicado en mis publicaciones, conferencias y otros trabajos a mi análisis
crítico del Islam.
En varias ocasiones, algunos amigos
y compañeros; profesores e investigadores, me preguntaban y me preguntan: si
creo en la religión musulmana como una religión divina. Mi respuesta fue
siempre clara y tajante; No, para mi el Islam es un movimiento social político.
Ahora bien, como investigador debo de mostrar el ¿Por qué?
Para creer en una organización, en
un partido político o en una religión, hay que investigar sus origines, sus
Constituciones o sus Leyes, su fundador o su patrón y finalmente comparándolo
con lo que tengo o en lo que creo.
Os invito a leer mi último libro “Desvelando el Islam” editorial “Monte Riego”.
Esperando
poder contestar y satisfacer a todos los interesados, entre ellos a los mismos
musulmanes, a mis amigos y compañeros.
Raad Salam Naaman
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