EL AMOR, es el Hijo de Dios nuestro
Señor Jesucristo manifestado a los hombres… (Juan 4, 7-10)
¿A dónde vais a ir a buscar el Amor
verdadero…?
¡A ninguna parte, hijos míos! nos
dice así nuestra Madre Santísima por medio del hermano Antonio de Sevilla
(España). En ninguna parte encontraréis
un Amor, puro y verdadero, puro y generoso como el que os da mi Hijo y os ha
dado a todos gratuitamente, buscando solo vuestro bien y felicidad eterna…
Reflexión: por lo tanto en saber
unir el amor y la verdad a la vida, es la felicidad más grande que se puede
hallar en esta vida. ¿Pero que es el Amor? ¿Cómo funciona?
Nuestra vida tiende en última
instancia a descubrir el amor, a
recibirlo y a darlo, no es una ciencia, no es una filosofía, si bien es
la de Dios, porque el Amor es una
persona como la Verdad, es Jesucristo el Hijo de Dios Altísimo.
Es el Amor de Dios, lo único que da
verdadero sentido a nuestra vida en toda
circunstancia y actividad.
Copiemos pues, estudiemos la filosofía del mismo Dios, su forma de ser y de
pensar manifestado a través de las Santas Escrituras, a veces bondadoso,
misericordioso pero también un Dios iracundo. ¿Porqué…? La misericordia y la
bondad, todos sabemos son atributos de Dios, pero la ira.
Para entender hay que saber que la
ira no debe ser contraria al amor.
Un padre, por ejemplo tiene a veces que reprender con ira a su hijo
precisamente porque lo ama. Y no cumpliría con su obligación y su deseo de amar
si por ponérselo más fácil al otro y también así mismo, no interviniera a veces
críticamente en su vida, no lo
corrigiera.
Sabemos que, a menudo los niños
malcriados, a los que se les ha consentido todo, al final no logran salir
adelante en la vida, porque esta les
trata de otra manera y no han aprendido a disciplinarse a sí mismo, por
lo que todo ello de padres e hijos es una filosofía de fracaso, al salirse del bien de la verdad y la justicia, que es
la filosofía de Dios y su Reino Eterno, que nos enseña el error, el
peligro y nos muestra el camino correcto
Por ejemplo,
si por querer ser amable con un drogadicto, yo le proporcionara las drogas que
anhela en lugar de apartarle de ellas (lo que sería muy duro para él), eso no
sería un verdadero acto de amor. Dicho de otra manera: El verdadero amor no
consiste sencillamente en ceder siempre, en ser blando, en la mera dulzura. En
este sentido, un Jesús o un Dios dulcificado, que dice a todo que sí, que
siempre es amable, no es más que la caricatura del verdadero amor. (1)
(1)Del Papa
Benedicto XVI, en el libro: DIOS Y EL MUNDO.
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