Hay que ver
el interés que tienen algunos en echarnos de la Iglesia, como si ellos fueran
los amos. Ya a Pablo y a los primeros cristianos no judíos, los
"puros" intentaron echarlos. No lo consiguieron y, gracias a ello, el
cristianismo no se quedó en una secta del judaísmo.
¿Por qué
sigues en la Iglesia? es una pregunta que me han hecho muchas veces. El 9 de
marzo murió de accidente el sacerdote Jesús Huguet de la diócesis de Solsona. Era
un sacerdote abierto y crítico, muy apreciado. En una entrevista le hicieron
precisamente esta pregunta. Traduzco su respuesta, porque él expresa mucho
mejor que yo, los motivos que tengo para seguir en la Iglesia:
Mi respuesta es muy sencilla: si un día creí en Jesucristo, gracias a esta
Iglesia que me lo dio a conocer (sólo ella ha conservado la memoria viva) ahora
creo en la Iglesia gracias a Jesucristo. Creo que Jesucristo se comprometió y
continúa comprometido con esta Iglesia santa y pecadora, madre y meretriz, como
la llamaba san Agustín. El día en que Jesucristo dejara de creer en esta
Iglesia, yo también dejaría de hacerlo. Pero, mientras Jesucristo continúe
confiando en ella, no tengo derecho a dejar de confiar.
Mi fe ha sido siempre difícil y dolorosa. Pero ya hace tiempo que he hecho
de Jesús el garante de mi existencia, el móvil y la referencia de mi vida.
Ciertamente, no es la Iglesia que querría, ni, seguramente, la Iglesia que
habría querido Jesús, y que había soñado el Vaticano II. Pero, al fin y al
cabo, con todos sus defectos, es la Iglesia de Jesucristo.
Sería una pedantería pensar que puedo vivir solo, por mi cuenta, la fe
cristiana. Y aún lo sería más pretender crear otra Iglesia que fuese pura,
irreprochable, totalmente fiel a Jesús. O simplemente mejor que la que tenemos.
Yo también reconozco mis defectos y errores. Y es que, mientras la Iglesia no
deje de ser humana, nunca estará exenta de debilidades e infidelidades.
Por eso creo que la mejor opción es la de trabajar con paciencia y coraje,
con implicación y compromiso, para renovar desde dentro esta nuestra estropeada
Iglesia. Por eso a veces soy tan crítico, más de lo que querrían los obispos.
Pero no me sabe mal. Lo he dicho más de una vez: querría amar más , tener más
caridad, para poder ser más valiente. Querría sobretodo, extirpar de la Iglesia
todo aquello que no viene de Jesús y que hace padecer a la gente. Querría que
la Iglesia fuera, como decía Juan XXIII, aquella fuente de la plaza del pueblo,
en la que todos pudiesen encontrar un poco de agua fresca para saciar la sed;
que la fe cristiana fuese, en medio de las tribulaciones de la vida, una fuente
inagotable de gozo, coraje y esperanza.
Sí, tengo todavía otras razones para seguir en esta Iglesia. En mis horas
bajas, me conforta la Iglesia que llamo de sotobosque, que no hace ruido ni
llama la atención, pero que hace un trabajo incalculable, ya en los barrios y
calles de Barcelona, ya en las misiones, ya en el lugar humilde y abnegado de
la familia, donde a menudo, se producen verdaderas heroicidades. Tengo, además,
un montón de personas, creyentes y no creyentes, que me aprecian y me aman
mucho más de lo que merezco, que de alguna manera me tienen como punto de mira
y difícilmente entenderían mi deserción.
Es por todas estas razones, que pienso seguir y morir en esta mi
"pobre, sucia, triste, desgraciada" Iglesia.
(Mn. Jesús
Huguet)
Pues esa es la respuesta. Para los
que me lo preguntan con buena voluntad y para los que desean echarme...
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