A cada día le basta su afán (cf. Mt 6,34)
Por: P. Fernando Pascual, L.C. | Fuente:
Catholic.net
El ambiente, enrarecido, oprime nuestro corazón. Sentimos que el aire es poco
sano. Las tensiones acumuladas nos aturden.
Necesitamos
una bocanada de aire fresco. Abrimos la ventana del alma en espera de un poco
de alivio.
En la vida humana hay momentos en los que brisas de belleza, de bondad,
de justicia, de ternura, alivian y consuelan.
Frente a
los problemas que se acumulan poco a poco, o que llegan como granizadas
dañinas, sentir la caricia de un aire renovador y suave nos
consuela y nos ayuda a reemprender la lucha.
Levanto
la cabeza. Por encima de las nubes, un color diferente me enseña un panorama
más completo.
Existe un cielo, existe un juicio, existe un Dios que es justicia y misericordia. Quedan espacios para la esperanza y para la alegría.
El aire
fresco alivia. El calor deja de oprimir mi alma. Siento una paz que se explica
desde Dios y que me lanza a pensar en mis hermanos.
El reloj
corre. Los problemas no durarán eternamente. Siguen
ahí, es cierto, pero los veo desde una perspectiva diferente.
Con el
alivio y la fuerza que me llegan como don de Dios Padre pongo, nuevamente, las
manos en el arado. Y recuerdo que a cada día le basta su afán (cf. Mt 6,34).
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