Tras su paso por Nicaragua, Zambia o España, el misionero Ángel Almansa asegura que "el ateísmo no existe", sino que "el Dios del Amor" se ha sustituido por el placer, el dinero o el consumismo.
En su larga experiencia
como misionero, Ángel Almansa Rodríguez ha visto lo suficiente para asegurar que "el ateísmo no existe", pues "todos hemos endiosado a alguien o algo". Sin
embargo, afirma que si merece la pena "endiosar
a alguien", ese es "el Dios del
amor".
Una convicción que ha llevado a
este sacerdote originario de Almadén (Ciudad Real, España) de 59 años a
recorrer suficientes zonas representativas del primer y tercer mundo para
conocer las fuertes diferencias con las que se vive el Evangelio.
Como misionero, Almansa se ha
entregado al municipio de Criptana desde su ordenación en 1986 hasta 1993,
donde sus residentes aún le recuerdan por la labor realizada con jóvenes y drogodependientes.
Su primer destino como miembro
del Instituto Español de Misiones Extranjeras fue Zambia (África).
Allí tuvo que levantar la misión de Saint Dorothy, un territorio de cinco mil
kilómetros cuadrados con cerca de 30 comunidades incipientes y multitud de
lenguas bantúes.
"El día a día
lo dedicábamos a escuchar gente, la formación de líderes para
las comunidades, especialmente catequistas; visitar enfermos, a la
celebración de los sacramentos y a los proyectos de desarrollo
como el hospital de Ipafu, escuelas rurales o proyectos agrícolas", explicó al portal de la diócesis de Ciudad Real. Allí permaneció casi diez
años.
Su último destino ha sido la
inestable Nicaragua,
sumida en un régimen sandinista que ha hecho de la Iglesia uno de sus
principales objetivos a abatir. Durante sus tres años de misiones, de los que
ha regresado recientemente a España, estuvo destinado como profesor de Sagrada Escritura y formador en el Seminario Nacional de Nuestra Señor a de Fátima, así
como en las comunidades montañesas de Kukra Hill, Laguna de Perlas y Río San
Juan.
"BAJO
INTIMIDACIÓN CONSTANTE" EN NICARAGUA
Si bien nunca ha llegado a temer
por su vida en el país hispanoamericano, admite en una reciente entrevista
concedida a Laura Figueiredo que
ha sufrido una "intimidación y vigilancia casi constantes" ante la situación que enfrenta la Iglesia en
Nicaragua.
"Ortega
Murillo -su presidente- ha transformado el país en una dictadura", asegura,
que tenía como su primer objetivo a "los
candidatos de la oposición", a quienes se detuvo desde 2008. Una
vez alcanzado, "el siguiente objetivo fue la Iglesia libre
frente al poder, crítica y que
denuncia la violación" de los derechos y libertades. "Unas denuncias que llevaron a represalias con
encarcelamientos y obispos exiliados o retenidos. Quieren una Iglesia muda", sentencia.
Durante su periodo como misionero
en Nicaragua, si bien su destino principal era el seminario de Managua, admite
que siempre que podía se escapaba para ayudar a las
comunidades campesinas, en
algunos casos a 15 horas del seminario, 6 en camioneta y 9 en bote.
"Ahí te
cuentan y compartes sus alegrías y sus penas, son gente abierta,
sencilla, humilde", explica.
Pese a que Nicaragua posee una
Iglesia con unas cartas nada envidiables para países occidentales, el misionero
observa que las diferencias en el modo de vivir la fe entre las ciudades y las
comunidades de campesinos y zonas rurales son elevadas.
EL
EVANGELIO, ¿UN PRODUCTO O UNA VIDA?
"El
Evangelio en las ciudades no deja de ser un producto a consumir, se transforma en unos sacramentos que se consumen
cuadrando con fechas y restaurantes. Esto es un bufé religioso", denuncia. Algo que no tiene nada que ver con las comunidades
rurales, donde "se vive y practica el Evangelio en el día a día".
"Cuatro vacas
que se ordeñan, se echa una mano al vecino cuando está enfermo y no puede hacer
su trabajo en el campo o con los animales, se comparte…. La gente se organiza
con solidaridad y se vive con alegría el Evangelio. [Son] comunidades que
entienden la fe como una vivencia más allá de tanto humo", explica.
Preguntado por el secreto para
transmitir y acercar el Evangelio, destaca un aspecto que en el continente
europeo es cada vez más olvidado, la "sencillez":
"La tarea está en vivir la vida en comunidad sin recetas mágicas. Ofrecemos
esa visión del mundo con la que Jesús nos invita a vivir y es así como surge el
interés. Eso es lo que nosotros ofrecemos".
También allí ha percibido que la
falta de sacerdotes es una realidad, como en su España natal. Con todo, las
diferencias siguen siendo abundantes.
LAICOS
QUE SOSTIENEN COMUNIDADES... Y OTROS QUE SE DESENTIENDEN
"Allí,
hablamos de comunidades nacientes sostenidas por laicos con la presencia de un sacerdote de tarde en
tarde. Aquí, hay una implicación de los laicos pero es verdad que muchas veces
se desentienden y nos encontramos con curas cuya preocupación es la mayor o
menor audiencia", admite.
Preguntado por el lugar de Dios
en el mundo, explica que sigue estando, pero que la gente le busca donde no
está bajo un ateísmo que, asegura, "no existe".
"Todos
hemos endiosado a alguien o a algo. Todos estamos de rodillas ante el dios dinero, placer, poder,
consumismo… Merece la pena endiosar al Dios del amor. Así podremos dar y
compartir un amor generoso y abrir lo mejor de cada uno a los demás. Debemos
descubrir quién es `mi dios´. Y ese es el Dios del amor", asegura.
Antes de concluir, dirige a los
jóvenes del primer mundo un consejo, un deseo. En primer lugar, "que descubramos al Dios del Evangelio". También
pide oración "y una transformación" en
la forma de vivir y mirar el mundo.
"Veo que hay
generosidad y solidaridad, pero os falta constancia, enseguida viene el
cansancio, eso no es una opción de por vida, no tenéis fuerza";
lamenta.
Por último, se refiere a la
ausencia de "ideas claras" entre
la juventud, así como un fuerte "interés en
crear confusión" entre ellos, "dibujando
un horizonte oscuro y erróneo".
Frente a ello, propone el
crecimiento y la motivación. "Siempre han
tenido ese espíritu transformador, de un mundo más justo, y ahora están
domesticados principalmente por ese consumismo. Necesitan retos que les hagan
crecer", finaliza.
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