La Dirección Espiritual como escucha empática y activa:
Por: Guadalupe Magaña | Fuente: Escuela de la fe
Escuchar, ¡qué gran necesidad en nuestro mundo actual! Los
hombres sienten la necesidad de ser escuchados con atención, con comprensión,
sin prisas, con simpatía, cálidamente; buscan alguien que les manifieste
interés humano por su persona. Escuchar es una actitud que entra en el ámbito
de la caridad cristiana,
como una de sus manifestaciones más finas. En la dirección espiritual es una de
las funciones más fecundas. Del modo cómo nosotros sepamos acoger y escuchar a
nuestra dirigida en el primer encuentro puede depender el tipo de apertura
espiritual que adopte, más honda y confiada o más periférica y cautelosa.
¿Qué significa escuchar?
Aspectos psicológicos y espirituales.
•Escuchar significa favorecer la apertura.
•Escuchar significa dejar hablar.
•Escuchar significa prestar sincera atención a la persona y a cuanto ella pueda
expresar.
•Escuchar significa comprometerse activamente en la comprensión de lo que la
persona desea comunicar.
•Escuchar significa participar interesadamente en lo que la persona busca
compartir de sí misma.
•Escuchar significa escuchar juntos a Dios en el interior, y captar los caminos
que muestra.
•Escuchar significa reconocer que cada uno tiene una personalidad única e
irrepetible y maravillarse ante el llamado personal de Dios.
•Escuchar significa dejar a un lado el propio mundo vivencial para adentrarse
en el del otro.
•Escuchar significa ponerse a disposición del otro, abandonando los propios
problemas, preocupaciones, intereses, juicios.
•Escuchar es ser yo mismo en función del otro.
•Escuchar es tener fe en el otro.
•Escuchar es una atención solícita de todo nuestro ser al ser del otro en toda
su hermosura y su pecado, su lucha y su misterio, sus gozos y sus sufrimientos.
•Escuchar es por tanto, amar al otro.
Los varios significados mostrados, nos permiten ver que sólo la persona
humana tiene capacidad de escuchar. La escucha, en el aspecto psicológico,
pertenece al campo de lo personal; no escuchamos «algo»
sino a «alguien». Podemos oír ruidos,
voces, sonidos..., pero escuchamos a personas. La escucha denota comunión entre
personas, y puede ser tan personal que ni siquiera necesite de palabras. Es
como una especie de empatía.
Para ser una buena orientadora espiritual, se requiere desarrollar la capacidad
de escucha en sus diversas dimensiones: Escucha de
sí mismo, de los demás y de Dios.
- La capacidad de escucha de nosotros mismos se relaciona mucho con la madurez
humana tan necesaria en el orientador. Una orientadora espiritual inmadura
vivirá centrada en sí misma, preocupada por sus aciertos o fallos, y dejará
poco espacio a la escucha de la otra y del Espíritu Santo. Escucharse a sí
misma significa conocerse; experimentar el misterio de lo que realmente se es;
estar al tanto de lo que favorece y ayuda la propia salud física, mental,
emocional y espiritual. Significa también facilitar el desarrollo de nuestro
potencial creativo, nuestros talentos y dones. Supone un cierto dominio de
nuestros estados anímicos, de nuestros pensamientos, deseos, sentimientos,
aspiraciones y motivaciones. Nos confronta con nuestra debilidad y pecado.
Cuando nos volvemos capaces de escucharnos a nosotros mismos, se hace posible
la apertura al otro, su comprensión, su aceptación. Ello nos permitirá allanar
el camino quitando de nosotros lo que pueda obstaculizar su apertura, y
favoreciendo lo que la ayude. Por ejemplo, si yo, orientadora, poseo un
temperamento nervioso y he llegado a conocerme, sabré que en los días de
Ejercicios Espirituales, no me ayudará encerrarme a atender en dirección
espiritual por horas sin término, pues seguramente me impacientaré mucho más
con las últimas que tenga en mi lista. Por lo tanto, procuraré hacer un
intervalo suficiente para poder descansar llevando a cabo otra actividad, o
veré la conveniencia de atender a algunas de mis dirigidas caminando por los
jardines.
- La compenetración entre dos personas se lleva a cabo de manera más real y
eficaz cuando los dos escuchan. Su hablar es fruto del escucharse mutuamente, y
a su vez, invita a una escucha más honda.
- Sin embargo, la escucha en la dirección espiritual trasciende lo psicológico;
adquiere una dimensión espiritual y religiosa, refiriéndonos a la actitud del
corazón que refleja el estar a la espera de Alguien. Debe ser la postura
fundamental de la orientadora y de la dirigida ante Dios. No basta que las dos
se escuchen mutuamente, juntas deben escuchar al Espíritu Santo y captar los
caminos que muestra para la dirigida. Así descubrirán poco a poco la influencia
divina en el interior del alma según se manifieste en sus pensamientos,
sentimientos, deseos, aspiraciones, comportamientos y reacciones. Para la
dirigida, la dirección espiritual brota de la escucha a Dios en su propio
corazón, y también de la escucha a Dios en y a través de la orientadora. La
orientadora ofrecerá a su vez orientaciones, pero sólo como consecuencia de
haber escuchado a Dios en y a través de la dirigida. (Cf. F.K.Nemeck y M.T.
Coombs El camino de la dirección espiritual, Madrid, 1987, p. 65-85)
De aquí se desprenden algunos principios fundamentales:
•La orientadora debe convencerse de que Dios es el único Orientador de todas y
cada una de las personas. Sólo Dios puede santificar, porque sólo en Él se
encuentra la fuente de toda santidad. Sólo alcanzaremos la santidad en la
medida en que nos unamos y participemos de Dios, y que nadie puede alcanzar el
mínimo grado de santidad sin Dios.
•Debemos forjar una alianza con el Espíritu Santificador que late en todo el
mundo, en toda la Iglesia, en todos los corazones que quieren darle cabida. ¿Trabajamos realmente acompañados de esta fuerza
misteriosa, santificadora y vivificadora, que es la alianza y unión con el
Espíritu Santo, que habita en el corazón por la gracia? No hay Socio
mejor ni Amigo mejor.
•El camino que la persona trata de descubrir, existe ya en su propio interior. “Antes de haberte formado Yo en el seno materno ya te
conocía, y antes de que nacieses te tenía consagrado: te constituí profeta”.
(Jr. 1, 5).
•Nuestro propósito de la dirección se encaminará a proporcionar ayuda a los
dirigidos para aprender a escuchar a Dios. Aconsejarlos, instruirlos,
animarlos, corregirlos, apoyarlos para que se tornen capaces de responder a sus
inspiraciones.
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