PRECISIONES A UN LIBRO QUE ESTÁ CAUSANDO REVUELO
EL FILÓSOFO FRÉDÉRICK GUILLAUD DESLINDA LOS CAMPOS
PARA NO ENTURBIAR EL DEBATE
El 20 de noviembre de 2021 se celebró un debate en el auditorio Gaveau
de París en torno a este libro, con la participación de los autores,
Michel-Yves Bolloré (en el centro de la foto) y Olivier Bonnassies (con el
micrófono).
En Francia está teniendo un gran éxito comercial (100.000 ejemplares
vendidos desde el otoño) y suscitando debate intelectual un libro, Dios, la
ciencia, las pruebas, del que son autores dos empresarios
con formación científica, Michel-Yves Bolloré (informático y doctor en Ciencias) y Olivier Bonnassies (ingeniero
y teólogo, ateo hasta los veinte años). El prólogo es de Robert W. Wilson,
Premio Nobel de Física en 1978.
La tesis de la obra es que, si bien en el pasado se ha utilizado la
ciencia contra la religión, lo cierto es que los datos sobre la realidad del
universo que nos ofrece la física (en particular la
cosmología y la termodinámica) sugieren fuertemente la
existencia de un Dios creador.
¿Sugieren o demuestran? Ésa es la cuestión que plantea
por su parte el filósofo Frédérick Guillaud (autor de Dios existe. Argumentos
filosóficos) dentro del completo dossier especial consagrado a este libro por
la revista católica francesa La Nef en
su número de febrero.
¿LA CIENCIA PUEDE REALMENTE DEMOSTRAR LA EXISTENCIA
DE DIOS?
Cuando la mayor parte de los científicos profesionales -aunque sean
creyentes- oyen proclamar que "la ciencia
demuestra la existencia de Dios", suelen levantar los ojos al cielo
y dar un puñetazo sobre la mesa. Podemos comprenderlos, porque si tomamos la
palabra "ciencia" en su sentido
estricto, que se ha convertido en el más habitual, es falso
que la ciencia pueda hacer algo así. No
es una cuestión de hecho, sino una cuestión de derecho.
Lo que llamamos "ciencia" desde
Galileo no tiene por objeto los primeros principios y las
primeras causas, según la metafísica definida por Aristóteles (que, efectivamente, se llamaba "ciencia" en la Edad Media), sino la realidad material considerada bajo su único aspecto cuantificable y
mensurable. En otros términos, la
ciencia se ocupa del funcionamiento del mundo físico, cuyas leyes intenta
comprender gracias al método experimental y a las
matemáticas. No se ocupa para
nada de establecer su origen último, si lo tiene.
Por consiguiente, es constitutivamente imposible, por la misma
definición de su objeto y sus métodos, que la ciencia tomada en este sentido,
es decir, la ciencia física matematizada, encuentre a Dios bajo el microscopio, en los
tubos de ensayo o en el dial de sus interferómetros. Ni siquiera como entidad
invisible (¡la física de las partículas nunca
falta!). Dios no es una hipótesis científica: ningún sistema de ecuación, en un tratado de
astrofísica, tendrá a "Dios" como solución posible. El
Catecismo de la Iglesia Católica afirma en el párrafo 31 que las pruebas de la
existencia de Dios -porque existen- "no [lo
son] en el sentido de las pruebas propias de las ciencias naturales".
¿Entonces? ¿Se equivocan M.Y. Bolloré y O. Bonnassies (a partir de aquí B&B)? ¿La
ciencia no tiene nada que decirnos sobre el tema que nos interesa? ¡No, para
nada! Sería comprenderlo mal. Lo que hay es, sencillamente, un quid pro quo sobre el papel de la ciencia
en este tema. Aun si descartamos que la ciencia, como tal, pueda interesarse
en la existencia de Dios, y menos aún demostrarla, sin embargo podemos
sostener, con B&B, que ciertos datos surgidos de la
ciencia (el Big Bang, el ajuste
fino de las constantes cosmológicas, la información específica del ADN), pueden
ser utilizados legítimamente por la reflexión
filosófica a fin de
construir argumentos que tienden a demostrar la existencia de Dios. Es lo que
hacen, sin decirlo explícitamente, los autores del libro. De ahí el posible
malentendido.
Hagamos una comparación: en un juicio, un abogado puede
utilizar en su alegato todo tipo de datos técnicos -horarios de tren, un test de ADN, datos
meteorológicos- con el fin de demostrar la inocencia de su cliente. No
llegaremos a la conclusión de que la inocencia del acusado se debe a la
meteorología, la genética o la técnica ferroviaria. Es una conclusión del
razonamiento del abogado, que utiliza los datos técnicos. Sería absurdo buscar
a un experto en meteorología y decirle: "Entonces,
¿su ciencia demuestra la inocencia de X?". Responderá que no sabe
nada al respecto y que no es su trabajo. Y tendrá razón. En cambio, se
equivocará si afirma de manera categórica que un resultado meteorológico no
puede ser utilizado de ninguna manera como un elemento del razonamiento del
abogado.
UNA ENTREVISTA TELEVISIVA A LOS AUTORES DEL LIBRO.
Volvamos ahora a los argumentos en cuestión. En este artículo, por
cuestión de espacio, solo puedo tratar uno, el que utiliza el Big Bang.
VEAMOS CÓMO SE INTRODUCEN LOS DATOS CIENTÍFICOS.
1) Si no hay Dios, entonces el Universo es eterno (axioma
filosófico).
2) Ahora bien, según la astrofísica, es muy
probable que el Universo no sea eterno (dato de la ciencia).
3) Por consiguiente, es muy probable que Dios
exista.
Este razonamiento es lógicamente válido, lo que quiere decir que, si se
aceptan los dos primeros postulados, se deduce la conclusión. Conviene pues
analizarlos.
El postulado número 1, que B&B consideran evidente, es propiamente
filosófico: de hecho, ninguna ciencia ha formulado nunca, ni formulará, una afirmación
de este tipo. Lo que convierte su argumentación en una argumentación
filosófica implícita.
Podemos explicarla de la manera siguiente: si definimos el Universo como
la totalidad de la realidad espacio-temporal, y si afirmamos que no existe nada
más que el Universo (lo que es la definición misma del ateísmo), estamos
obligados a afirmar que el Universo no tiene un inicio radical. Dicho de otro
modo, es eterno. ¿Por qué? Pues porque si el
Universo tuviera un inicio, habría que encontrarle una causa en virtud del
principio metafísico según el cual "de la
nada, no surge nada" (ex
nihilo nihil); ahora bien, esta causa no podría ser ni matemática,
ni espacial, ni temporal -si no, formaría parte de lo que se supone que
causaría-, lo que es absurdo.
En resumen, si el Universo tuviera un inicio radical, deberíamos
plantearnos la existencia de una primera causa inmaterial,
atemporal y no espacial, infinitamente poderosa...
Lo que se parece mucho, reconozcámoslo, a la definición filosófica de Dios. Por consiguiente, si aceptamos el principio según el cual
todo lo que empieza a existir tiene una causa, podemos aceptar el postulado
número 1.
LA CIENCIA ENTRA EN ESCENA
Pasamos entonces al postulado número 2, y es aquí donde B&B
hacen entrar la ciencia en escena. De hecho, consideran con una cierta
plausibilidad que la astrofísica relativista -llamada la teoría del Big Bang- nos da buenas
razones para pensar que el Universo no es sempiterno, sino que tuvo un
inicio radical. Al subrayar "radical",
se insiste en el hecho de que no se trata de un inicio dentro del
espacio-tiempo, como el inicio de vuestra existencia o de la del sol, sino el inicio del espacio-tiempo mismo. Dicho de otro modo, el inicio más allá del cual no hay,
para la ciencia, nada más que conocer, porque no hay un antes.
El sacerdote, físico y matemático belga Georges Lemaître (1894-1966)
propuso, pronto hará un siglo, la teoría del Big Bang como explicación para la
expansión del Universo.
Efectivamente, si la ciencia demuestra una cosa similar, entonces el postulado número 2 es verdadero, el
razonamiento funciona y la conclusión es su deducción. Queremos de paso
subrayar que la conclusión de un razonamiento como este no convierte a Dios en
un relleno a fin de llenar una laguna del conocimiento científico, sino, por el
contrario, como algo que la filosofía estima probable a la luz misma
de los conocimientos científicos.
Quiero precisar de paso que existen, además, argumentos
puramente filosóficos que apoyan el postulado número 2 (que B&B recuerdan en un capítulo que es
específicamente filosófico).
DOS TIPOS DE OBJECIONES
Evidentemente, existen dos posibles tipos de objeciones: algunos -poco
numerosos- cuestionarían el postulado número 1 intentando
negar el principio ex nihilo nihil, o pretendiendo que una cosa "puede crearse a sí misma". Alternativas que, como mínimo, son atrevidas, si
no desesperadas...
Otros, y aquí la
discusión se vuelve más espinosa, cuestionarían el postulado número 2: afirmarían que el Big Bang
aparece como un inicio radical solo en las
ecuaciones de la relatividad general, y
sabemos que estas no describen adecuadamente lo real más allá del Muro de Planck (10-43
segundos). Añadirían que la teoría que un día tal vez unificará la gravedad y
la física de partículas (teoría de cuerdas o teoría de la gravedad cuántica de lazos) podría
demostrar que el Big Bang solo fue una transición de fase con un estado
precedente de la materia. Por consiguiente, no un inicio radical. Si así fuera,
la teoría de la relatividad no es el único elemento científico que apoya el postulado número 2:
la termodinámica va en el mismo sentido
y hace extremadamente poco probable una cadena causal infinita en el
pasado. Si, efectivamente, el Universo no tuvo un inicio radical, debería
encontrarse ya en un estado de muerte térmica, lo que no es el caso. Ergo... Algunos
científicos invocarán "otra física" al
otro lado del Big Bang para intentar evitar la restricción termodinámica...
En conclusión, creo que hay que reconocer una cosa: una cadena no vale más que lo que vale su eslabón más
débil; los razonamientos filosóficos que implican una premisa que se basa en
las ciencias, sobre todo en los ámbitos aún en construcción, sufren de una
fragilidad debida al carácter incompleto y revisable de las teorías.
Pero, en mi opinión, a pesar de que yo prefiero los argumentos puramente
filosóficos, los elementos científicos analizados por B&B son sólidos y proporcionan un buen nivel de probabilidad a sus conclusiones. Sin embargo, de nuevo, salvo
que queraos molestar inútilmente a la comunidad científica, hay que admitir sin
discusión que se trata de conclusiones filosóficas. Por tanto, se comprende la fuerza de la obra.
Traducido por Verbum Caro.
ReL
No hay comentarios:
Publicar un comentario