Hablemos de la finalidad de las relaciones sexuales. Pero antes, pensemos en que cuando uno se acerca a algo que no conoce, junto con la pregunta: «¿qué es?», suele preguntar también: «¿y para qué sirve?». De hecho, a veces el nombre de la cosa en sí mismo nada dice, por lo que la pregunta del «¿para qué…?» es importante.
Cuando uno se pregunta: «¿para qué sirve esto?», en el fondo, pregunta por
la finalidad. Esta pregunta es la más importante, pues apunta a conocer la
razón de la existencia de dicha cosa. Es decir, aquello que le da su sentido. Y
conociendo la finalidad de una cosa, puedo hacer uso de ella sin dañarla.
El día de hoy, trataremos de
aplicar esto a las relaciones sexuales. Intentaremos conocer su
finalidad y ver de qué forma podemos usarlas de manera adecuada.
SI NOS VIERAN LOS EXTRATERRESTRES…
Ninguno de nosotros viene al
mundo con un manual bajo el brazo que le diga para qué sirven las relaciones
sexuales y cómo usarlas. De hecho, tenerlo nos facilitaría mucho las cosas.
Ahora bien, como todo lo que viene sin manual, podemos tratar de conocer su
finalidad viendo qué es lo que hace, qué efectos produce, cómo se comporta.
Tratando de ser lo más
objetivos posibles, imaginemos que un grupo de extraterrestres viene a la
tierra y —sin ningún tipo de prejuicio— busca investigar la finalidad de las
relaciones sexuales. Desde una perspectiva puramente «científica»,
el observador alienígena podría llegar a la conclusión de que las
relaciones sexuales sirven para dos cosas.
Por un lado, para darle
continuidad a la especie humana. Y por otro, para establecer un vínculo entre
las personas que participan de dicho acto. En frío, las relaciones sexuales
sirven para ambas juntas.
Alguno dirá: «¿y qué ocurre con el placer?». El placer en realidad
es el medio que permite que los fines se consigan. Sin placer, la gente no
tendría relaciones sexuales, con lo cual, la reproducción se haría más ardua, y
no se establecería un vínculo tan íntimo entre las personas.
Hago aquí un pequeño excursus,
pero prometo volver. ¿Para que sirve una mesa? La
mesa sirve para sostener cosas. ¿La mesa sirve para
sentarse sobre ella? Ciertamente, no ha sido hecha para eso. Sin
embargo, el hecho de sentarse es una acción que no va en contra de su
finalidad. Por eso, salvo que yo sea muy pesado o la mesa sea muy frágil, puedo
sentarme en ella sin destruirla.
De la misma manera, un hacha
sirve para cortar madera. ¿Puedo usarla para
cortarle la cabeza a alguien? Ciertamente, no es algo en absoluto
recomendable, pero el hecho de hacerlo no iría en contra de la finalidad del
hacha. En última instancia, su finalidad es cortar.
A lo que voy con esto es que
puedo hacer uso de las cosas para un fin distinto del que inicialmente fueron
hechas siempre y cuando, al hacerlo, no vaya en contra de dicha finalidad.
¿Podría usar una
mesa volteada como tabla de surf? Podría intentarlo, pero muy probablemente la mesa terminaría destruida,
y yo, debajo de alguna ola. ¿Puedo usar un hacha
como ancla? Puedo intentarlo, pero la hoja pronto perdería su filo por
el roce con el fondo del océano y se oxidaría, y la madera del mango terminaría
pudriéndose.
Cuando
a una cosa le doy un uso contrario a su finalidad, le hago daño, la destruyo.
DESÓRDENES ALIMENTICIOS
Creo que con el ejemplo anterior
se empieza a ver hacia dónde quiero ir con todo esto. Pero acerquémonos a las
relaciones sexuales de a pocos, primero a través de algo que también puede
llegar a ser muy placentero: la comida.
¿Para qué sirve
comer? Claramente,
sirve para nutrirnos, para ayudar a mantenernos vivos. Nos da el «combustible» que nos permite realizar todas
nuestras actividades. La nutrición es un fin tan importante, que la acción que
nos permite conseguirlo —comer— está asociada al segundo placer más grande que
podemos experimentar a nivel físico. El primero, claramente, es el placer
sexual.
Al comer, ¿puedo ir en contra de la finalidad de dicho acto? Claro
que puedo: puedo comer únicamente por placer. Puedo
comer, vomitar, y luego seguir comiendo. Ahora bien, comer y luego vomitar no
es como usar la mesa para sentarse encima, o el hacha para atacar a alguna
persona. Es más bien como surfear con la mesa: claramente
voy en contra de su finalidad, que es la nutrición.
Esto puede degenerar en
desórdenes alimenticios que ya no dañan una cosa externa, sino que dañan a la
propia persona. Y para quien los padece, son causa de mucho sufrimiento.
FINALIDAD DEL SEXO
Hemos hecho un largo rodeo
para volver finalmente al tema de las relaciones sexuales. Todo para entender
que cuando uso algo de una manera que es contraria a sus fines, lo daño.
Y esto hace que prestemos una
especial atención a las relaciones sexuales, pues ellas siempre involucran a
otra persona. El riesgo de usarlas mal no consiste solo en un
potencial daño a uno mismo, sino también a la persona con quien se practican.
Tanto la unión de la pareja
cuanto la continuidad de la especie son dos fines inseparables de las relaciones
sexuales. Aclaro que no quiero decir con esto que en cada relación sexual se
deba buscar tener hijos.
En efecto, la fertilidad de la
pareja está determinada por los periodos de fertilidad de la mujer, la cual es
cíclica por naturaleza. Por más que se quisiera, no sería posible buscar un
embarazo en cada relación sexual. Lo que quiero decir es que es importante
tener en el horizonte ambos fines para que el acto sea pleno.
CUANDO EL FIN SE DESVIRTÚA
En muchos ámbitos, cuando se
habla de sexo, se suele poner en el centro el placer, como si este fuera el
fin. Pero por más que se superponga el placer, no es posible eliminar del todo
la presencia de los dos fines arriba señalados, pues son exigidos por la
naturaleza misma del acto.
Por eso, cuando no se buscan,
es necesario tratar de suprimirlos deliberadamente. Se trata de suprimir la
posibilidad del embarazo, por ejemplo, con el uso de anticonceptivos. Esto hace
que en cada relación sexual se vea una situación de peligro de la que hay que
«cuidarse». Y la fertilidad —la propia y la de la pareja— es tratada como un
enemigo.
En suma, al tratar de suprimir
este fin, el sexo es visto como algo riesgoso, lo cual incide en la actitud que
uno asume al realizarlo. De manera similar, es posible intentar acercarme a una
relación sexual sin que ello implique el establecimiento de un vínculo profundo
con otra persona.
Pero esto supone asumir una
actitud en extremo artificial. Supone quebrarme interiormente, de forma tal
que, a la vez que entrego el cuerpo, trato de no comprometerme interiormente en
dicha acción. Y sin embargo, esto nunca llega a ser todo posible, pues donde pongo en juego todo mi cuerpo, pongo en juego la totalidad de mi
persona.
Al final, para comprar un
momento de placer, termino pagando más de la cuenta: pago
con el valor total de mi persona.
UNA INVITACIÓN A REFLEXIONAR
La finalidad de este artículo
no es hacer juicios de valor sobre las situaciones concretas de cada individuo.
Me interesa invitar a la reflexión, sobre todo en relación con una práctica tan
extendida hoy en día como es el sexo.
El cual, por no tener en
cuenta su doble finalidad —y sobre todo, la plenitud que encuentra en su ámbito
propio, que es el matrimonio—, muchas veces se lleva a cabo de una manera que
termina dejando profundas heridas. ¡Anímate a
compartirnos tu opinión en los comentarios!
Nuestro autor también tiene un
blog llamado www.amafuerte.com donde puedes encontrar más contenidos sobre
este tema.
Escrito por Daniel Torres Cox
No hay comentarios:
Publicar un comentario